viernes, 24 de febrero de 2012

Poemas dormidos para almas despiertas. (Extracto.)


Solo hay un único motivo para hacer reír  a un niño.
¡No haber dejado nunca de serlo!
Solo existe un único motivo para hacerlo llorar.
¡No haberlo sido nunca...!

José M. Rodríguez Viedma

Lamento triste



He visto tu lágrima rota,
ante el látigo en tu cara impreso
y he maldecido la hora,
de quien a cambio de darte un beso
encontró la fusta traidora
con la que poner al maltrato su precio.

He visto tus ojillos chicos
y el cardenal de tu cuerpo
y mal pagar tus risas en gritos,
para ahuyentar al silencio.

He visto la rabia del lobo,
maltratar la infancia de nuevo
y bostezar su garganta en el pozo,
para dar de beber a los cuervos.

Y ahora… ¡cómo te digo!
que este mundo es reflejo del alma.
Que los hombres se hacen viejos,
contando cuentos en las ventanas.

¡Cómo te hablo de amores!
De primaveras, de rosas tempranas
 de que el abrazo y las ilusiones
pequeña mía… ¡no cuestan nada!

Después de ver tú sangre deshecha,
carecer de sueños a tu almohada.
Mientras se incrusta en tu alma la flecha,
en forma triste de bofetada.

¡Cómo te digo mi niña!
Que las sonrisas jamás inventadas,
duermen como todas las niñas
entre sirenas de una mar en calma.

Después de sentir tus manos tiernas,
después de saber que ya no hablas
y de tener  truncadas las piernas,
que te regalaron a tientas dos hadas.

¿Quién puso en tu camino la mano?
¿Quién la cobardía en tu lágrima?
¿Quién puede llamarse humano
y no estremecerse en tu rabia?

¡Cómo te digo mi niña!
Que no tengas miedo ¡ya a nada!
Que he puesto un jardín a tu herida
y un parche rosa a tu alma.
xxxxxxxxx
Como te digo… ¡qué ames!
si te preguntas ¿a ti quien te ama?
Si hasta por una caricia, se relamen,
los perros viejos de tu plaza.
xxxxxxxxx
¡Cómo te digo que sueñes!
tapadita entre sábanas blancas.
Si no puedo olvidar que tienes
cien pesadillas malvadas,
clavadas cincuenta a tus sienes
y en tu costado otras tantas.

Duérmete mi niña ¡tranquila!
Que un tropel de angelitos te guarda.
Si existe gloria divina
allí a cambio de espinas,
te pondrán aureola de nácar.

Duérmete mi niña ¡tranquila!
que ya tiene la luna blanca,
por escolta cien estrellitas,
para jugar en tus pestañas.

Duérmete mi niña ¡tranquila!
que para quererte solo hace falta,
dibujarte de bailarina
y en el escenario de tu mirada,
besarte de noche y día
tus cicatrices templadas.

Ya se acabó tu tormento
el látigo, la fuerza y la rabia.
Para ti sopita de besos,
para irte a dormir a tu cama.

Ya se acabó tu lamento.
¿Si quieres hacemos un trato?
Mientras la luna te trenza  el cabello,
yo juego con tu muñeca de trapo.

Ya se ha terminado el tiempo
donde llovían los malos ratos.
Voy a contarte un cuento,
donde no existe el sufrimiento
y vengan a ti, besos y abrazos.

Dejaremos que pase la vida.
¡Caramelos serán tus zapatos!
hasta que este pozo de cobardía
que partió tu infancia en pedazos,
deje a la luz, tus heridas
y Dios te haga, princesa algún día,
a cambio de aquellos maltratos.


José Manuel Rodríguez Viedma

Con otras miradas...

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La mitad del silencio

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