MIRADAS AMARGAS
Te dije... ¡No vuelvas...! y sentí el frío acariciando
mi espalda con su enorme beso desnudo y su garganta de acero. Sentí caer la
noche a mis pies, como una torpe luciérnaga apagada buscando el resplandor de
tus ojos. Estaban las puertas cerradas, y una ventana entre abierta por la que
entraba la aurora junto a un soplo de aire abrazado a la semicorchea de un
grillo.
Te
dije... ¡No Vuelvas...! y la blonda de una sonrisa negra se deshizo en seda
sobre mi cama... La sombra de mis ojos temblaron sobre los espejos, y el fondo
de mi armario lloró la ausencia de tu aroma.

Te dije... ¡Quédate siempre! Antes de volver a poner un nuevo beso junto a tu beso... y otra lágrima furtiva junto a tu boca. (Y se calló el aire...)
Amar
duele hasta la desesperación, pero no hay dolor
más tolerable en este mundo de injustos, que el placer doliente del
propio amor.
José Manuel Rodríguez Viedma
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