jueves, 6 de junio de 2013

La mitad de una reflexión


 
 
LA MITAD DE UNA REFLEXIÓN
 
 
 
Todo gira a nuestro alrededor en pequeñas porciones de vida. Nos aferramos a las medidas, como si en cada una de sus proporciones simétricas, halláramos  la equivalencia perfecta en la que el error, vuelque la balanza siempre sobre el contrario, de forma, que no siempre seamos los poseedores de la mayor parte del manjar. Nosotros, los seres inteligentes, perspicaces y profundos, no en pocas ocasiones recurrimos a la mitad de nuestras acciones, casi siempre, no con valentía y sí con el temor de volver a equivocarnos. Irremediablemente, vivimos, soñamos, sentimos y amamos, con la incertidumbre capaz de hacernos sentir que todo en nuestra vida, lo hemos dejado a medias.
 

“A medias” deambulamos por nuestro camino, al cincuenta por ciento. La mitad del tiempo apreciamos el paisaje y el resto, lo pasamos atentos de llevar bien atados los cordones de nuestros zapatos. En cada milésima de segundo cae una estrella, se desprende una hoja de un árbol, una nube cambia su forma y una mirada se ha cruzado con la nuestra. Por lo contrario, en la mayor de las ocasiones, en nuestros pies, el calzado carece de cordones. Como vemos, la medida deja de ser exacta, el tiempo inoportuno y la simetría de nuestros gestos, meramente irrelevante.

Nos acostumbramos demasiado a quedarnos “a medias”. Nos miramos fijamente, vemos el destello en los ojos de quien tenemos en frente, los asimilamos, vocalizamos sus palabras en el corazón, los escuchamos atentamente y luego, dibujamos en nuestro rostro, una “media sonrisa”. Andamos de aquí para allá, sin miedo a que el tiempo se olvide de nosotros y nos estremezca con el frío enero del olvido. Alzamos murallas a nuestro alrededor, no escatimamos esfuerzos en vivir por nosotros y equivocadamente, por el resto de los demás, para al final, sin hallar el punto de encuentro entre lo efímero y lo definitivo, quedarnos casi siempre a “mitad del camino”. El tiempo es completo, pero nosotros lo dividimos a nuestro antojo. Dibujamos paréntesis invisibles que lo hacen infinitamente más pequeño y menos valeroso. Nos pasamos “media vida” quedando en “media hora” y apenas teniendo “medio minuto” para escribir a “medias tintas” en “media hoja de papel” una simple nota que diga; ¡Vuelvo pronto!

Casi siempre lanzamos al vacío nuestros zapatos con las “medias suelas gastadas”. Nos preocupamos de haber engordado “medio kilo de más” y nos empeñamos en comer “media ración” para volver a encontrar el equilibrio perfecto. Buscamos la “mitad” de un trozo de fruta, preferiblemente a “media mañana” y buscamos alargar “el medio día” con la franqueza de saber, que apenas tenemos tiempo para “comer a medias” mientras nuestras conversaciones quedan relevadas a “medias palabras” que escuchamos “medio dormidos” justo en “medio del sofá”.

Que ironía la nuestra. La plenitud, el tiempo, las medidas, las simetrías en nuestra vida. La racionalidad de nuestros gestos. La concordancia y la coherencia entre el ser y no ser. Entre la totalidad y la escasez, la sombra y el cuerpo. Vivimos con demasiadas carencias y aún pensamos que podemos comprar la “mitad de nuestro tiempo”  con la “mitad del salario” que nos proporciona nuestra “media jornada laboral”.

Vivimos con demasiadas mitades a nuestro alrededor, ¡tantas! que cuando lleguemos a ver nuestro corazón rebosante de alegría, el alma henchida de nostalgias de lo que fuimos, dejaremos el plato en nuestra mesa “medio vacío”, más que por el cuidado a engordar, por miedo, única y exclusivamente por el miedo, a pensar que por amor, seamos capaces de atragantarnos con nuestras completas virtudes.

No busques la “media naranja” o te pasarás la vida buscado la otra mitad en el interior de tu frutero. Jamás te quedes con una “verdad a medias” pues siempre hace más daño la “mitad de una mentira”. No cierres “a medias los ojos”, pues nadie será capaz de contarte el final de tus sueños. Nunca “medies” ¡entra de lleno! Abre las puertas “medio entornadas” o ciérralas a cal y canto, si el que viene tras de ti, quiere robarte algún suspiro. Salta la “mediana del tiempo” y cambia de carril con destino a ninguna parte. Nunca te dispongas a hacer nada “a media luz”,  la madrugada se come entera de un solo bocado.

Cuando llegues a la mesa, utiliza el tintero. Gasta el tiempo necesario para escribir sobre una nota, hasta ocupar sus márgenes con la mayor de las caricias que posean tus manos. ¡He vuelto!    

No tengas desconfianza ni al reloj, ni al tiempo, recuerda siempre que eres tú, quien marca las horas y da cuerda a sus manecillas. No te importe si ves la botella sobre la mesa, “medio llena” o “medio vacía” ¡nada es primordial! Lo importante es beber todo aquello que reste en su interior, ¡hasta darle fin!

Cuenta las horas, hasta la “media noche” únicamente para comerte de ella hasta la última estrella. No cierres los ojos ¡jamás! si la ves “medio desnuda”. Recuerda siempre que los seres inteligentes, perspicaces y profundos, somos los únicos capaces de poder quitarle la ropa.

La mitad, solo es la parte de un todo, y el todo, es la fracción perfecta del equilibrio de un beso, incapaz de darse a la mitad…

(Tu.)



José Manuel Rodríguez Viedma

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