José Manuel Rodríguez Viedma |
Reverendísimas e ilustrísimas
representaciones eclesiásticas. Padre Señor Conciliario. Señora Concejala del Excelentísimo
Ayuntamiento de Almuñecar. Autoridades civiles y militares. Señores Miembros de
la Agrupación de Cofradías de la Ciudad de Almuñecar., Hermanos mayores y
Juntas de Gobierno. Señor Hermano Mayor de la Hermandad del Santísimo
Sacramento y Nuestra Señora de la Antigua, Patrona de Almuñecar. Sexitanas y
sexitanos. Con el beneplácito de cada uno de ustedes, permítanme la osadía de
acercarme a los micrófonos para que en la noche de hoy, este poeta que ahora
abre su boca, deje escapar cuantos sentimientos sean capaces de ser descritos
por las palabras antes rubricadas en forma de Pregón. Permítanme que desnude el
alma y la deje volar en este escenario, viejo compañero de otros tiempos y de
otras frases. De otras quimeras y otros suspiros, de otras dichas y de otros
nervios. De otras distancias paralelas entre latido y latido.
Hoy subo de nuevo a este entarimado y
apenas reconozco mi propia voz. A pasado el tiempo bajo los almendros y en
ellos se ha ido quedando la nostalgia
imperecedera de los sueños cumplidos. Hoy alzo la voz. Como otras veces.
Busco en la tenue oscuridad de los focos un semblante distinto. Me cuelga en el
alma un cordón de alelíes remachado por el engarce de un nardo. Giro la cabeza,
sostengo la firmeza de los papeles en mi mano y dejo abierta la boca. Hoy vengo
a Pregonarte de una forma distinta. No es la primera vez que te hablo. Aquella
noche lo hice de forma calmada, pausada, en otro Tú y yo, paralelismo entre la
confluencia de los misterios que ponen en frente de los caminos, amor y fe,
admiración y dicha. Fue aquella noche del mes de mayo. Lejos en la distancia, cercana
en los sueños. Entonces tu corona ya tenía marcada en las sienes, que otra, se
habría de poner en Tu hermosa testa y en la de Tu hijo para Gloria de Almuñecar
y perfección de tu inmaculada dulzura.
Fue en Granada. En aquella Magna
Peregrinación en honor de la Santísima Virgen de las Angustias. Aún me estremezco
recordando aquel instante. Aquellas sombras de árboles sacudidas por el viento
que de vez en cuando soplaba, para que la vela de tu barco arriara de forma
temprana en aquel puerto granadino de almencinas y azofaifas, de flores y frutos
secos. La Virgen de las Angustias te esperaba en el dintel de la Basílica. Tú llegabas mecida entre
cánticos y alabanzas. Sonaba el plomo de las campanas golpeando con el péndulo
otras carnes de bronce, mientras el tiempo detenía el viento sobre las ramas.
Llegabas Reina y Madre mecida en flor
desde otras aguas. La Virgen de las Angustias Patrona de Granada tenía justo en
frente, como si el azar improvisara, a la Virgen de la Antigua, dulce y pura,
niña y sabia entre trajecitos de juncia y el caminar de la caña. Una frente a
la otra, dos Patronas y una Granada. En Almuñecar la soledad queda, pues quien
es Ángel de la Guarda, por dos días dejará de poner sus dos piececitos en la
arena de la playa. La una frente a la otra. Dos lunas y dos caras, dos hijos en
la cintura se mecen como las ramas. Uno de niño se le antoja jugar en las
calles y plazas, y al otro que de muerte tiene sembrada ya el alma, redime con
desconsuelo otras plazas de albero, como torero de penas amargas. Dos Patronas
frente a frente. La una su Granada de fuentes, la otra sus pedestales de
playas. La una con su rostro marchito entre la miel y la albahaca, la otra con
su sonrisa descrita en su boquita de almendra pelada. La Virgen de la Antigua
soltó al niño de sus andas y este fue a ponerle al otro, dormido en otras
enaguas, un beso grande y redondo en sus frentes doradas. Y la Virgen de las
Angustias, madre donde las haya, se vio mocita de nuevo, veinteañera de juncal
estampa, cogió al niño pequeño en magistral alabanza y le soltó un beso redondo
en sus mofletes de escarcha. Fue aquella noche de mayo. Dos Patronas frente a
frente, en una misma Granada y toda la gloria de Dios posada de flor en flor en
cada una de las ramas. Dos Patronas y un cielo, una de dolor, la otra de
gracia. Cada una de ellas con un ruiseñor, uno reía y el otro soñaba. Dos
Patronas y un requiebro bajo un nudo en la garganta. Dos madres de amor
asomadas a la misma ventana. La Virgen de la Antigua galeón de velas altas y la
Virgen de las Angustias entre otros reflejos de plata. Fue aquella noche de
mayo. Dos Patronas frente a frente y un secreto en la mirada. La Virgen de las
Angustias al verse en ella reflejada le dijo con voz en alto mientras sonaban
las campanas. Niña de ojitos grandes Reina y Madre sexitana que por gloria
llegaste a los mares y bendeciste cientos de playas, quiera la gloria de Dios
ponerte un alo de sol en tus sienes de muchacha, y que reluzca más que el sol
cuando se pose en las ramas. Virgencita
de la Antigua, desde Almuñecar a Granada, y pueda sentir algún día en tu
grandeza inmaculada, que el amor que tienes de Madre, al refugio de los mares,
te proclame coronada.
