Granada
Residencia Universitaria
"Corrala de Santiago"
25 de Septiembre de 2.010
Una vez más, la noche se acerca enseñándonos de par en par el cielo oscuro de su boca abierta. Los sentidos paralizados y la calma esperando ser devuelta a la tormenta atronadora del balanceo de una campana. Una vez más, el sueño abrazado a la pupila melancólica donde nos espera Morfeo, cuando las pestañas han cubierto de cárceles prodigiosas, el color recién pintado sobre la blanca cúpula de nuestros ojos. Una vez más, la proeza del sueño detiene los pasos del tiempo, y una vez más, el tiempo dispuesto a dejarse amar entre quimeras. Mientras a nuestra boca callada le nace un bostezo, a la noche más hermosa de Granada, le ha crecido en la frente una luna redonda tan frágil como una chiquilla…
Y una vez más Granada se hace agua. Y el agua que quiere vivir del sueño, se deja caer templada desde la cascada invisible de Valparaíso. La Abadía ha metido los pies en el río, y después ha corrido a esconderse entre naranjos y limoneros. Los naranjos eran verdes chumberas y el limón un gitano, gallardo y torero, que al ver pasar el río, lo mismo que un toro de fuego, ha metido su estoque de lino en las aguas de nuevo. Y por el Sacromonte Granada en su desespero se hace un barquito de agua con las alas de su sombrero. Por el Albayzin las fuentes de piedra levantan sus enaguas de acero y dejan relucir sus piernas blancas, como cientos de mocitas que cantan, y en su alboroto, lanzan sus chorros de agua, presionando el caño con sus dedos. Unos llegan tan altos, tan altos… ¡que mojan las sayas blancas del mismo San Pedro! con su barba canosa y su largo cabello, con sus ojitos pardos, grandes, cansados donde duerme el caramelo, se alza enojado y rotundo ante las mismísimas puertas del cielo. ¡Que pasa Granada! ¿A que viene este revuelo? Y el agua se calla, enmudece, se apaga, aunque de alguna fuentecilla pequeña de la que se bebe a horcajadas, se torna en risa su caño, y en agua dulce su fragua.
Por la rivera del Darro, el río se hace prosa temprana. Y el bueno de San Pedro, “chorreandito” de agua, al no tener respuesta a su voz hecha palabra, agarra con sus manos el grifo de la Sierra más alta, hasta dejar cerrado el copo, la nieve y el agua. Las fuentecillas lloronas… ya se hacen miel y hojarasca.
Por la rivera del Darro, el río cabalga, sus crines al viento hasta Santa Ana, por ellas la tierra se abre, enmudece y se traga al río embovedado que caminaba a sus anchas. Por Plaza Nueva a Reyes Católicos, bajo sus pies pasan las aguas, algunas saltan entre su fuente, como si fueran cien caños locos, que sueñan con ser cipreses. Y el río, a escondidas, bajo el suelo entre su cabalgada, sueña que aun se reflejan en las brumas de sus aguas, toda una corte de estrellas, brillantes como la plata. Al llegar a la Puerta Real, la más Real de Granada, el agua ya siente en su boca, la destreza de una prosa que ha de posarse en su cara. Y antes de llegar a la Carrera, en la Fuente de las Batallas, orgulloso el Darro se tiñe de florecillas amargas. Otros chorros de la fuente lanza el agua a Granada, y el agua se hace jazmín con sus florecillas blancas. El aroma de los nardos lo alberga ya una paloma que tiene abiertas sus alas. Al sonar de una campana, se despiertan los pintores, con sus chaquetillas manchadas, por los oleos de mil colores que cayeron en sus faldas. Los claveles rojos y blancos que soñaron con ser corona, se ciñen en diademas de la Divina Inmaculada entre Angustias de Patrona. Y en la plaza los niños corren, chillan, vuelan, gritan, saltan, entre un vergel de acerolas, higos secos y azofaifas. Membrillos y verbenas sabe Dios que fue primero, si el azúcar de la infancia, o las tortas de cabello que el Arcángel San Gabriel, hizo nacer de su pelo. Yo no se si fue el Arcángel, u otro angelillo bueno. ¡De alguno tuvo que ser!! Pues seguro vino del cielo.
Y al llegar el río a sus plantas y bajar ya a la Carrera, ya no hubo más fuente en silencio, ya no hubo ríos de espera, los manantiales de Granada, se hicieron blonda en sus caderas…
Aquí está el agua Señora,
del manantial de Granada.
Quise traerla en las manos
y de las manos se me marchaba.
Quizás por que el agua no entiende
que no es tenerla atrapada,
dejarla en un recipiente
para dar de beber al alma.
Y una vez más Granada se hace agua. Y el agua que quiere vivir del sueño, se deja caer templada desde la cascada invisible de Valparaíso. La Abadía ha metido los pies en el río, y después ha corrido a esconderse entre naranjos y limoneros. Los naranjos eran verdes chumberas y el limón un gitano, gallardo y torero, que al ver pasar el río, lo mismo que un toro de fuego, ha metido su estoque de lino en las aguas de nuevo. Y por el Sacromonte Granada en su desespero se hace un barquito de agua con las alas de su sombrero. Por el Albayzin las fuentes de piedra levantan sus enaguas de acero y dejan relucir sus piernas blancas, como cientos de mocitas que cantan, y en su alboroto, lanzan sus chorros de agua, presionando el caño con sus dedos. Unos llegan tan altos, tan altos… ¡que mojan las sayas blancas del mismo San Pedro! con su barba canosa y su largo cabello, con sus ojitos pardos, grandes, cansados donde duerme el caramelo, se alza enojado y rotundo ante las mismísimas puertas del cielo. ¡Que pasa Granada! ¿A que viene este revuelo? Y el agua se calla, enmudece, se apaga, aunque de alguna fuentecilla pequeña de la que se bebe a horcajadas, se torna en risa su caño, y en agua dulce su fragua.
Por la rivera del Darro, el río se hace prosa temprana. Y el bueno de San Pedro, “chorreandito” de agua, al no tener respuesta a su voz hecha palabra, agarra con sus manos el grifo de la Sierra más alta, hasta dejar cerrado el copo, la nieve y el agua. Las fuentecillas lloronas… ya se hacen miel y hojarasca.
