lunes, 10 de agosto de 2009

Poemas dormidos para almas despiertas. (Extracto.)



Con otros vientos del sur.



Es seguro que así estas…
elevada a veces en la distancia,
como un camino que al fin alcanza,
la sombra oculta del mar.

Estas… desahogada en el suspiro capaz,
de hacer del suspiro, la llama
de una hoguera que aguarda,
ser como la estrella fugaz.

Pisando y mordiendo las nubes,
mientras pisas las olas del mar.

¿Y tú a que sueñas, sirena?
Abrazada a la sal del pensamiento…
si no es más que tu sueño,
la presa en un triste sedal.
Como aquellas alas sin cuerpo
amarradas, sin desplegar,
que lejos quedaron del viento
para hacerse en cuerpo a la mar…

En la arena tu sonrisa descrita,
en otra canela, con otra sal.
Como un beso mordido en la brisa
que nunca supiste dar.

¿Y tu a que sueñas, estela?
dando vueltas sin parar,
cuerpo a cuerpo, como si en ello fuera,
otra vida que enloqueciera
tu otro sueño por despertar.

En otros caminos, dormida.
Lejos de la arena y el mar,
sobre una sombra, a lagrima viva
de Cádiz por derramar,
donde navegan cien velas perdidas
entre dos lunas… donde tu estas.

José Manuel Rodríguez Viedma
(A María Dolores, Vampiresa... por sus besos mil)

miércoles, 5 de agosto de 2009

La cara, la cruz y el alma.



La cara, la cruz y el alma.5 de Agosto de 2.009
A menudo los ojos son el espejo del alma, ¡válgame Dios! si así lo fuera. Y no lo digo por que lo piense, más allá de que lo sienta con los cinco sentidos. Algunos de estos ojos, han conseguido aferrarme a esta idea de igual forma que lo hiciera con un trozo de madera, aquel naufrago que llevara a la gran pantalla Robert Zemeckis, e interpretara magistralmente Tom Hanks. Los ojos son el espejo del alma siempre y cuando el alma sea capaz de mentir, lo mismo que lo hacen los ojos, que no es lo mismo. Últimamente he mirado fijamente algunas caras con ojos y algunos ojos con almas y ciertamente me he sentido más perdido que una cigala en el plato de un mileurista. He sentido el calor del abrazo, lo mismo que las brasas de una candela bajo el relente sosegado entre una noche de amor. (Después ni las ascuas) Serian culpa de los ojos, que jamás me dijeron la verdad o una miseria del alma, que aprendió a mentir lo mismo que lo hacen los ojos. Así pasa con algunas personas que deambulan por la vida arrastrando los pies, como de costumbre, dando traspiés e intentando enderezar su columna vertebral hasta encontrar el equilibrio perfecto entre el cuello y los talones, pobres, jugando a ser maestros sin abandonar la mediocridad, tendiendo la mano a la vez que el pie, y sonriendo cobardemente tras de una esquina del irremediable sopapo del otro. De estos hay muchos, de los mediocres y los del sopapo, la única diferencia entre ambos es irrefutable, el que cae, solo encuentra el camino de levantarse y aprender de la pedrada, mientras al mediocre, no le queda más camino, que fundar una Hermandad de gilipollas y de mediocres a baja escala, que algún día lo releguen de su campamento de verano. Que tampoco es lo mismo.

La cara y la cruz, una sostiene los ojos con especial simetría. Dos pupilas, dos parpados, dos cejas, dos niñas, dos pestañas y dos lucecitas tiernas capaces de perforarte el esófago y las entrañas. La cruz es la espalda y la indiferencia, un “hasta otra” “o que te den viento, por donde se esculpe la innombrable” (por educación). Los ojos… el espejo del alma y la cruz, como de costumbre, la otra verdad a ciegas, a medias con uno mismo y la otra dimensión, indescriptible para algunos. Que fácil entender las miradas cuando se encuentran unas con las otras y se siente como el alma guiña a otra alma del mismo calibre. ¡No es un imposible! haberlas haylas. Son aquellas que dicen la verdad sin abrir la boca para certificar lo dicho, lo escrito y lo prometido. Las otras, donde dije Diego, ahora dicen D. Alfonso Álvarez de Cien Fuegos y Sotomayor. Aún quedan muchas miradas para ser devoradas con un amor enloquecido y otras para volverse loco, al no encontrar más que el desamor en sus pupilas. Aún quedan aquellas, en la que poder dejar al sol, el quite de la amistad y aquellas otras, capaces de quitarte la amistad en un solo quite en la oscuridad de la sombra. Aún quedan aquellas capaces de morder y no hacer daño y aquellas otras que hacen daño sin apenas haberte mordido. Aún quedan muchas, cientos, miles de ojos cuajados de almas, capaces de ser una sola, cuando tu mirada atraviesa el oráculo de su más allá, y aquellas otras, válgame la misma frase, incapaces de ver la hora más allá de su propio culo. Que tampoco es lo mismo.

La cara y la cruz, reflejada en los ojos y el alma. ¡Válgame Dios! si así lo fuera. Permítame señor alcalde, de esta ciudad sin puerto, dejar en la calzada algún moreno del Senegal, antes de que la autoridad competente los despoje del mercado y la mercancía, y de esta manera, pueda adjudicarme unas gafas en su top-manta, donde se apabulla la oferta y la demanda. Tres euros me bastarán, para apartar mis ojos de los suyos, y en consecuencia de sus almas. Unas Ray-Ban sería un placer inmerecido para sus sentidos y además, y sin apremio, le habré alegrado la mañana a Babá…
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José Manuel Rodríguez Viedma

Con otras miradas...

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La mitad del silencio

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