miércoles, 17 de junio de 2015

De "La sonrisa de los girasoles"





VERSO DEL PRIMER AMOR
 
 
 
 
Somos tierra, barro y templanza,
agua, sal, tempestad.
La cáscara de una manzana
y naranja por la mitad.
XXXXXX
Al asomarme a la ventana
y verte que ya no estás,
dime, sonrisa temprana,
¿quién de los dos, llora más?
XXXXXX
Somos pubertad, elogio, alabanza,
amor, infancia y libertad.
La forja de una baranda
y la llave de nuestro portal.
XXXXXX
Cuando me haga viejo en tu puerta
y sienta que ya no estás...
Si fuimos el agua y la yedra,
¿quién de los dos, se fue al mar?
 
 
 
José Manuel Rodríguez Viedma
(De "La sonrisa de los girasoles)

72 horas buscando amor. (Hora 10)


La espera

Q

uerido lector. Si tuviese que describir la palabra “espera” utilizando una frase, sin duda, un  verso saltaría a mi memoria como surgió aquel día del tintero de la poesía, a la fría desnudez de la página en blanco que esperaba ansiosa del agua fresca de la rima. Aquel verso decía;

 
 “El arte de esperar,
es jugar con desesperarse.
El arte de querer,
es pasar el tiempo esperándote.”

 
¿Quién no ha amado alguna vez esperando? Simplemente esperando. Esperando que una flor nazca fértil y hermosa del tiesto de una maceta, que con antelación hemos llenado de tierra. Esperando, que cuando la primera flor apareciera tocada por una mano divina, su color y el de tus ojos, se fundieran en uno mismo, y naciera en tu vida otro arco iris imaginario con un color añadido. (El color de la espera.) ¿Por qué no buscar el amor mientras esperamos? Podemos esperar que el sol de un nuevo día nos regale una sonrisa. Esperar que la ternura de un beso pose sus alas en nuestra mejilla. Esperar que el teléfono suene  y descolguemos el alma. Esperemos que la vida nos despierte del sueño y ¿por qué no…? esperar que el sueño nos devuelva a la vida. ¡Simplemente esperar!


Quizás esperar como dice el verso sea un arte. El pintor, suavemente, coloca el lienzo inmaculado sobre el caballete de madera y hasta entonces solo habita en su pensamiento “la intención.” Más tarde,  una paleta comienza a llenarse de colores y el pincel casi al azar, besa uno de ellos para romper la virginidad del lienzo. Hasta entonces solo habita en su pensamiento “la imaginación.” Los colores se abrazan, se multiplican y nacen nuevos colores con los que da forma al tronco. Otros verdosos despuntan lo que parecían ser ramas hasta que nace de la nada y del pincel, la magia de una hoja, de otra… ¡de docenas de ellas! que se descuelgan del árbol para ser acacias sobre el lienzo. El paño, la sábana, la tela, ha comenzado a perder su blancura. Hasta entonces solo habita en el pintor “el pensamiento y la inspiración.” La espera jamás llegó a vestirse de infinito, cuando el artista llenó con el disolvente, el cabello del pincel, pudo darse cuenta de que la magia de la espera, había convertido su lienzo inacabado en una “intención” provocada. La desnudez de su sábana, en una “imaginación” que latía, y que en ella rebosaba de hermosura, la belleza y el paisaje de un cuadro. Cuando el pintor cerró el caballete y enjuagó sus manos manchadas de colores confusos, ante él, encontró que la perspectiva se había convertido en “inspiración,” que la “inspiración” había sido un sorbo de amor que le emborrachó el alma, y que la espera lo había convertido en un ser creado para ser creador a la vez. “La espera es un arte, la inspiración su cómplice y el amor un bote de pintura…”   

¿Quién no ha jugado a desesperarse? Como recita el verso. Porque desesperarse es también parte de la sangre que corre interna en las venas indecisas de la espera. Y nos desesperamos porque no llega. Y nos desesperamos porque su boca no grita ni mi nombre, ni el tuyo, querido lector. Nos desesperamos porque a veces en medio de este jardín florido, no alcanzamos a reunir siquiera un pequeño ramo de flores. Nos desesperamos si de la rosa no encontramos  más que la espina, mientras nuestra torpeza, deja escapar el aroma que viste su pétalo. Quizás nos desespera el juego de la espera, simplemente porque jamás, nos tocó jugar a ser los esperados.  

“El arte de querer es como un pincel que dibuja al ser querido. El arte de la espera, es la complicidad de esperar y ser esperado.”

Soñemos con nuestro lienzo, y sintámonos creadores al ver acabada nuestra obra. Cuando encontremos el amor, ese amor que estamos buscando, también habremos acabado con la desnudez de nuestro lienzo. También tendremos las manos manchadas de colores jamás inventados. También seremos inspirados e inspiradores.  Igualmente sacaremos sin tapujos el paisaje secreto que todo artista lleva dentro del alma. Si querido lector, porque todo aquel que espera es un artista, (la espera es un arte) y todo aquel capaz de imaginar con ternura, es y será, el mejor pintor de ideas que ponga sin soberbia, la firma anónima que oculta su nombre al pie de su obra. La única dificultad será la de saber buscar dentro de nuestra maleta. Aquella donde guardamos nuestros tapones de acuarela, y nuestros botes apenas estrenados de óleo. Porque en alguno de ellos se encontrará el amor…

 No desesperes querido lector, será cuestión de usarlos todos y cada uno de ellos. Mientras pintamos un mundo de ilusión, y tengamos claro que sencillamente, “la espera”  es otra forma de amar, y yo querido lector… te estaré esperando mañana.         


José Manuel Rodríguez Viedma
(Del libro "72 horas buscando amor"
Editorial Círculo Rojo)

Con otras miradas...

Con otras miradas...
La mitad del silencio

Libro de vistas