jueves, 29 de agosto de 2013

X Poesía en el Laurel 2.013



Terminó
Poesía en El Laurel.
(Y se durmió la chicharra...)
 
 
Se acabó el X Poesía en el Laurel. Era el tercer día de poesía y lo anunciaba una chicharra escondida entre los jardines. Alzaba su grito entre el silencio y se hizo eco entre algunos de los versos que se escondían entre las sombras de San Luis el Real. Apenas quedaba tiempo para que los poetas recordaran nuevas letanías de tiempos pasados donde pareció no crecer nunca la flor, ni desprenderse de los montes los riachuelos de cristal, ni dibujarse amaneceres bajo el calor ardiente de los besos que se dieron tras de los cristales de las ventanas...

La Concejal de Cultura Ana Sáenz recordó a Guillén, - Si la vida no se puede alargar, habrá que ensancharla – pero el X recital de la Zubia, el que debe conmover con los versos, paralizar el corazón con los sentidos de otros y la métrica de los poemas, estaba apunto de quedarse tendido como una musa, en el albero imaginario del Convento adscrito en tiempos atrás a la orden de los Franciscanos.

Habló Ana y se hizo el silencio. No había lugar para otra silla todo estaba repleto. Se advirtió nostalgia en sus palabras, señoras y señores… no hay tiempo para más.

 
Tomaron asiento en la mesa donde antaño debieron coserse otros sueños, Antonio Chicharro y el Poeta Antonio Carvajal. El primero, de memoria, recordó los pasajes del poeta y lo acercó a los presentes con su verbo distendido. Cuando sus palabras finalizaron, Antonio Carvajal ya era un viejo conocido, o un conocido más, quizás más cercano, más amigo. Esta el la misión del que presenta y Antonio la vio cumplida. Para entonces, Héctor Márquez ya se había hecho al piano y extendido sus manos abiertas como un abanico, esperando que el aire de su boleteo se colmara de teclas blancas y negras, que como fichas de ajedrez, esperaban ser despertadas del sueño de los justos.

Sonó el piano y cantaron tenor y soprano, chico y chica, del propio circulo del Poeta, como reconoció Carvajal, el cual, como si de una perfecta traducción de sus poemas se tratara, recitaba antes de ser melodiosamente entonados después, sobre pentagramas y notas sujetas a la clave de sol en la noche tierna de los poetas. Algunas sillas se cerraron de golpe y se hizo el silencio… y las miradas. Se respiro el autismo de las aulas universitarias, apenas duraron unos minutos, pero la mirada y el silencio, se hicieron eternos. Al final se aplaudieron los poemas, las improvisaciones, las sonrisas y a las chicharras, como quien gime hacia dentro… hacia adentro.

 
Llegó el turno de los premios y Pedro Enríquez se hizo al micrófono. Nuevamente su voz hablaba y declamaba a la vez. El Don de los poetas se hizo palpable sobre las tablas. Subió el premiado, El Poeta Félix Grande y este, a su vez, a Francisca Aguirre, su mujer, Poeta y compañera de caminos infatigables. Ambos se sentaron en la mesa y disertaron de tal forma, que la naturalidad de sus palabras, arrancaron sonrisas de los presentes. Hablaron de amor, de “Antoñito Gala” de “Pepe Hierro” del Café Gijón, del Ateneo, de la infancia, de la juventud, de las gabardinas largas heredadas de su padre, de la delgadez, de la herradura del zapato, de la seda de las medias destrozadas por el roce de los nervios, de las ataduras de la carne y del tiempo. Cuando Francisca Aguirre, acabó la presentación de Félix, (nunca termino de hacerlo) el poeta, tras colgar educadamente el teléfono a su hija, elogio la defensa de Luis Rosales, dibujándonos la historia bajo el prisma personal, de quién con él, había compartido gran parte de su vida. Recordó pasajes ya olvidados, borrosos y grises y bajo algún laurel, la chicharra de San Luis, busco el verso escondido en la memoria de los justos de uno y otro bando. Ya es tarde para hacerle reproches a una España que, dividida y muerta, lloró cadáveres  en cada puerta y en cada casa. San Luís bebió la melancolía del agua, del recuerdo, y quiso ser parte del olvido. La poesía, es la didáctica del amor en estado puro, y el poeta, el catedrático que jamás necesitó ir a clase para ponerla en práctica.

Con los versos de Félix Grande y de Francisca Aguirre y un premio bajo del brazo, que necesitó ayuda para transpórtalo, llegó la música… (Y la chicharra, encontró su mundo.)

