lunes, 13 de enero de 2014

Del libro "72 horas buscando amor"


 

 En los brazos de Morfeo
(hora 17)
 

 
El cansancio a veces. El agotamiento que no es lo mismo. El aislamiento personal. El descanso deseado y bien merecido. La reconciliación con uno mismo. Los párpados que deciden correr un tupido velo a la mirada. La banda sonora del silencio, que nos deja maniatados a las butacas de la calma. Cuando las letras comienzan a parecer panorámicas en nuestras mentes, Morfeo nos hace una cuna con sus brazos y nos proyecta con un suspiro al universo de los sueños…


Querido lector. Pienso que dormir es una tierna manera de morir, pero morir a nuestro antojo. Con la posibilidad de poder regresar a la vida en un soplo. Con el mimo de una caricia, o porque algún ruido rompa con su estruendo, el velo que separa la realidad del sueño.

El sueño. ¡Creatividad inverosímil! El universo de papel donde nuestras locuras se hacen realidad. Allí los miedos se hacen más oscuros y sus sombras grises se proyectan sobre muros que no existen, que jamás fueron pintados. Calles y plazas que reconocemos pero que en ningún tiempo se añadieron a callejero alguno, ni plano, simplemente porque no figuran, no se encuentran, no son nada. El amor, el amor también es más intenso, es como una fragancia que penetra por nuestros poros dormidos y que perdura incluso, hasta varias horas después de romper el sueño. Es perfecto y como tal “Irreal”. (Como la libertad. Ya sabemos que pasa con las perfecciones mundanas). El sueño. Magia que la Divinidad hace sin que consigamos ver en que mano guarda el “as” de corazones, ni de que sombrero aparecerá la paloma. Bendito mago, capaz de pintar con la magia del sueño, una lágrima real en nuestras pupilas a consecuencia de un llanto ficticio, o de posar un beso en nuestros labios, en ocasiones, transportado por otros labios que no existen. ¿Dónde esta el mundo del amor? De ese amor que nos impide verle la cara, ahora que estamos despiertos. Del que no recordamos la profundidad de sus ojos, ni el color de sus pupilas al regalarnos una y mil veces su mirada. Tampoco el acento de su palabra o el tono de su voz, pero si la sonrisa de unos labios creados solo para ser soñados. Solo recordamos la caricia, el beso que la madrugada impregnó en nuestra almohada, con un carmín para el que no se utilizaron colores ya inventados. ¿Es imposible hacer realidad un sueño? ¡Por supuesto que no! Lo imposible e irreal es su contenido. El sueño llega casi sin pedirlo. En ocasiones basta con buscarlo atrapado en unas sábanas blancas.

¿Merece la pena vivir para siempre en un sueño? Querido lector. ¡Me niego siquiera a pensarlo! Sería condenarnos de por vida a no poder contar sus delicadas maravillas, sus inimaginables paisajes, sus llantos y sus risas, que a veces nos devuelven a la vida con el sonido de nuestra propia carcajada. ¿Quién nos hizo sonreír de tal manera? El mismo que dejó aquella noche olvidada una lágrima en nuestras pupilas y jamás vino a recogerla… (¿La Divinidad?)
 
El sueño es un tesoro solo al alcance del pensamiento. Jamás existió mano que acariciara sus riquezas, ni  bostezo que al despertar encontrara junto a su lecho parte del botín, inocentemente encontrado.

Querido lector. El sueño es la realidad de nuestros sentidos. Quizás seamos capaces de encontrarnos a nosotros mismos sin tapujos ni máscaras de acero. Lloramos, reímos, hablamos, jugamos, sentimos, amamos en nuestro universo particular, y hasta somos capaces de resucitar a un ser querido para pasar un rato con él. Lo llenamos de vida, recordamos su perfume, el aroma de su piel, el tacto, la armonía de su palabra. (¿Es la negación otra forma de amar?) En vida nos negamos a decir adiós definitivamente, y en la frontera del sueño, somos capaces de pintar un tren, que nos devuelva a los sentidos, un trocito de sus vidas. Sentir sin pensar, amar y ser amados, mientras nos abrazamos a los recuerdos florecidos entre sueños inalcanzables. Sin duda querido lector, el sueño fue inventado por una Divinidad, que quiso vivir mientras dormía.

Amar soñando es como lanzar un beso al aire sin mirar a ninguna dirección. ¿Encontraremos el amor que buscamos es su interior? ¡Posiblemente! Pero al despertar, el hechizo quedaría mermado tan solo a un recuerdo que jamás fue real. (La ilusión es pasajera, el amor es y debe ser real y perpetuo.)

Querido lector, mientras esta nueva hora forma parte de nuestro pasado, una conclusión me ronda el pensamiento. “Si dormir es morir a voluntad propia” prefiero el suicidio del despertar. Porque al menos así… seremos dueños de nuestros actos. O lo que es lo mismo, jamás un sueño lujurioso de amor, podrá hacer perder nuestros sentidos. Pero un beso de amor en madrugada, será capaz de eclipsar todos y cada uno de  los sentidos… y al propio sueño.

 Mientras tanto… ¡soñemos! querido lector, porque soñar, solo es cosa de vivos.
 
 
José Manuel Rodríguez Viedma


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