Por la rivera del Darro, el río cabalga, sus crines al viento hasta Santa Ana, por ellas la tierra se abre, enmudece y se traga al río embovedado que caminaba a sus anchas. Por Plaza Nueva a Reyes Católicos, bajo sus pies pasan las aguas, algunas saltan entre su fuente, como si fueran cien caños locos, que sueñan con ser cipreses. Y el río, a escondidas, bajo el suelo entre su cabalgada, sueña que aun se reflejan en las brumas de sus aguas, toda una corte de estrellas, brillantes como la plata. Al llegar a la Puerta Real, la más Real de Granada, el agua ya siente en su boca, la destreza de una prosa que ha de posarse en su cara. Y antes de llegar a la Carrera, en la Fuente de las Batallas, orgulloso el Darro se tiñe de florecillas amargas. Otros chorros de la fuente lanza el agua a Granada, y el agua se hace jazmín con sus florecillas blancas. El aroma de los nardos lo alberga ya una paloma que tiene abiertas sus alas. Al sonar de una campana, se despiertan los pintores, con sus chaquetillas manchadas, por los oleos de mil colores que cayeron en sus faldas. Los claveles rojos y blancos que soñaron con ser corona, se ciñen en diademas de la Divina Inmaculada entre Angustias de Patrona. Y en la plaza los niños corren, chillan, vuelan, gritan, saltan, entre un vergel de acerolas, higos secos y azofaifas. Membrillos y verbenas sabe Dios que fue primero, si el azúcar de la infancia, o las tortas de cabello que el Arcángel San Gabriel, hizo nacer de su pelo. Yo no se si fue el Arcángel, u otro angelillo bueno. ¡De alguno tuvo que ser!! Pues seguro vino del cielo.
Y al llegar el río a sus plantas y bajar ya a la Carrera, ya no hubo más fuente en silencio, ya no hubo ríos de espera, los manantiales de Granada, se hicieron blonda en sus caderas…
Aquí está el agua Señora,
del manantial de Granada.
Quise traerla en las manos
y de las manos se me marchaba.
Quizás por que el agua no entiende
que no es tenerla atrapada,
dejarla en un recipiente
para dar de beber al alma.
Y como el agua por si sola
de las manos se me marchaba,
corrió como una loca
por las fuentes y las plazas,
para venir a poner en Tu boca
aquello que del agua sobra,
y aquello que del río mata.
Y le mata al río Tu pena,
Porque Tu pena de ser agua
ya no sería serena.
que por cien cuchillas doradas,
tu pena en silencio me grita
y el agua en tu lecho me habla.
Es tanto tu dolor enardecido
que al llegar hasta Granada,
aquello que tienes de río
lo mismo me tienes de agua.
En el río, el surco de Tus ojos
calla, muerde, se desplaza.
Que no hay más pena ni más trozos
con la que hacerte más chica el alma.
En el agua, la ribera de tus manos,
el martirio y la agonía.
La muerte hecha pedazos,
entre flores de armonía.
El río y el agua,
el agua y el río.
que dolor el de Tu alma
mudo, seco, grande y frío.
Y en medio una enorme Granada,
para Tu fuente de lirios.
¡Aquí está el agua Señora!
Vino a decirte este río.
Caminante donde los halla
entre la flor y el gentío.
Aquí está el agua para su espina,
para su boca y su alma,
dulce para la herida
del costado y de la espalda.
Aquí está este río Señora,
que al pasar bajo Tus plantas,
quiso quedarse dormido
entre los juncos de Tus aguas.
¡Aquí está el río Señora!
Angustias la bien nombrada.
Las fuentes y manantiales
Lagrimitas son de corales,
de la Patrona de Granada.
Y desde entonces San Pedro, “chorreandito” de agua, quiso dejar siempre abierto, el grifo a Sierra Nevada.
Señora Concejal de Medio Ambiente del Excelentísimo Ayuntamiento de Granada, Señor Presidente de la Real Federeación de Hermandades y Cofradias de Granada. Hermanos Mayores, y dignísimas autoridades. Con su permiso. Queridos amigos todos, que os reunís en torno a este patio, para escuchar la décimo séptima Exaltación a Nuestra Señora de las Angustias. Gracias por ser indulgentes con quien os habla, pues en estos trances os aseguro, es el alma quien habla más por convicción, que la conciencia y el pensamiento, la seguridad y el arrojo. Gracias Encarna, Pregonera de altura por tus palabras hacia mi persona, y que está tarde noche me precedes, pues los que hemos tenido la suerte torera, créanme, de ponerse tras de un micrófono, nada reconforta más, que el quite de la palabra bien avenida y las tuyas, sin duda inmerecidas de elogios al hablar de mi persona, hacen que mi estoque deje de temblar y sentirme seguro abrazado una vez más, a esta muletilla de versos que puedan albergar estas páginas. Muchas gracias de todo corazón. De la misma forma, quisiera agradecer a D. Antonio Méndez, Presidente de la Asociación Cultural y Solidaria “Granada Siempre” no solo por haber permitido que fuese yo, el encargado de tan ardua tarea, por las que con anterioridad pasaron prestigiosas plumas y mejores personas, sino y de igual manera, por todas aquellas iniciativas que la Asociación que presides, se hace artífice para promover lo mejor de nuestra tierra. Gracias aquellas personas que junto a ti, en aquellos tiempos, os reunisteis por primera vez y decidisteis realizar lo que hoy es un hecho. Aquellos Horquilleros, con sus tertulias, librando batalla para sostener de manera altruista todas y cada una de las tradiciones de Granada. Fruto también de ello, la recuperación de los Premios Barreta, que en breves momentos serán entregados y a los que aprovechando está tribuna, felicito de corazón. Que buen nombre querido Antonio el de la Asociación que presides, jamás titulo alguno pudo expresar con mayor claridad, al leerlo al revés, mayor granadinismo. Seguro estoy de no ser el primero en pensarlo o transmitirlo “Granada siempre” “Siempre Granada.”
