sábado, 17 de septiembre de 2011

Poemas dormidos para almas despiertas. (Extracto.)


Con nuestro amor cumplido


En esta historia de dos,
ambos estamos agradecidos.
Tú, por llenarte yo de amor,
yo, por sentirme correspondido.
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No hay débitos por nuestra parte
nada compramos, ni debimos,
pues fueron por amor avalados
todos los besos que nos dimos.
xxxxxx
Y fíjate que aun recuerdo Granada,
no me pierdo por sus caminos.
Observo en las laderas las torres
y pinto en los senderos, olivos.
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Pero si quieres que recuerde
pongo fin a los olvidos,
y pongo precio a mi suerte
si aun sientes, lo que sentimos.
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Fue una historia triste donde las haya
no por vivir, lo que vivimos,
pues menos suerte mantuvo el alma
si al final de aquellos caminos,
se fueron quedando en las ramas
el fruto amargo de los sentidos.
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Y aún con el paso del tiempo
¡Escucha bien lo que te digo!
sigo preguntándole al viento,
si fue verdad que nos quisimos.
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Pues no comprendo ya tu cuerpo
bajo el roce de otros latidos,
ni la furia del toro negro
en la dehesa de mi brazo prohibido.
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Ya no recuerdo tu beso
que con tanto escalofrío,
se negó a ser errante a su suerte
si no ponía su labio en tu frente,
si no hacía pan, con tu trigo.
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Ni veo la luz de la farola
alumbrándome en  tu camino,
ni aquella aldaba en tu puerta
bajo el número prohibido,
de aquellos cientos de besos
y otros tantos que nos dimos.
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Que hermoso no odiarte, ¡pues te quiero!
y después de haber amado,
que hermoso ser olvidado
sin el mayor de los recelos.
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Como olvidar tus ojos tristes,
como olvidarlos, si no puedo
y el día que los olvide,
será cuando sin amor predique
que ya no te quiero amor, ¡que no te quiero!
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Si para querer siempre hay tiempo,
para que dar instante al olvido.
Para que poner cerco a tu cuerpo
aunque mecido por otros caminos,
de besos se siembre el sendero
y con otros sueños se planten olivos.
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El amor es como una veleta
a la que un viento casi dormido,
sopla de puerta en puerta,
gime  de río en río
y al llegar ante tu pelo,
pretende susurrarte al oído
que ya no puedo quererte,
lo mismo que te he querido.
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Ya no maldigo mi suerte
bien sabe Dios lo que me digo,
pues entre tenerte y no tenerte
en este cruce de caminos,
salí ganando más con perderte
aunque con ello fuera la muerte,
quien se llevara tu corazón y el mío.
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Ya no hay débitos por nuestra parte.
Nada compramos, ni debimos,
que bien fueron por amor avalados
todos los besos que nos dimos.
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Fue aquella noche en Granada.
Como dos sombras por los caminos
y al llegar a la fuente, ¡fue el agua!
además de regalarnos el alma,
la única gloria que nos bebimos.


José Manuel Rodríguez Viedma

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