JARDINES DE SAN LUIS EL REAL
LA ZUBIA, GRANADA
La novena Edición de Poesía en el
Laurel, volvió a ser mágica. Mágica con la música de Xavier Astor & Compañía,
Rogelio Gil al saxo, Kiko Aguado a la guitarra, Xavier Astor al contrabajo y
Julio Pérez a la guitarra. Mágica en cada uno de sus acordes que daban la bienvenida
al acto, toda vez que la palabra del Poeta Pedro Enríquez resonaba entre los
jardines, inmensamente mágicos de San Luis el Real. No faltaron los protocolos
y agradecimientos meritorios por parte de D. Antonio Iglesias Montes, Alcalde
de la Zubia, ni de Ana Sáenz Soubrier, Concejal de Cultura. No faltó nada, para
que la noche fuera eternamente mágica y la poesía, por si sola, comenzara a
brotar por cada poro de la piel de los que nos congregamos en un nuevo paraíso
terrenal.

Tras ella, el Poeta Joan Manresa
desde las Islas Baleares, duplicó su presencia en el escenario con sus mismos versos, divididos en dos
almas gemelas, que hablaban y decían lo mismo con diferente lenguaje. Joan
recitó sus versos en catalán, la misma expresión que fueron concebidos y los jardines de
San Luis guardaron silencio ante aquellas palabras que sonaban, para algunos
incomprendidas, pero que brotaban con dulzura de su alma. A poco de que
guardara silencio, su alma gemela, tras del atril, los volvía a transmitir en
castellano. Los poemas saltaban de boca en boca, mientras Joan sacaba una llave
de su bolsillo y con el puño entre abierto, dejaba escapar sobre el entarimado,
la arena, quizás de un reloj roto que había parado el tiempo en el Laurel.

Una noche más en los Jardines de San Luis el Real. (Aún nos queda otra.) La Poesía en el Laurel hizo nuevamente respirar a la Zubia, como lo hacen los poetas…
Transito
Sentimos la
metamorfosis en la leyenda,
nos hicimos flacos y
delgados cuerpos sin hambre.
Llegamos con las expectativas
del hambriento
y nos fuimos con el remanso
de la paz en nuestras barrigas.
Nos supo a poco tales
manjares en la huerta de los sentidos,
tan poco, que en más
de una ocasión trepamos al árbol
para comernos las
frutas de los otros.
Sentimos de tal
manera el amargo limón en nuestros labios,
que terminamos por
besarnos el veneno de nuestras bocas.
Habrá que volver
mañana. (Nos dijimos.)
Esta cena ha sabido a
poco en nuestro plato.
Nuestra alma de poeta
sigue hambrienta,
el pan en el mantel
ya se ha apagado
y las noche en el
Laurel, nos ha dejado, la simiente de otra miel,
para beberla ya…
sobre otros labios.
José Manuel Rodríguez
Viedma.
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