CRÓNICA DE UNA PRESENTACIÓN
Presentación Oficial del libro
Group in Movement |
Cuadro Flamenco Zambra y Compás |
Todo a dado comienzo en
inesperada fortuna de taconeos y redobles. El cuadro Flamenco Zambra y Compás,
hace enmudecer las estrofas del poeta. La Farruca de María Naranjo entrega las
sillas a las ocho chicas y al barón hasta justificarse en el centro de Birramblas
gitanas y moras. Las palmas se sostienen entre bambalinas todo es compás y
taconeo. Nebulosa de manos tronchadas que ejercen de cisnes hasta los codos y
de flamencos y garzas sostenidas en la cuerda floja del equilibro más inverosímil.
Los pechos se hinchan exhaustos de suspiros mientras al poema le tiemblan las
silabas en cada punto y en cada coma. Nueve girasoles a los que un mantón
improvisaba el cielo de las nueve de la noche. Girasoles de lunares, de viento hondo
y de pesar. Llegó la hora de los poetas y la aventura de Juan Martín y la suave
brisa colombiana de Flavia y la ternura cósmica de Ivonne.
Antes de que las
olas llegaran a puerto quince voces gritan y aclaman otra forma literaria de
cambiar el mundo con las plumas rojas de sus sombreros. La comparsa de Granada la
Bohéme deja al desnudo el corazón escondido hasta entonces en sus chaquetillas
azules y lo posa en el cuello delicado de la botella amarga de la revolución más
despiadada. Solo las verdades duelen más que los engaños, solo las verdades se
cantan para que las recite un poeta a punto de clavarse el alfiler de la locura
en el pecho. Cantó la Bohéme y se deshizo la mar salada en el teatro sin mar. Cantaron
sus voces y la semicorchea del llanto esbozó la sonrisa del girasol en otro
campo y otra arena. La magia supo a hechizo de una pócima real de letras
inmortales.
Todos ellos doblaron sus actuaciones, dos. Dos veces para dejar atónitos a los que pasadas las dos primeras horas sin pestañear, presumieron de haberse equivocado de lugar. Aquel paraíso pequeño, era demasiado chico para ser el cielo a los que el Group in Movemet de contemporáneo le había invitado a visitar descalzos los pies en cada uno de sus movimientos. Un paraíso demasiado mágico al que Zambra y Compás habían encendido cuajado de hogueras y ascuas sacromontanas que no ardían ni quemaban. Un paraíso demasiado bohemio para una comparsa que lloraba y cantaba a la misma vez sin que ninguna voz llegara a rasgarse más que lo hacían sus almas de caballeros y quijotes. A las diez de la noche, el bordón de la guitarra temblaba y el maestro Manué Rodríguez lo acariciaba como a una novia. Le recitaba un trémolo, le esculpía arpegios, besaba su resonancia de cueva blanca. Hizo sonar las cuerdas y ya no hubo mayor cárcel a los suspiros hasta el momento atrapados en la maleta de los sueños indescriptibles. Manué volvía la cabeza hacia el poeta como un girasol al que de vez en cuando, una mueca, un suspiro quizá un dolor, hacía que en su boca callada se dibujara una tierna sonrisa.
Comparsa de Granada La Bohéme
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José Manuel Rodríguez Viedma y Manué Rodríguez
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Todos ellos doblaron sus actuaciones, dos. Dos veces para dejar atónitos a los que pasadas las dos primeras horas sin pestañear, presumieron de haberse equivocado de lugar. Aquel paraíso pequeño, era demasiado chico para ser el cielo a los que el Group in Movemet de contemporáneo le había invitado a visitar descalzos los pies en cada uno de sus movimientos. Un paraíso demasiado mágico al que Zambra y Compás habían encendido cuajado de hogueras y ascuas sacromontanas que no ardían ni quemaban. Un paraíso demasiado bohemio para una comparsa que lloraba y cantaba a la misma vez sin que ninguna voz llegara a rasgarse más que lo hacían sus almas de caballeros y quijotes. A las diez de la noche, el bordón de la guitarra temblaba y el maestro Manué Rodríguez lo acariciaba como a una novia. Le recitaba un trémolo, le esculpía arpegios, besaba su resonancia de cueva blanca. Hizo sonar las cuerdas y ya no hubo mayor cárcel a los suspiros hasta el momento atrapados en la maleta de los sueños indescriptibles. Manué volvía la cabeza hacia el poeta como un girasol al que de vez en cuando, una mueca, un suspiro quizá un dolor, hacía que en su boca callada se dibujara una tierna sonrisa.
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