La espera
uerido lector. Si tuviese que describir la palabra “espera”
utilizando una frase, sin duda, un
verso saltaría a mi memoria como surgió aquel día del tintero de la
poesía, a la fría desnudez de la página en blanco que esperaba ansiosa del agua
fresca de la rima. Aquel verso decía;
“El
arte de esperar,
es jugar con
desesperarse.
El arte de
querer,
es pasar el
tiempo esperándote.”
¿Quién no ha amado alguna
vez esperando? Simplemente esperando. Esperando que una flor nazca fértil y
hermosa del tiesto de una maceta, que con antelación hemos llenado de tierra.
Esperando, que cuando la primera flor apareciera tocada por una mano divina, su
color y el de tus ojos, se fundieran en uno mismo, y naciera en tu vida otro arco
iris imaginario con un color añadido. (El color de la espera.) ¿Por qué
no buscar el amor mientras esperamos? Podemos esperar que el sol de un nuevo
día nos regale una sonrisa. Esperar que la ternura de un beso pose sus alas en
nuestra mejilla. Esperar que el teléfono suene
y descolguemos el alma. Esperemos que la vida nos despierte del sueño y ¿por
qué no…? esperar que el sueño nos devuelva a la vida. ¡Simplemente esperar!
Quizás esperar como dice el
verso sea un arte. El pintor, suavemente, coloca el lienzo inmaculado sobre el
caballete de madera y hasta entonces solo habita en su pensamiento “la
intención.” Más tarde, una paleta
comienza a llenarse de colores y el pincel casi al azar, besa uno de ellos para
romper la virginidad del lienzo. Hasta entonces solo habita en su pensamiento “la
imaginación.” Los colores se abrazan, se multiplican y nacen nuevos colores con
los que da forma al tronco. Otros verdosos despuntan lo que parecían ser ramas
hasta que nace de la nada y del pincel, la magia de una hoja, de otra… ¡de
docenas de ellas! que se descuelgan del árbol para ser acacias sobre el lienzo.
El paño, la sábana, la tela, ha comenzado a perder su blancura. Hasta entonces
solo habita en el pintor “el pensamiento y la inspiración.” La espera jamás llegó
a vestirse de infinito, cuando el artista llenó con el disolvente, el cabello
del pincel, pudo darse cuenta de que la magia de la espera, había convertido su
lienzo inacabado en una “intención” provocada. La desnudez de su sábana, en una
“imaginación” que latía, y que en ella rebosaba de hermosura, la belleza y el
paisaje de un cuadro. Cuando el pintor cerró el caballete y enjuagó sus manos
manchadas de colores confusos, ante él, encontró que la perspectiva se había
convertido en “inspiración,” que la “inspiración” había sido un sorbo de amor
que le emborrachó el alma, y que la espera lo había convertido en un ser creado
para ser creador a la vez. “La espera es un arte, la inspiración su cómplice
y el amor un bote de pintura…”
¿Quién no ha jugado a
desesperarse? Como recita el verso. Porque desesperarse es también parte de la
sangre que corre interna en las venas indecisas de la espera. Y nos
desesperamos porque no llega. Y nos desesperamos porque su boca no grita ni mi
nombre, ni el tuyo, querido lector. Nos desesperamos porque a veces en medio de
este jardín florido, no alcanzamos a reunir siquiera un pequeño ramo de flores.
Nos desesperamos si de la rosa no encontramos
más que la espina, mientras nuestra torpeza, deja escapar el aroma que
viste su pétalo. Quizás nos desespera el juego de la espera, simplemente porque
jamás, nos tocó jugar a ser los esperados.
“El arte de querer es como
un pincel que dibuja al ser querido. El arte de la espera, es la complicidad de
esperar y ser esperado.”
Soñemos con nuestro lienzo,
y sintámonos creadores al ver acabada nuestra obra. Cuando encontremos el amor,
ese amor que estamos buscando, también habremos acabado con la desnudez de
nuestro lienzo. También tendremos las manos manchadas de colores jamás inventados.
También seremos inspirados e inspiradores.
Igualmente sacaremos sin tapujos el paisaje secreto que todo artista
lleva dentro del alma. Si querido lector, porque todo aquel que espera es un
artista, (la espera es un arte) y todo aquel capaz de imaginar con
ternura, es y será, el mejor pintor de ideas que ponga sin soberbia, la firma
anónima que oculta su nombre al pie de su obra. La única dificultad será la de
saber buscar dentro de nuestra maleta. Aquella donde guardamos nuestros tapones
de acuarela, y nuestros botes apenas estrenados de óleo. Porque en alguno de
ellos se encontrará el amor…
No
desesperes querido lector, será cuestión de usarlos todos y cada uno de ellos.
Mientras pintamos un mundo de ilusión, y tengamos claro que sencillamente, “la
espera” es otra forma de amar, y yo
querido lector… te estaré esperando mañana.
José Manuel Rodríguez Viedma
(Del libro "72 horas buscando amor"
Editorial Círculo Rojo)