YA ESTOY AQUÍ
Te duele.
Te duele la desgana en el
pecho
la singladura del tiempo en
tus pies
y la dehesa vacía de tu flor
marchita.
Te duele la providencia de la
palabra
y te duele el olvido.
Te duele la clarividencia de
los espejos
y la madurez en la antorcha
apagada.
Te duelen los sueños.
Te duele la bofetada del
viento
y el círculo imperfecto de tu
aliento
impregnando su huella en la
ventana.
Te duelen los pestillos del
universo
cerrados a cal y canto sobre
tus sienes.
Te duele el desespero y el
grito,
en el silencio agudo y
mortífero de los otros
y la cadencia en la rama
tronchada,
donde carraspean los picos
semidesnudos.
Te duele la insensatez de tu
penumbra
y la luz amortajada de los
verbos.
Te duele la cordura del
presente
y la tempestad de la luna en
su naufragio.
La delicada sábana sobre la
piel de eucalipto
y la espada desenvainada
sobre la lengua.
Te duele la respiración
cuando apenas vives
y la oscuridad prohibida,
cuando a veces sueñas.
Te duelen los huesos cuando
besas
y tragas la enjundia de las
espinas.
Y solo entonces el dolor que
duele
se marchita en una suave
muerte,
que aún más duele.
Te duele la cicatriz y la
mordaza,
el amparo de otra voz y de
otro ocaso.
Luego llego y me sonríes
aupada en la paz de otra
paloma.
Ahora estamos juntos
y la vida danza entre el
limón.
Otro temblor de caricias
zozobra tus caderas
y otra leña se retuerce en el
fuego
mezcolanza de fiebres y
dulzuras.
Ya estoy aquí.
En el negro y el blanco de tu
palabra escrita.
Cuando te acercas a mi vida
imploro
otra vida para hacerla
infinita.
Cuando me aíslo en tu latido
y sientes mi lágrima arañar
tu sombra…
¿Te duele?
José Manuel Rodríguez Viedma