Decir Granada indudablemente es saborear cada uno de los encantos únicos que ha esta bendita tierra de María Santísima vienen unidos por los siglos de historia que recorren cada uno de sus melancólicos rincones. La música, interpretada magistralmente y de una manera especial por cada fuente cristalina y romántica que habla, murmura siente y padece como si tuviera la grandeza de tomar vida cada noche. El misterio descolgado en cada uno de los naranjos como el mejor de sus frutos, el embrujo a media luz de una farola, cuando la tarde apura su último aliento saboreando el beso entre el murmullo de un te quiero sosegado y mortal. En Granada por amor se muere y por el se llega a la vida. Granada en sí, es otra forma de vivir con los ojos abiertos sin llegar a saber jamás, cuanto de vida fue real y cuanto fue fruto de un mismo sueño. En Granada la luz es lo más parecido a un suspiro, capaz de iluminar solo un segundo, y sin embargo que perdure toda una vida. Una luz diferente, plasmada en cada instante sobre el lienzo de un artista o el verso de un poeta. Decir Granada, es decir Albayzin y volver a dejarse abrazar por el sueño de un requiebro. Decir Granada es abrir los ojos y sentirte observado por cada torre de una Alhambra que zarandea nuestros sentidos y nos muerde el olvido sin consentimiento. Decir Granada es dejar que el Sacromonte encienda el bordón de una guitarra, hasta que el fuego de una zambra retuerza nuestro cuerpo para apagarlo después sumergiéndonos los pies descalzos en los surtidores prohibidos donde duermen mansos los hechizos de la luna. Decir Granada es pintar de flores diferentes el vergel de una Bibrrambla con sonidos ensordecedores de niños y trasladar el alma hasta la Plaza de las Pasiegas para hacerla inmortal, bajo el campanario mayor de nuestro Sagrario pequeño. Decir Granada amigos míos, es decir primavera y cuajar todas y cada una de nuestras calles de una Pasión que siembra Cristos debajo de cada uno de nuestros balcones, toda vez que el azahar desnuda su enjambre de flor, hasta dejarla yerta sobre la rama. Decir Granada… y escuchar el canto de curas, monjes y novicios formando toda una corte celestial al paso omnipotente del Sagrado Corpus Christi. Decir Granada es sentir como la juncia se enreda en nuestros talones, mientras nuestra infancia aun sigue cerrando los ojos entre gigantes y cabezudos. Decir Granada es decir Septiembre, y observar como al almanaque del tiempo, le ha crecido una hoja de otoño que se niega a caer del árbol centenario de la Carrera. Y entonces, le dirá la flor a la rama;
Le dijo la flor a la rama.
Antes de que me muera,
llévame pues a Granada
y déjame en la Carrera.
Cuando veas mis hojas grandes,
cuando más coloridas las veas,
antes que el viento espante
mis pequeñas caderas.
Y me haga caer al suelo
donde nadie me vea,
o venga a cortarme el novio
y de regalo a una mozuela,
ponga la sed de mi tronco
entre cristales de Bohemia.
Que yo no le pongo prisa,
a que a mi la vida me cortes.
Lo que no quiero es que la brisa
o la pasión de los hombres,
den con mi sonrisa
en otras plantas, por otros dones.
Septiembre es buena dicha,
si a mis deseos respondes.
que parezca una caricia
en mi mundo de colores.
Allí a la Madre morena,
dicen los ruiseñores,
le forman una escalera
y toditas las flores,
a cambio de alguna pena
le van regalando colores.
Y yo quiero para ella,
poner mi estío en su cara.
El aroma sobre su manto,
hasta que una sonrisa temprana,
del manantial de su llanto
y de su pena soberana,
no quede más que el suspiro,
de querer arrimarme a su oído
y decirle bajito… ¡guapa!
Si con ello alcanzara su Gloria
a través de sus pestañas,
entenderías pues mi euforia
al desprenderme de Tu rama.
La Virgen de las Angustias
que es la Virgen que me llama,
tiene a su niño en brazos
sin aliento y sin palabra.
Y yo amarrada al tiempo
sin que el tiempo pudiera,
dejarme sembrada en su cuerpo
bajo un viento de canela.
de las manos se me marchaba,
corrió como una loca
por las fuentes y las plazas,
para venir a poner en Tu boca
aquello que del agua sobra,
y aquello que del río mata.
Y le mata al río Tu pena,
Porque Tu pena de ser agua
ya no sería serena.
que por cien cuchillas doradas,
tu pena en silencio me grita
y el agua en tu lecho me habla.
Es tanto tu dolor enardecido
que al llegar hasta Granada,
aquello que tienes de río
lo mismo me tienes de agua.
En el río, el surco de Tus ojos
calla, muerde, se desplaza.
Que no hay más pena ni más trozos
con la que hacerte más chica el alma.
En el agua, la ribera de tus manos,
el martirio y la agonía.
La muerte hecha pedazos,
entre flores de armonía.
El río y el agua,
el agua y el río.
que dolor el de Tu alma
mudo, seco, grande y frío.
Y en medio una enorme Granada,
para Tu fuente de lirios.
¡Aquí está el agua Señora!
Vino a decirte este río.
Caminante donde los halla
entre la flor y el gentío.
Aquí está el agua para su espina,
para su boca y su alma,
dulce para la herida
del costado y de la espalda.
Aquí está este río Señora,
que al pasar bajo Tus plantas,
quiso quedarse dormido
entre los juncos de Tus aguas.
¡Aquí está el río Señora!
Angustias la bien nombrada.
Las fuentes y manantiales
Lagrimitas son de corales,
de la Patrona de Granada.
Y desde entonces San Pedro, “chorreandito” de agua, quiso dejar siempre abierto, el grifo a Sierra Nevada.