 
Miguel Soler con bella y melodiosa voz, le cantó a Lorca, sin duda alguna escondido en alguna parte de la luna de Agosto. Rafa Soler y Miguel Ángel Corral acariciaron las cuerdas de las Guitarras flamencas y embelezaron a los asistentes con trastes y arpegios que sonaron a zambras sacromontanas. Cesar Jiménez al violonchelo, por el que desplegó el alma y el corazón, Mati Gómez y Ana Lerai llenaron de belleza el escenario y acompasaron con la maestría de sus manos, los acordes de Miguel, mientras Gustavo Reyes y Julio Pérez, a la percusión, hacían resonar los corazones, descorchaban el silencio y nos envolvían en una Granada tierna, que se negaba a dormir a aquellas horas de la noche.

Así se acabó el X Poesía en el Laurel. La Zubia le había guiñado nuevamente un ojo al poeta, mientras el sabor del limón dejaba su beso amargo en los labios, y un cierto regusto a mezcolanza entre el recuerdo y el olvido, encendía ya las luces a un nuevo verso. Habrá que esperar un nuevo año para llenar las sillas, para agotar los programas de mano, para dibujar otra luna redonda en el Laurel… la luna de los poetas. Habrá que esperar un año más para llenar el hueco que dejan los suspiros cuando se cierra el telón de las estrellas. Habrá que esperar otra vez el susurro del viento buscado los versos en los rincones de la Zubia, en sus luces y en sus sombras. Habrá que esperar para volver a escuchar la música y la voz, los sonidos y el agua. Habrá un tiempo para esperar y nada más. Para soñar con los poetas inadvertidos, aquellos que sueñan con amores imposibles y se disfrazan de chicharras…   


 
 
 
Tierna luz que ya te marchas.
Cincelada moldura tallada con gubia
entre cauchiles mansos de agua.
Divina hermosura, laurel en la Zubia,
destemplada agonía, torreón en la Alhambra.

 
 
 
 
 
           Mi agradecimiento personal a Ana Sáenz Soubrier, Concejala de Cultura del Ayuntamiento de la Zubia por su estimable invitación. Al Poeta Pedro Enríquez como Director, por su búsqueda incesante de la exquisitez. A mi amigo Manuel Sánchez Salmerón, siempre por sus atenciones y más que entrañable y valiosa compañía.

 
José Manuel Rodríguez Viedma

Fotografías tomadas por Cultura del Ayuntamiento de la Zubia

martes, 27 de agosto de 2013

Recital de Poesía. Águilas (Murcia)




LA POESÍA EN LA CALLE
Y EL POETA EN EL MAR
 

... unos días después de que Mara Torres, Brenda Soler y Magda Robles llevaran los cánticos sobres sus bocas… Unas noches después de que pisaran las arenas calidas y dormidas… Un infinito después de que sus poemas deambularan sobre las calles, y las musas del verano se tendieran en la orilla de los sueños…

Primero llegó la luna. Redonda. Se situó justo encima del Auditorio  “Infanta Doña Elena” con mucho disimulo, respetando a los allí presentes, sin alzar la voz. Tan solo la  luminosidad de su esfera inmaculada, un tanto introvertida, hizo robar las miradas de los que deambulaban de arriba abajo. Ella lo sabía desde el primer momento, y cuando sintió las primeras voces bajo los acordes de los versos y de las olas, de puntillas, disimuladamente, tomo asiento cerca de las estrellas para no volverse a levantar. Abajo, las olas intentaban acercarse un poco más al mismo auditorio. En cada segundo, primero adentrando sus dedos revoltosos entre la cresta de sus aguas. Luego, arrastrando su sal entre la fina arena de la playa de las  Delicias, cuando alcanzó su propósito, el agua, la arena y la sal, se ocultaron bajo el manto taciturno de la noche, que a las diez, andaba cansada de contar sus astros una vez más, sobre la marea desordenada del cielo.

Para entonces, Pedro Vera ya había abierto la boca. Era la hora de los poetas. El momento en el que los versos debían salir a la calle y encaramarse como veletas de sueños sobre las hojas de las palmeras. La voz de Mariam despertaba a las sirenas de tal manera, que ninguno de aquellos pescadores que lanzaban sus redes a la mar, se percataron de que las tenían junto a ellos, con sus bocas abiertas y sus bellezas desnudas. Andrés acariciaba la guitarra y a Mariam se le erizaba la piel con sus caricias. Ella era parte del roble, y su pelo negro moldeado al viento, fibra de aquellas seis cuerdas que danzaban temblorosas al tacto sencillo de sus manos.

