La Noche en Blanco de Granada,
la luna en verso,
los suspiros de los poetas,
y... ¡Granada!
… sobrevolé el cielo de Granada
como un ave nocturna. Mi revoloteo me pareció único, casi recién estrenado.
Divisé desde las alturas los inmaculados blancos del Albayzín y deslicé mi
planeo dislocado por alguna que otra cueva del Sacromonte. Sentí la guitarra
sonar entre los arpegios de la madrugada y me pareció un aljibe mascullando el
agua en la garganta de una fuente. Adiviné frente a mis ojos las torres longevas
y ensimismadas de la Alhambra, y allí, me paré a poner una nueva rama en mi
pico. No era demasiado grande, ni pequeña; Era imposible alzar mi vuelo con
ella. Tenía el pecho henchido de suspiros, y el pico medio abierto para que
tan solo una leve brisa, trepara hasta mis pulmones antes de tropezarse con
alguno de mis versos…

Allí, aún resonaban en las amapolas de las butacas las
palabras del poeta Manuel Salinas. Hacía tan solo unas horas, quedaba
presentada la antología poética, nacida para aquella noche de nostalgias, que aún
se amamantaba del presente. Habló Manuel Salinas, y describió la perfección de
la metáfora de la vida. Lo hizo con la voz sosegada, como quien susurra en la
espesura del universo esperando pasar inadvertido y resulta ser escuchado por
cada uno de los astros que lo componen. Así lo hizo, representando los paralelismos entre el papel
desnudo y la rima ataviada con la seda transparente del amor en estado puro. Habló
de los sueños de los poetas y de sus intenciones imperecederas en cada una de
sus palabras inmortales. Habló Manuel Salinas y hablaron cada uno de los poetas
por su boca, por sus gestos, por sus silencios. Después, se desmenuzó la antología
con sus doscientas diez páginas, como la margarita del sí quiero, y algunos de
los poetas, (todos en el recuerdo) se emborracharon con cada uno de los versos y
bebieron de la misma fuente hasta dejarla vacía de dolor. Yo, también quise
mojar mi pico.

Volaba tan alto, y aun así, distinguía
a cada uno de los poetas que se apresuraban hacia el teatro, y recuerdo sus
nombres, y no los olvido. Recuerdo sus prisas y los escalones empinados del entarimado
hasta llegar al atril de los justos. Sería imposible nombrarlos a todos, e indebida la omisión de alguno de ellos, y echo
mano del índice de la antología para no olvidarlos y del sueño de “La luna en
verso” para hacerlos inmortales. A todos, a los más de ciento setenta, a los
presentes y a los ausentes, a todos los reconozco entre sus versos y los aromas
que dejaron tras de si, las fragancias de los piropos sinceros a la noche
intensa de una Granada endiosada en la cumbre de la prosa. Entre todos y cada
uno de ellos, me pareció reconocerme, difuso, callado, como un cuerpo cuyas
manos, sostienen el alma al cordel de un suspiro. Mi alma estaba volando aquella
noche, como la de un pájaro, un ave
nocturna que busca la paz en la rama del tiempo y sueña ser mecida por la brisa triste y sonámbula de una sombra
de otoño.
Fue una noche cuajada de
sentidos, única e irrepetible. Como lo son las primeras citas o lo son los
primeros besos que se dan, sin esperar a que el amor pueda ser recíproco en
cada uno de ellos. Como las primeras caricias y las primeras promesas. Los
primeros llantos a escondidas, las primeras quimeras hechas realidad, el primer
lecho prestado y la primera desnudez del alma. Fue una noche abierta a todos y
con todos. Un abrazo uniforme donde encontrar cientos de latidos bombeando con
ritmos diferentes que guardan el mismo equilibrio
para mantener su armonía. Una noche de poetas dispares con denominaciones
comunes, donde las palabras pisaron la luna y borraron la huella del primer
hombre. Un instante para soñar y un buen intento para nacer de nuevo.
Ahora, dicen que la noche en
Granada, se irá difuminando como lo hacen los pinceles tras dar el último
brochazo sobre los lienzos de los pensamientos abstractos. Que todo fue un
sueño disipado en la retina del que se alimenta de la nostalgia. Que Granada
vuelve a ver la luz cuando la madrugada deja en la fuente el aliento de su último
bostezo. Que el agua de los ríos se marcha para no volver, como lo hace la
tinta de los poetas cuando sangran las heridas de los olvidos. Que la luna se
ha vuelto a vestir…
Ahora dicen sin más...,
pero aquella noche, ¡estuvimos despiertos!
José Manuel Rodríguez Viedma
3 comentarios:
Qué gusto leer tan sentida descripción de la noche en blanco de Granada!! Gracias, poeta, por tenermos presente.
Nelson Jiménez V
José Manuel, qué bonitas tus palabras. Gracias. Un fuerte abrazo.
Josw Manuel!!! Muchas gracias por este precioso texto que mere sin duda al lector en la magia que pudimos vivir en Granada la NOCHE MAS CULTURAL Y BONITA DE LA HISTORIA. GRACAS A LA OEGANIZACION POR CONTAR CONMIGO, a Paco Acuyo, a Belén y M. José Mesa Olea, a Christian Carbajosa por au increible trabajo y a ti, Jose Manuel por tener a esta Querida Loca" presente en tus palabras
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