Señora Concejal de Medio Ambiente del Excelentísimo Ayuntamiento de Granada, Señor Presidente de la Real Federeación de Hermandades y Cofradias de Granada. Hermanos Mayores, y dignísimas autoridades. Con su permiso. Queridos amigos todos, que os reunís en torno a este patio, para escuchar la décimo séptima Exaltación a Nuestra Señora de las Angustias. Gracias por ser indulgentes con quien os habla, pues en estos trances os aseguro, es el alma quien habla más por convicción, que la conciencia y el pensamiento, la seguridad y el arrojo. Gracias Encarna, Pregonera de altura por tus palabras hacia mi persona, y que está tarde noche me precedes, pues los que hemos tenido la suerte torera, créanme, de ponerse tras de un micrófono, nada reconforta más, que el quite de la palabra bien avenida y las tuyas, sin duda inmerecidas de elogios al hablar de mi persona, hacen que mi estoque deje de temblar y sentirme seguro abrazado una vez más, a esta muletilla de versos que puedan albergar estas páginas. Muchas gracias de todo corazón. De la misma forma, quisiera agradecer a D. Antonio Méndez, Presidente de la Asociación Cultural y Solidaria “Granada Siempre” no solo por haber permitido que fuese yo, el encargado de tan ardua tarea, por las que con anterioridad pasaron prestigiosas plumas y mejores personas, sino y de igual manera, por todas aquellas iniciativas que la Asociación que presides, se hace artífice para promover lo mejor de nuestra tierra. Gracias aquellas personas que junto a ti, en aquellos tiempos, os reunisteis por primera vez y decidisteis realizar lo que hoy es un hecho. Aquellos Horquilleros, con sus tertulias, librando batalla para sostener de manera altruista todas y cada una de las tradiciones de Granada. Fruto también de ello, la recuperación de los Premios Barreta, que en breves momentos serán entregados y a los que aprovechando está tribuna, felicito de corazón. Que buen nombre querido Antonio el de la Asociación que presides, jamás titulo alguno pudo expresar con mayor claridad, al leerlo al revés, mayor granadinismo. Seguro estoy de no ser el primero en pensarlo o transmitirlo “Granada siempre” “Siempre Granada.”
Decir Granada indudablemente es saborear cada uno de los encantos únicos que ha esta bendita tierra de María Santísima vienen unidos por los siglos de historia que recorren cada uno de sus melancólicos rincones. La música, interpretada magistralmente y de una manera especial por cada fuente cristalina y romántica que habla, murmura siente y padece como si tuviera la grandeza de tomar vida cada noche. El misterio descolgado en cada uno de los naranjos como el mejor de sus frutos, el embrujo a media luz de una farola, cuando la tarde apura su último aliento saboreando el beso entre el murmullo de un te quiero sosegado y mortal. En Granada por amor se muere y por el se llega a la vida. Granada en sí, es otra forma de vivir con los ojos abiertos sin llegar a saber jamás, cuanto de vida fue real y cuanto fue fruto de un mismo sueño. En Granada la luz es lo más parecido a un suspiro, capaz de iluminar solo un segundo, y sin embargo que perdure toda una vida. Una luz diferente, plasmada en cada instante sobre el lienzo de un artista o el verso de un poeta. Decir Granada, es decir Albayzin y volver a dejarse abrazar por el sueño de un requiebro. Decir Granada es abrir los ojos y sentirte observado por cada torre de una Alhambra que zarandea nuestros sentidos y nos muerde el olvido sin consentimiento. Decir Granada es dejar que el Sacromonte encienda el bordón de una guitarra, hasta que el fuego de una zambra retuerza nuestro cuerpo para apagarlo después sumergiéndonos los pies descalzos en los surtidores prohibidos donde duermen mansos los hechizos de la luna. Decir Granada es pintar de flores diferentes el vergel de una Bibrrambla con sonidos ensordecedores de niños y trasladar el alma hasta la Plaza de las Pasiegas para hacerla inmortal, bajo el campanario mayor de nuestro Sagrario pequeño. Decir Granada amigos míos, es decir primavera y cuajar todas y cada una de nuestras calles de una Pasión que siembra Cristos debajo de cada uno de nuestros balcones, toda vez que el azahar desnuda su enjambre de flor, hasta dejarla yerta sobre la rama. Decir Granada… y escuchar el canto de curas, monjes y novicios formando toda una corte celestial al paso omnipotente del Sagrado Corpus Christi. Decir Granada es sentir como la juncia se enreda en nuestros talones, mientras nuestra infancia aun sigue cerrando los ojos entre gigantes y cabezudos. Decir Granada es decir Septiembre, y observar como al almanaque del tiempo, le ha crecido una hoja de otoño que se niega a caer del árbol centenario de la Carrera. Y entonces, le dirá la flor a la rama;
Le dijo la flor a la rama.
Antes de que me muera,
llévame pues a Granada
y déjame en la Carrera.
Cuando veas mis hojas grandes,
cuando más coloridas las veas,
antes que el viento espante
mis pequeñas caderas.
Y me haga caer al suelo
donde nadie me vea,
o venga a cortarme el novio
y de regalo a una mozuela,
ponga la sed de mi tronco
entre cristales de Bohemia.
Que yo no le pongo prisa,
a que a mi la vida me cortes.
Lo que no quiero es que la brisa
o la pasión de los hombres,
den con mi sonrisa
en otras plantas, por otros dones.
Septiembre es buena dicha,
si a mis deseos respondes.
que parezca una caricia
en mi mundo de colores.
Allí a la Madre morena,
dicen los ruiseñores,
le forman una escalera
y toditas las flores,
a cambio de alguna pena
le van regalando colores.
Y yo quiero para ella,
poner mi estío en su cara.
El aroma sobre su manto,
hasta que una sonrisa temprana,
del manantial de su llanto
y de su pena soberana,
no quede más que el suspiro,
de querer arrimarme a su oído
y decirle bajito… ¡guapa!
Si con ello alcanzara su Gloria
a través de sus pestañas,
entenderías pues mi euforia
al desprenderme de Tu rama.
La Virgen de las Angustias
que es la Virgen que me llama,
tiene a su niño en brazos
sin aliento y sin palabra.
Y yo amarrada al tiempo
sin que el tiempo pudiera,
dejarme sembrada en su cuerpo
bajo un viento de canela.
Y poner en sus manos mi flor
y en mi pétalo su pena,
y poder gritarle al Señor
¡Ay Señor! si yo pudiera…
Por eso te digo ¡rama!
Antes de que me muera,
llévame pues a Granada
y déjame en la carrera.
