lunes, 10 de noviembre de 2014

Recital de poesía.

 
 
RECITAL DE POESÍA
ACENTOS "GRANAINOS" DE IDA Y VUELTA
 
 
 
 
 
Pasaban algo más de las ocho y media de la noche y aún así, la gente intentaba hacerse un hueco con sus sillas para ocupar un sitio en el centro Cultural, habilitado para la ocasión por el Ayuntamiento de Monachil. Poco hubo que esperar más para que su Alcalde, como perfecto anfitrión, se amarrara al micrófono y soltara a viva voz,  casi de forma improvisada los preámbulos y gracias que la ocasión se merece.
 
Presentó a cada uno de los poetas de forma escueta, casi sin entrar en detalles, no había tiempo para ordenar de forma alguna los extensos curriculum artísticos de cada uno de los invitados e invitadas. Lo hizo de forma campechana, no había el porqué, adornar con guirnaldas y protocolos lo que desde primera hora prometía ser una velada entre amigos, aunque faltara el café, a pesar de las horas que arañaban la tarde hasta dejarla despoblada de luz.
 
Llego la noche, si es que no estaba allí desde un principio. Con una seda puesta en el capazo de su cielo blanquecino y unas gotas semidulces que apenas arañaban las cristaleras. A poco se hizo el silencio y dieron comienzo los tímidos aplausos. La melodiosa voz de Ana Mercedes Vivas Vieira entonó sus primeros versos. La luz quedó a media asta y su dulzura Colombiana, alumbró lo indecible verso a verso y palabra a palabra. Quince minutos medidos, quizás algunos más y un silencio retozado en la mente. Hermosos paréntesis de frío y de dolor entre las dos Granadas. Una similitud entre el otoño y la primavera. Quizás un aliento desprovisto de luna. Ana Mercedes habló y se dibujaron jazmines en los ojos de los presentes. Todo lo contrario a Noemí, que despertó con su flamenco a los querubines y a los duendes de Lorca, de Falla o de Benítez Carrasco. Fue una furia de miradas atravesadas en el entreabierto de sus pestañas. Apoteósica su entrada y el lamento de su voz. Así lo hizo en cada intervención, y así dejo al auditorio, con la sangre temblando como lo hace el albero cuando pasan las astas de un toro bravo.
 
Luego le tocó el turno a un servidor. Y se hizo lo que se pudo. Coger los trastes y brindar los versos a quien me quiere y a quien me odia. Dos poemas dejé caer bajo mi montera, “Si te llaman” y “Me lo llevaré todo”. Quizás fue el preludio de lo que a mis formas respondían en aquella actuación inmortal ya en mi memoria. …por que me llamaron, allí estuve, y me lo llevé todo, como solo puede llevarse el cariño. A manos llenas.
 
Mas tarde llegaría Ivonne Sánchez Barea. Con ella y el compás de su melodiosa voz nos dibujó un nuevo retrato, como esos que ella pinta y con los que ilumina más tarde las oscuridades y los silencios de los mortales. Recitó como un Ángel apunto de anunciar otra nueva lluvia de pétalos morados. Con suavidad, con nostalgia.  Abrió las puertas de par en par de su Granada y por ellas nos adentramos con los pies de puntillas y el alma en un vilo. Hablaba Colombia ¿o era Granada?
 
Y por último, Juan Martín Melgarejo. Su gracejo arrancó sonrisas de los presentes. Frescas como el agua del Avellano. Desgranó los versos de uno en uno, como quien encorsetea  la cuesta del Chapíz de arriba abajo. Dejó patente al Albayzin en cada empujón con el que ponía en marcha su corazón y sus nervios y casi palpamos el blanco de sus fachadas sin usar las manos. Lo hizo sin esperar nada de nadie y entregando a la vez todo lo suyo sin reparo. Tuvo palabras hermosas para Noemí y le regaló una trova. Todo fue un punto y seguido… como lo es él, cuando lo da todo.
 
 
Así llegamos al final de una velada que comenzaba a comerse poco a poco las diez de una noche medio entornada y boquiabierta. Se agradecieron los trabajos de los poetas, con presentes y futuros, mientras Félix, el anfitrión y Alcalde, invitaba a poner el punto y final, de forma inesperada a cada uno de los poetas con otro verso. Y así se hizo.
 
Fueron unos momentos agradables. Siempre lo son. El ambiente exquisito, la compañía perfecta y los aplausos medidos. Granada había sido cantada otra vez, en voz alta y en el lugar más alto. Monachil se había tendido como una bufanda negra sobre la vega, y la Alhambra, a lo lejos, buscó la garganta de piedra en el fondo de un pozo. Quizás alguien, (alguna luna tal vez), había dejado caer sobre el agua el más bello de los poemas.
O tal vez un acento. De ida y vuelta.
 
 
 
José Manuel Rodríguez Viedma
Fotgrafías; Página de Facebook Ayuntamiento de Monachil

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