miércoles, 3 de agosto de 2011

Poemas dormidos para almas despiertas. (Extracto.)



Aprende a amar


Cuando se ama a una mujer,
hazlo pues sin contemplaciones.
Pues no existen más razones
que intentar hacerte querer,
para darte cuenta después
que al amarla sin condiciones,
eres capaz de saber,
los enigmas y soluciones
para alcanzar aquellos dones,
¡hombre! de la cabeza a los pies.

Poner condición al amor
es como nunca haber querido.
Es hacer que un beso de dos
ante un corazón dividido,
ponga placeres al alma,
que por otras razones derrama
para ser solo carnaza de olvido.

¡Veras!
Amarla es mirar y ser mirado
y no poner en la balanza,
que mirada más alcanza
el mismo horizonte lejano.
Pues ya verás en su mirada,
su piel, su carne, su alma,
junto al roce de sus manos.

Amarla hasta donde puedas
es nunca haber empezado,
a soñar con las veredas
de un camino jamás andado.

Nunca pongas barreras
a las cadenas de su abrazo,
y comparte con ella sus penas
donde no existan barreras,
para morir en su regazo.

Roba si puedes su lágrima
y dejarás de ser humano.
Pues no existe mejor hazaña
al sentirse enamorado,
que tener en sus pestañas
tu beso depositado.

Déjalo todo sin reparo
en esta loca marea,
donde el tiempo no esperado
no es tiempo, si ella espera.

Quiérela hasta donde nunca
hubieses imaginado.
Dejando colgadas en la luna
las alforjas del pasado,
pues con amarla no tengas duda
¡lo tienes todo, con ser amado!

Olvídate de tus razones,
pues su validez al tiempo prescriben
y de los dichos que digan ¡que dicen!
gritando por los rincones
todas pues, se precipiten,
al universo de sus tacones.

Ama al fin, sin esperar valores.
Sin que recaiga en ti sabiduría,
olvida pues las pretensiones
y el amar amando con medida.
Pues nunca existen razones
para ponerle al amor condiciones,
de volver amarla otro día.

Ama a una mujer con desespero.
Decir mil veces ¡te quiero!
entre el silencio de la madrugada.
Tener bien claro el requiebro,
que al verla y sentirla amada,
(Ten claro)
siempre es más lo que me llevo
que lo que pude dejar en su almohada.

Mientras nosotros les dejamos los besos,
ellas nos dejan el alma…


José Manuel Rodríguez Viedma.

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