Y es por ello, que irremediablemente, decir Granada en Septiembre, es decir sobre todas las cosas, Reina y Madre Virgen de las Angustias, Patrona, Reina y Salve, de todos los hijos de buena voluntad, que bajo tu manto, posan sus flores bajo el lazo de una plegaria. Y así, desde los primeros días del noveno mes de cada año, como hemos visto nuevamente acaecer, ante Ella, se congregan todas las Instituciones y Asociaciones. Todos y cada uno de los Estamentos Civiles, y Militares, Corporaciones públicas y privadas, de todas las condiciones y de todas las jerarquías. Todas rinden con su presencia, desde cualquier punto de nuestra geografía el mismo homenaje. Rendidos a sus plantas con la mirada perdida y el corazón henchido de amor, para quien todo lo hizo con amor y por amor. Dolorosa y Patrona de Granada, Virgen de las Angustias, sin pecado concebido.
Y es por todo ello, que hemos visto nuevamente, como cada año, al llegar el quince de Septiembre, Granada se torna en jardín en flor que deambula entre callecitas hasta llegar a la Basílica. Grandes y mayores, niños y no tan niños, acaudalando en sus brazos la frágil ofrenda de la flor. Por la plaza del Humilladero y el puente romano del Genil, más y más gente, hasta llegar a congregarse al final de la serpentina de colores que forma Granada desde la Acera del Darro, el Zaida y la Carrera, nuevamente la Carrera de la Virgen. Y allí Granada a Tus plantas. El canto de los coros que se afanan en afinar sus mejores cánticos que a Tus penas puedan y permitan sosegar con el más frágil de los piropos. Toda llena de flores, para la que es más flor que ninguna. Llegadas desde el cielo y la tierra por manos humanas para llegarlas a prender de Tu corazón dolorido. El tiempo se detiene, por que las manecillas del reloj se han quedado perplejas ante el espacio imponente de Tu ternura. El murmullo ensordece y no grita, pero se hace presente en cada expresión de fe que acontece ante la fiel mirada con la que nos premias la ofrenda, y la flor. Allí los aromas se mezclan entre nuevos arrayanes precisamente inventados bajo Tu divina advocación, mientras Tu hijo, quizás, ¿por que no? El Señor de Granada, alza con destreza su cabeza reclinada, hasta poner sus pupilas ante el vaticinio de las tuyas, que todo lo saben y todo lo observa, para decirte.
Madre mía, ¡no llores más!
que ya no más por mi consuelo,
a Tus pies tienes Granada.
No más pido, nada quiero.
Morir en Granada es,
haber llegado ya al cielo.
En pocas horas, la Santísima Virgen de las Angustias, recorrerá las calles de Granada. ¡Que amanecer más bueno! Saber que por una Granada dormida, velará una Madre aún a sabiendas de que su pena, es la pena más grande. ¡Que amanecer tan magnánimo! Saber que otra Granada entera estará echada a las calles para sembrar de plegarias el Rosario de Tu aurora. A empujones las estrellas buscan el lugar en la Tribuna del cielo para arremolinarse y verte desde el firmamento. Los Ángeles acomodando Santos, “Vosotros a la derecha, que desde aquí Granada se ve, sin que ninguna otra estrella, pueda ponerse en medio de su manto de pureza.” San José, permítame su excelencia, por que Díos así lo ha dicho, escoja este balcón, que es el mejor del paraíso, para que vea usted a María, lo más cerquita que pueda. Y San José que es Santo bueno y marido de ella, se encoje de hombros, se sienta, mientras se le escapa un puchero enorme, desde la barbichuela. ¡Está guapa José!, - le dice San Juan de Dios, - mientras desde una escalera espanta con sus dos manos, unas nubecillas pequeñas, que pretendían quedarse en el campanario. Ya están los Santos sentados, ahora las Santas. La de más baja estatura, sin hacer mucho ruido, pueden sentarse en la luna, menos usted Santa Isabel que quizás por su altura, con Santa Ana y Santa Úrsula, sin que se queden de pié, y sentadas de una en una, puedan observar también a la Virgen de las Angustias. Los Arcángeles sin trompetas, los Ángeles chicuelos que se sienten a horcajadas en aquellos cuatro luceros, revoltosos y rubios, blanquitos y morenos, mientras Dios se arremanga las vestiduras y sostiene en brazos a dos de ellos. ¿San Pedro que te pasa que tienes fruncido el ceño y la saya mojada? Ya le contaré mi buen Dios, en Septiembre lo que pasa, con las fuentes y los ríos que tienes puestos en Granada. Ya está la Tribuna montada en las alturas del firmamento. La Gloria acicalada con los mejores atuendos, y en la tierra más hermosa, reluciente está Granada entre miles de azucenas, mil acacias y mil almendros.
Los Santos y las Santas, los Ángeles grandes y pequeños y toda una corte de Beatos que ya esperan el momento, de ver en la Carrera, a esa Virgen Morena recogiendo besos y flores, bajo la luz de las velas. Y entre tantos Beatos, un Beatillo nuevo. Reluciente como nunca, con su barbita hasta el suelo, hace correr la silla, hasta estremecer la tarima del cielo.
¡Hay va mi Virgen Guapa!
Ya grita el de Alpandeire.
Que se enciendan las campanas
y que de toda la alpujarra,
empiece a bajar la gente.
Que vengan sus pueblos blancos,
desde el norte hasta el sur,
desde el este, hasta el oeste
y que no quede un andaluz,
que por su gracia se preste
a poner un rayo de luz,
a la que avanza ante la Cruz
más hermosa y más valiente.
Que aun teniendo la pena más grande,
siempre herida de muerte,
no hay quien me la pare
en su largo camino de frente.
¡Angustias mi Virgen Guapa!
No hay quien se te compare,
en estas tierras soberanas
rodeadas por los mares.
Generalísima capitana,
madrecita entre todas las Madres,
resplandor de las mañanas
cuajadita de pesares.
Discúlpeme Señor, con su permiso.
estas voces y los halagos,
desde el mismo corazón me son nacidos,
que por sentirse justificados,
de no haberlos dicho Señor
sería el mayor de los pecados.
San Pedro, - Dijo Dios –
¿Y Quién es este Beato?
“Fray Leopoldo de Alpanderire,
un Frailecillo bueno recién reverenciado,
que por tu gloria es Bendecido
y por Granada Venerado.”
Malagueño de nacimiento
que asentado en Granada,
¡Sabe Dios que yo no miento!
Fue el Fraile más limosnero,
halla donde los halla.
Aunque hay algo que no entiendo.
Pues un trocito de su sarga,
como un pequeño remiendo
se encuentra en millones de estampas.
