LA MITAD DE UNA REFLEXIÓN
Todo gira a nuestro alrededor en
pequeñas porciones de vida. Nos aferramos a las medidas, como si en cada una de
sus proporciones simétricas, halláramos
la equivalencia perfecta en la que el error, vuelque la balanza siempre
sobre el contrario, de forma, que no siempre seamos los poseedores de la mayor
parte del manjar. Nosotros, los seres inteligentes, perspicaces y profundos, no
en pocas ocasiones recurrimos a la mitad de nuestras acciones, casi siempre, no
con valentía y sí con el temor de volver a equivocarnos. Irremediablemente,
vivimos, soñamos, sentimos y amamos, con la incertidumbre capaz de hacernos
sentir que todo en nuestra vida, lo hemos dejado a medias.
“A medias” deambulamos por
nuestro camino, al cincuenta por ciento. La mitad del tiempo apreciamos el
paisaje y el resto, lo pasamos atentos de llevar bien atados los cordones de
nuestros zapatos. En cada milésima de segundo cae una estrella, se desprende
una hoja de un árbol, una nube cambia su forma y una mirada se ha cruzado con
la nuestra. Por lo contrario, en la mayor de las ocasiones, en nuestros pies,
el calzado carece de cordones. Como vemos, la medida deja de ser exacta, el
tiempo inoportuno y la simetría de nuestros gestos, meramente irrelevante.
Nos acostumbramos demasiado a
quedarnos “a medias”. Nos miramos fijamente, vemos el destello en los ojos de
quien tenemos en frente, los asimilamos, vocalizamos sus palabras en el
corazón, los escuchamos atentamente y luego, dibujamos en nuestro rostro, una
“media sonrisa”. Andamos de aquí para allá, sin miedo a que el tiempo se olvide
de nosotros y nos estremezca con el frío enero del olvido. Alzamos murallas a
nuestro alrededor, no escatimamos esfuerzos en vivir por nosotros y
equivocadamente, por el resto de los demás, para al final, sin hallar el punto
de encuentro entre lo efímero y lo definitivo, quedarnos casi siempre a “mitad
del camino”. El tiempo es completo, pero nosotros lo dividimos a nuestro
antojo. Dibujamos paréntesis invisibles que lo hacen infinitamente más pequeño
y menos valeroso. Nos pasamos “media vida” quedando en “media hora” y apenas
teniendo “medio minuto” para escribir a “medias tintas” en “media hoja de
papel” una simple nota que diga; ¡Vuelvo pronto!
Casi siempre lanzamos al vacío
nuestros zapatos con las “medias suelas gastadas”. Nos preocupamos de haber
engordado “medio kilo de más” y nos empeñamos en comer “media ración” para
volver a encontrar el equilibrio perfecto. Buscamos la “mitad” de un trozo de
fruta, preferiblemente a “media mañana” y buscamos alargar “el medio día” con
la franqueza de saber, que apenas tenemos tiempo para “comer a medias” mientras
nuestras conversaciones quedan relevadas a “medias palabras” que escuchamos
“medio dormidos” justo en “medio del sofá”.
Que ironía la nuestra. La plenitud,
el tiempo, las medidas, las simetrías en nuestra vida. La racionalidad de
nuestros gestos. La concordancia y la coherencia entre el ser y no ser. Entre
la totalidad y la escasez, la sombra y el cuerpo. Vivimos con demasiadas
carencias y aún pensamos que podemos comprar la “mitad de nuestro tiempo” con la “mitad del salario” que nos
proporciona nuestra “media jornada laboral”.
Vivimos con demasiadas mitades a
nuestro alrededor, ¡tantas! que cuando lleguemos a ver nuestro corazón
rebosante de alegría, el alma henchida de nostalgias de lo que fuimos,
dejaremos el plato en nuestra mesa “medio vacío”, más que por el cuidado a
engordar, por miedo, única y exclusivamente por el miedo, a pensar que por
amor, seamos capaces de atragantarnos con nuestras completas virtudes.
No busques la “media naranja” o
te pasarás la vida buscado la otra mitad en el interior de tu frutero. Jamás te
quedes con una “verdad a medias” pues siempre hace más daño la “mitad de una
mentira”. No cierres “a medias los ojos”, pues nadie será capaz de contarte el
final de tus sueños. Nunca “medies” ¡entra de lleno! Abre las puertas “medio
entornadas” o ciérralas a cal y canto, si el que viene tras de ti, quiere
robarte algún suspiro. Salta la “mediana del tiempo” y cambia de carril con
destino a ninguna parte. Nunca te dispongas a hacer nada “a media luz”, la madrugada se come entera de un solo bocado.
Cuando llegues a la mesa, utiliza
el tintero. Gasta el tiempo necesario para escribir sobre una nota, hasta
ocupar sus márgenes con la mayor de las caricias que posean tus manos. ¡He
vuelto!
No tengas desconfianza ni al
reloj, ni al tiempo, recuerda siempre que eres tú, quien marca las horas y da
cuerda a sus manecillas. No te importe si ves la botella sobre la mesa, “medio
llena” o “medio vacía” ¡nada es primordial! Lo importante es beber todo aquello
que reste en su interior, ¡hasta darle fin!
Cuenta las horas, hasta la “media
noche” únicamente para comerte de ella hasta la última estrella. No cierres los
ojos ¡jamás! si la ves “medio desnuda”. Recuerda siempre que los seres
inteligentes, perspicaces y profundos, somos los únicos capaces de poder
quitarle la ropa.
La mitad, solo es la parte de un
todo, y el todo, es la fracción perfecta del equilibrio de un beso, incapaz de
darse a la mitad…
(Tu.)
José Manuel Rodríguez Viedma
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