María José Castejón Trigo, llevo el amanecer de Zaragoza, pero aún era temprano para dibujar en la noche de Águilas una nueva alborada. Julián Borao, deshilachó poemas tristes y la melancolía se detuvo inerte en el verso del amor eterno entre las olas. (Todas despertaron al eco de su voz.) Ivonne Sánchez Varea, acaricio la nueva acuarela de su libro y volvió a dibujar un trazo infranqueable entre la voz y el agua. Todo fue mágico, lo mismo que Granada a la que dejó disfraza entre colores disolventes. Joaquín Piqueras dejó a Cartagena descalza en la orilla. No te vallas nunca… le dijo, pero el tenía un nuevo verso que dejar en la playa de los sentidos. Andrés Carrillo hizo suyas sus iras y las musas se taparon los ojos, ruborizadas. El Cabo de Palos quedaba  demasiado lejos para pensar en su arrepentimiento inexistente. (Y enfado a Dios.) Desde Cehejin se desplazó Asunción García. Vino ella, el poema, la guitarra y la voz. Abrió la boca y se deshizo el verso, ella tenía el amor desbocado entre la música y tembló en cada mirada que Andrés y Mariam se lanzaban entre las sombras y las luces. Tomás Soler fue el Acróbata del verso profundo, corto y sosegado. Conocía las aguas y metió los pies en sus orillas. Ató una cuerda entre dos estrellas y deslizó su voz hasta llegar de un extremo al otro, sin más red que la del viento. El puso el fin de las delicias. Nieves Rodríguez Artero, de Águilas, como Tomás, jugó con las palabras y estrenó sentidos nuevos en cada pálpito. Suspiró profundamente y detuvo el silencio con su prosa en espacios infinitos. Javier Irigaray, desde Antas, buscó una sonrisa y la encontró debajo de las caracolas de sus poemas. Consumió el tiempo de los versos, llenó la copa de mar y la depositó junto a la arena de sus bolsillos. Antonia Soler desde Calasparra buscó la perfección de sus poemas y la encontró… quizás como ella sabe, supo dejar la mente dormida.

Fue una noche de poesía en la Calle, y de poemas arrastrando los pies sobre la arena de la playa. Un grupo de Poetas con algo que decir y que soltar al viento, que venía y se marchaba tan suspicaz, que apenas daba tiempo de arremolinarnos los papeles.

Con las palabras del artífice de todo, el poeta y amigo Pedro Vera, elocuente improvisador de versos y de palabras, de sueños cumplidos. Con la voz y la guitarra, con las melancolías. Dejamos desiertas las playas y sus delicias. Dejamos el blanco del Auditorio lo mismo de inmaculado que la luna, que se marchaba a lo lejos musitado un verso de Lorca. Allí dejamos el faro, a lo lejos, guiñándole un ojo a los pescadores mientras las sirenas se introducían de nuevo en el agua… El que suscribe, Rodríguez Viedma, dibujó una puerta entre abierta. (Un poema más que salió a la calle.) La había abierto en Cádiz de par en par. Medio cerrada en Alicante y me esperaba, con sus cerrojos de miel, bajo la sombra de un laurel en las noches de Granada.     

 

José Manuel Rodríguez Viedma.

lunes, 26 de agosto de 2013

CERTAMEN INTERNACIONAL DE LITERATURA 2.013 LAIA


Quisiera aprovechar estas líneas y en este blog, para agradecer de todo corazón a los Organizadores del Certamen Internacional de Literatura Poesía 2.013 y a todos los que formáis Latin American Intercultural Alliance de Nueva York, LAIA, por vuestra exitosa labor cultural. Os agradezco el premio que me otorgáis como Finalista del Certamen Anual de Literatura Internacional 2.013 de Poesía “Aromas de Ciudad” en el que mi poema “Retorno entre las sombras” participaba. Es para mí un tremendo orgullo y todo un honor, que dichos versos formen parte de la IV Antología Poética LAIA que será presentada en la Feria del Libro Hispana de Nueva York, España y Latino America.

El Próximo 26 de octubre, intentaré hacer lo posible para asistir y poder retirar el citado premio como Finalista, al Queens Museum of Art/ Museo de Arte de Queens, Nueva York.

Nuevamente os reitero mi más sincero agradecimiento por la distinción recibida, la cual llevaré con orgullo en mi curriculum literario.

Un sentido y sincero abrazo en la distancia.

José Manuel Rodríguez Viedma.

lunes, 5 de agosto de 2013

II CICLO DE POESÍA (ÁGUILAS - MURCIA)


Con otras miradas...

Con otras miradas...
La mitad del silencio

Libro de vistas