¡Señor como es posible,
si tenía solo una sarga!
San Pedro no seas incrédulo…
¡Que todo es posible en Granada!
Y manda poner una silla
en otro balcón a mi costado,
con un letrero que diga;
“Aquí se sienta otro beato.”
El más viejo peregrino
con sitio de honor en la gloria.
Frailecillo Capuchino
de su Divina Pastora.
Ante la Virgen de las Angustias,
¡Atiende bien lo que te digo!
Y que en el letrero le ponga;
“Al fraile mas granaino
que tiene Dios en la Gloria,
el día que se hizo beato
y pudo ver desde lo más alto,
los ojos de su Patrona.”
Y así, como este humilde orador proclama, dentro de tan solo unas horas, la Virgen de las Angustias, no me cabe la más mínima duda, en el Rosario de la Aurora, cuando las luces casi apagadas de la madrugada la lleven hasta la Catedral de Granada, y los luceros dejen de brillar paulatinamente, un nuevo resplandor acariciará el más hermoso de los perfiles jamás imaginado. Una nueva luminiscencia, que Granada regalará a su Santísima Virgen envuelta en el más bello de los amaneceres. Nuevamente el sueño y el embrujo se apoderará de cada uno de los que sigamos su camino. Cuando atraviese las puertas de la Anunciación, la campana que detiene sus pasos, resonará multiplicada por mil entre cada una de las inmensas columnas que sostienen la magistral obra de Diego de Siloé y Alonso Cano. La Virgen llevará en su regazo además de la muerte hecha gubia de su hijo, todo un abanico de promesas que los granadinos han ido suplicando con sus bocas calladas y su rezo sosegado a lo largo del recorrido. Septiembre es el mes de la súplica ante la más grande. Y ella que lo sabe, ha salido a las calles una vez más, para escuchar al gentío que la aclama. Ella es el camino y Granada la senda virtuosa por la que sus pies desnudos caminarán durante horas. Un nuevo resplandor acaricia el más bello de los perfiles, no me cabe la más mínima duda. Algún piropo desde uno de los rincones desde el pie de la Torre, uno más entre tantos, ha saltado entre las gentes que la aclaman. Ella apenas a girado la cabeza, todo lo más el amanecer habrá dibujado una nueva aureola de colores en su cara. Todo será en vano. No hace falta que el sol peine con el trigal de sus dedos su perfecta nariz y su boca. Ya tenía sonrojada la cara, desde el primer momento que escuchó aquel requiebro.
“Madre mía que guapa eres
a la luz de la luna.
La más bella de las mujeres
que entre tantas ninguna,
dejó pues los claveles
como la verde aceituna.”
Queridos amigos, el Rosario de la Aurora, solo habrá sido la antesala al Domingo más glorioso que Granada conoce. A primeras horas de la tarde, la Santísima Virgen de las Angustias, definitivamente se encontrará nuevamente en las calles de Granada. Todo habrá dado comienzo de una manera singular. Pues no es habitual que por dos veces la Virgen haya salido por dos puertas diferentes para encontrarse con el júbilo de la misma ciudad. Desde primeras horas de la mañana de la Basílica que lleva su nombre y al despuntar la tarde, desde las inmensas puertas de la Catedral para dar de frente con la Plaza ya chica de las Pasiegas. Y nuevamente la campana mandará pararla si así procede debajo de algún balcón. Los Horquilleros, dejarán descansar su hombro durante unos segundos y nuevamente al golpe de la campana, alzarán majestuosamente Tu semblanza hasta los cielos. Y más repique de Campanas, otras campanas con diferentes bocas grandes y anchas aclamarán Tu gloria por todos los rincones. Tu corona comenzará a emitir mil destellos que bajo el reflejo de las luces naturales y los fogonazos artificiales de cámaras y objetivos, querrán inmortalizarte para siempre en un trozo de papel. La Virgen de las Angustias, la que vive en la Carrera, (como así se canta) está ya en la calle. Los sonidos atronadores de los cohetes lo han anunciado. El cielo ha abierto sus puertas de par en par, y por ellas solo penetran gorriones y jilgueros que anuncia su majestuosa estampa en la tierra de María Santísima.
Señora y quizás sea el momento para volver a mirarte e intentar buscar la razón a este mundo de dudas en el que a veces, más de las que quisiéramos, nos asaltan hasta llegar a perder el verdadero significado de la Fe. Quizás sea en este perfecto momento, en el que abandonado ya Tu camarín de cristal donde pareces inalcanzable. Mientras tenemos el tiempo justo de mirarnos bajo el mismo cielo, pueda decirte lo que pienso, aunque ello me condene el resto de los días. Pecado sería no hacerlo y un acto de cobardía el derecho de omitirlo. Señora, no puedo concebir que seamos los que te rezamos, los que equivocadamente andemos como náufragos en la tempestad de los tiempos que nos han tocado vivir. Hay demasiadas plegarias en los ojos de los ancianos, para sentirlas equivocadas y demasiada ira, en aquellos que te niegan. He visto a Granada rendida a Tus pies, a los más ancianos con los ojos cuajados de lágrimas, musitando plegarias cada vez que tu trono de plata ha pasado junto a ellos. He podido advertir sus sollozos y sus rezos, sus manos cansadas realizando el más hermoso de los actos al santiguarse en Tu presencia. No es una Granada de Laicos, quien te venera y me niego a pensarlo si así lo fuera. He visto a los niños con sus boquitas manchadas balbucear un padre nuestro a penas sin distinguir unas palabras de otras, y señalar con el dedo Tu lágrima, y preguntar una y mil veces, como se puede vivir con el corazón traspasado por siete dagas. Y he advertido que Granada, que esta Granada multicultural, tiene y debe seguir creciendo y haciendo mayores sus creencias a pesar de que de las aulas escolares, continúen descolgándose los crucifijos. He invocado mi perdón, porque quizás tampoco demos el mejor ejemplo cuando ante nuestros ojos, día a día, pasas de igual forma y tantas veces sin corona real, sin cetro, y a Tu imagen y semejanza no acertamos a reconocerte, en el que pasa hambre y tiene sed. He visto admirado, cuantas mujeres han pasado una flor que descolgada de Tu jardín florido ha venido a caerse al suelo, cuando la tan nombrada campana, ha vuelto a poner en marcha Tus soberanos pasos, toda vez que algunas manos han corrido a coger la flor y la han pasado por el vientre materno de alguna madre, que lleva engendrado en su cuerpo una nueva luz, y una nueva vida. Y he pensado ¡Virgen de las Angustias! cuantos inocentes más tienen que privarse de su existencia, en este mundo donde los derechos, prevalecen a otros llenos de muerte y flacos de vida. ¿Cuantas risas dejarán de escucharse a Tu alrededor? ¿Cuantas velas apagadas por falta de pabilo? Cuanta inocencia maltratada por los besos sucios y embusteros de nuestra sociedad. He visto a Granada rendida a Tus pies. He visto la Gran Vía, tan poblada de gente ante Ti, que se ha hecho pequeña, hasta no coger ni el suspiro. He visto a los palieros, intentar seguir lo más cerca de Tu cabeza, para que el aire no desprenda el menor de Tus cabellos y ser imposible su empresa, ante el tumulto de las gentes intentando arremolinarse ante Tus plantas. He escuchado cientos de vivas, y estremecerse en aplausos quien con su garganta seca, solo ha tragado el dulce beso de la emoción ante Tus ojos. Los he sentido cada Septiembre, suplicarte un hilo de vida, para quien de vida en nuestras camas se retuercen de dolor. He visto al cáncer agonizar, ante el soplo de la esperanza que solo Tú eres capaz de transmitir y he visto en la soledad de un banco de Tu Basílica, multiplicarse por mil las emociones, condenadas a vivir sobre un pañuelo de por vida en forma de lágrima. He visto la majestuosidad de los árboles inclinarse ante Tu belleza, hasta formar un inmenso arco de triunfo con el abrazo fugaz de sus ramas. He visto al acaudalado, intentar ayudar al necesitado, para que desde un pretil de un balcón de Granada, pueda verte desde más cerca y no dejarlo bajar, hasta lograr el propósito de llevarse un suspiro chico, pero tuyo, esa noche a su casa. Señora, he visto a toda una Ciudad, de rodillas, sin que apenas hubiese hecho falta inclinar las piernas sobre el asfalto, pues los corazones carecen de altura para ponerlos siempre a Tus pies…
Que crea quien quiera creer
y quien quiera creer que crea,
pero que no busquen la manera
de querer dar a entender,
que la vida es una quimera
que solo nace en Tus pies.
Que en toda Granada entera
no duden de lo que es,
una devoción verdadera
bien triplicada por diez.
Y aquí está siempre Granada,
ya lo ves, no hay otra manera,
con la que poder entregarte el alma
si es que el alma se diera.
Y como el alma es prestada
mientras el cuerpo viviera,
ven pues a reclamarla,
cuando la estimes de veras.
Ahora que tienes tantas
puestas al pie de Tu Carrera,
escoge la que te venga en gana
una a una, la que Tú quieras.
Pues siendo Tú la soberana
para escoger la que quisieras,
escogiste para Tu alma
la más cuajada de penas.
Que ironía más amarga,
si es que con ello ofendieras
a otros cuerpos y otras almas,
que ni rezarte quisieran.
Pues aquí esta Granada
para quien Tu Dogma defendiera,
que no ha visto laicos más cristianos
andando por las aceras.
Que crea quien quiera creer
y quien quiera creer que crea,
pero que no busquen la manera
de querer dar a entender,
que la vida es una quimera
que solo nace en Tus pies.
Ramilletes de Hierba buena
pues será lo que tenga que ser,
mientras queden mil crucifijos
colgados de una pared.
Y cada Septiembre, y cada año que pase, quizás podamos advertir, que en su trono, un nuevo jardín sale al paso entre nuevos e inmaculados tonos de colores. Diferentes e inmaculados aromas que se deslizan sutilmente por las esquinas. Recientes adornos en su pecherin de plata que alberga a su corazón dolorido. Un nuevo reflejo del que antes hablábamos, que bien pueda venir de su hermosa corona de Reina, entre todas las Reinas. Siempre podremos advertir una nueva mueca en su barbilla, un nuevo suspiro, una nueva emoción incontrolada, como aquella que queda en la mejilla, justo en el mismo instante en el que una nueva lágrima furtiva ha nacido desde el surtidor de sus ojos. Pues tengo la absoluta seguridad (o será el sueño de los bohemios) de que la Virgen de las Angustias, cada año que sale a la calle, siempre estrena lágrimas nuevas.
Bendito fuera el carpintero
y en benditas manos las gubias,
que formaron los requiebros
de la Virgen de las Angustias.
Por que jamás un rostro fue capaz de trasladar en la misma impronta, lo mismo el dolor encarnecido y tanto igual una Paz asombrosa que nos sosiega y nos devuelve a la calma de las pasiones. Una Victoria ante la muerte, aunque tras ellas las entrañas de madre se fundan junto a la grandeza de Reina soberana de los cielos. Por que jamás un rostro fue capaz de albergar lo mismo bajo su Dulce nombre, igual tormento, y semejante belleza anta la mayor de las Maravillas. Al mirarte Señora, en el jamás nos equivocaremos al llamarte Encarnación de la Carrera, pues a tanto llevas Granada en el alma, como Granada te implora, te aclama y te venera. Y eres Señora, Luz, desde el campanario que marca las horas y veleta del tiempo, que señala los vientos sin enseñar un solo dedo. Eres Dolores del Darro, valiente a la caída de la tarde, cuando el sol acaricia la vega con el pincel amargo de tus pestañas. Eres Amargura, Señora, que como una florecilla tronchada busca el agua y el río, sin saber que ambas, ha sembrado Dios en Tus mejillas. Eres Consolación en Septiembre por un día sobre Tu trono de escarcha y Caridad infinita en el interior de Tu camarín durante el resto del año. Que hermosa cajita de música, para abrirla y escucharla, junto con el soniquete templando del bronce y las campanas… Eres Señora, la Esperanza de la Carrera, te marchas siempre para luego volver, y la espera se hace infinita en las manecillas inquietas de los relojes.
Que mal reparto en Tus bendiciones,
pues a lo largo de un año
tan solo un día me paso,
aclamándote por los balcones.
Eres Señora, Lágrimas, tímidas y melancólicas. Eres tres veces Soledad de Capilla y el torno donde nuestros pecados se disipan en la inmensidad de Tus ojos. Eres gitanilla de Sacromontes, donde las altas Abadías se agachan a Tus talones, para cubrirte con zapatillas, los piececitos de cobre. Eres Señora Penas de San Matías y Rosario de Santo Domingo, Eres Merced de Carmelitas Descalzas y la más gloriosa alabanza para al gentío, que entre las calles y las plazas, ante el grito de ¡Guapa! a Tu corazón enardecido, parece que se le escapa una sonrisa temprana, desecha en sal, envuelta en trigo. Eres Remedios de la Carrera y Salud ya comprendida, que a tus abismos de pena, toda Granada entera quiso morir contigo. Y Eres Aurora del Albayzin y Estrella del paraíso, una Concha de canela de donde emerge el estío. Eres Amor y trabajo, señora del peregrino, que puso en sus almanaques, un septiembre, caluroso o frío, donde soñar que Tu gloria precede, a un vergel de laureles donde se encuentra Tu hijo. Y eres Señora Misericordia y Mayor Dolor en Tu ternura, donde no hay más blancor que el de la luna, más grande y más redonda, donde poner a guardar cuando quieras, aquellas sienes que se ofrecen, como el pedestal de Tu corona. Y entre todas las advocaciones, eres Resurrección y Triunfo, peteneras y Alegría. ¡Que infinita Virgen María! que por más Dolores tuvieras, siempre estás en la carrera, presta a cambiar perdones. Y en la Alhambra, En Santa María de la Alhambra entre Torres de Abencerrajes, bien te guarda en las alturas una Torre de la Vela, que si en otro silencio se presta, acurrucarse en Tus altares, donde la fuente de los leones, entre peces de colores, se hacen flores de arrayanes.
Virgen de las Angustias, jamás ningún rostro fue capaz, de trasladar en la misma impronta a tan irremediable dolor, hermosura parecida. Solo por Ti, la gloria infinita, solo por Ti, la filigrana, solo por Ti, el verso y la rima y el canto por seguirillas se hacen fuego en Granada.
Queridos amigos, quien os habla, ha de dejar trascurrir el tiempo y callar la palabra. Si una imagen bien vale más que mil de ellas, que vengan pues todos y cada uno de los sueños. La realidad está presta a desnudar el pensamiento de versos chicos. A las campanas apenas les quedan un par de bostezos para terminar de abrir sus anchas bocas, y al agua una sinfonía menor, que dejar escapar por la rivera de sus ríos. Este Horquillero que lo es, ha de hacer del silencio la última palabra y de la última palabra, el penúltimo suspiro antes de que mi hombro, pueda sentir nuevamente el peso sublime de su paso. En él duermo cada último domingo de septiembre, por un instante infinito, justo el que me ofrece el tiempo para dedicarle un rezo más, siempre con una plegaria de menos, pues al final, cuando más cerca me hallo y en más detengo mi quimera, siempre el sonido de su campana, estremece mi cuerpo y me despierta.
Decir Granada, es dejar un único instante para decirlo todo sin volver a abrir la boca. Al decir Virgen de las Angustias, al instante no le queda nada. Todo se ha dicho, ahora solo queda ver para creer, o creer mejor, sin haber visto. ¿Quién no recuerda aquel verso anónimo que dice? Tres jueves tiene el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión. Pues sin duda, y ya que otro dicho otorga a que todo es posible en Granada, bien pudiera decir la estrofilla, Hay tres Jueves que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión y un Domingo de Angustias, propinilla del Señor.
Puede usted venir como si nada
y pasear por mis calles vacías,
o enseñarle pues a deshoras
como mis cuatro farolas,
permanecen de noche encendidas.
Puedo enseñarle la calma,
en una noche cerrada
y como desde una baranda,
una luna gitana
abre sus ojos morenos,
tras de sus negras pestañas.
Puedo enseñarle los cielos,
desde los montes y las chumberas
y el cante que se desgarra,
en cada una de las cuevas.
Puedo enseñarle el aroma,
que tienen todas las flores
y el vuelo de una paloma
y las aguas de colores.
Puedo enseñarle la gracia,
desde otros cuatro balcones
donde pasean las muchachas,
con sus risas y tacones.
Puedo enseñarle la brisa
y el amanecer de los pintores,
cuando dibujan las risas
con sus pinceles enormes.
Puedo enseñarle la Alhambra
para que sienta en los surtidores,
como se besan las almas
de cientos de soñadores.
Y si quiere que le enseñe la Gloria,
venga usted como si nada
pues detrás de aquella loma,
está sentada Granada.
¿Dónde va usted con tanta prisa?
Tenga usted algo de espera.
Pues la Patrona y Soberana
sentadita en la Carrera,
ya le escucha sus plegarias
desde Ronda a Plaza Nueva.
La virgen de las Angustias,
¡La más grande y torera!
Madre entre todas las madres
en este Septiembre de espera,
presta a salir a las calles
para quitarle las penas.
¡Oiga usted, mi buen hombre!
Que se lo digo para que crea.
Y si acaso de mi palabra duda,
que venga pues Dios y lo vea.
---------------------------------------------------------------------------He dicho
José Manuel Rodríguez Viedma
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(Texto integro del XVII Pregón Exaltación a la Patrona de Granada
La Santísima Virgen de las Angustias)
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Agradecimientos Personales;
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Asociación Cultural y Solidaria Granada Siempre y en su nombre a Don Antonio Méndez, por su encargo.
A Doña Encarna Ximénez de Cisneros, por su amabilísima presentación.
A su Ilustrísima Señora Doña María Dolores de la Torre, Concejal Delegada de Medio Ambiente del Excelentísimo Ayuntamiento de Granada, por sus elogiosas palabras.
A Don Antonio Martín Sánchez, Presidende de la Real Federación de Cofradías de Granada, por su acompañamiento especial.
A TG7 por la divulgación y comunicación del acto, a Don Jorge Martínez por su profesionalidad.
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A todos, muchas gracias.
1 comentarios:
TG7 se llama TG7, no "TG7 Granada Televisión". Granada Televisión es otra cosa, que no nos gusta a casi nadie...
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