Y ahora, Señora y Madre de la Antigua, pongo
voz a este Pregón, antesala de lo que ha de venir. Será en el mes de mayo,
cuando las manos de nuestro arzobispo Don Javier y en cada gesto de él, cada
una de las nuestras, coloquen sobre tus pequeñas sienes la corona, unísono
clamor popular con el que la fe te habrá proclamado Virgen de la Antigua Reina
y Madre Coronada, Patrona de Almuñecar.
Aunque así lo has sido desde que aquí
llegaras 1.489 ¿o fue antes Señora? ¿En que oscuridad? ¿En que pozo de la
Puerta de Vélez o de la calle Nueva? ¿Dónde estabas escondida? ¿En que sueño
imaginada y en que lienzo dibujado Tú rostro? Si es en cada timón donde yace tu
estampa y en cada vela que al aire cruza de norte a sur y de este a oeste la
dicha y el consuelo del que a tu nombre pone remiendo a sus pesares. Si es en
cada estrella de los vientos, en cada bruma y cada ola, la que lleva nuestras
súplicas bajo tus plantas desnudas. Si desde 1.569 en la que fueras proclamada
Patrona y recibieras culto de Hermandad, ya eras Rosario de los mares y
vencedora de batallas. Como coronar a la ya coronada por los misterios
verdaderos del único Dios en el cielo y en la tierra. Acaso no eres Señora, el
refugio del que te implora, mercedaria de suspiros y abanico de palabras. No
eres Señora Encarnación de puertas abiertas, bautismo de los cristianos y
camino verdadero de mujeres y hombres que nos lleva a la gloria. ¿Cómo, Señora?
Hallar en ti mayor ternura. Que será del sol y de su luz, cuando en tu cabeza
reluzca el gótico de una nueva corona. Cuando la inspiración de Álvaro Abril y
las manos de Alberto Quirós pongan de plata de ley los suspiros cincelados de
cada uno de los que a tu altar posan sus rodillas. ¿Habrá señora, descrita
mayor hermosura?
Una corona nueva a la Virgen
a la Virgen le ponen una corona nueva.
Los niños cantan por las calles,
con sus voces de hierbabuena.
Dicen que tiene de bronce
calada una sirena,
una ola de mar, una petunia,
una gaviota y una cigüeña.
Dicen que la Virgen tiene
una carita risueña,
los ojos no son los mismos,
le brillan como candelas
que se encienden y se apagan,
lo mismo que las estrellas.
Tiene una barquita blanca
presta para cuando ella quiera,
salir a los mares de agosto
entre peñones de canela.
Que San Cristóbal del cielo
como un faro de yedra,
vigila que el niño ponga
sus manecillas tiernas,
en los rudos nudos que arrían
al cielo sus cuatro velas.
A la Virgen le ponen,
¡pronto una corona nueva!
con un letrerito pequeño,
en el que para leerse, se lea,
“Soy la reina de los mares
y Patrona de Almuñecar”.
Coronada por amores
de quien me ama, me acoge y reza
y pone en su almohada,
el relicario hecho palabra
de mi impronta tan pequeña.
Que es pequeña, Ella lo sabe
pero para su niño, tan pequeño,
no existe trono más grande
que los brazos tan pequeños,
que son los brazos de su madre.
También las campanas pequeñas
suenan, y sin pesares,
hacen volar a las palomas
de las torres a los alminares.
Y mi madre aunque es pequeña
no hay mayor gloria que se le compare
pues con sus dos brazos me lleva,
a cualquiera de los altares.
Mi Madre por ser pequeña
es la reina de los mares.
La trajeron Católicos Reyes
para bautismo de abencerrajes
y en sus dos ojitos pequeños
de océanos celestiales,
se unieron todos los cielos
se unieron todos los mares.
Que es la Virgen de la Antigua
Reina de Dominicos, de Frailes,
de Napoleónicas tropas
de los valientes y los cobardes.
Reina de pecadores,
de los ricos y de los pobres,
de los chicos y de los grandes.
De los que lloran en sus alcobas
de todo aquel que le falta el aire,
del que dice que le sobra
y del que no tiene bastante.
Reina de desprotegidos,
Reina del viento y el aire,
de los amigos y los enemigos,
y de todos los arrepentidos
que salen a verla en al calle.
Mi Madre con ser chiquita
que vengan pues a explicarme,
como en tan cuerpo tan chico
puede caber gloria tan grande.
La Coronan en el mes de agosto
los niños cantan por la calle.
Almuñecar ha puesto una alfombra
por cada sitio que pase.
La mitad del camino irá a hombros
la otra mitad por los mares
y en el cielo rúbrica de colores,
con fuegos artificiales.
Del Peñón de fuera al de en medio
y San Cristóbal vigilando los mares,
que no existe santo mas bueno
que cuide en la barca a mi madre.
Y como es un Santo tan bueno
más que bueno es bonachón,
si alguna travesura ya he hecho
quizás esté perdonado, antes de pedir perdón
que no en vano tiene mi santo
el mismo nombre que el del peñón.
A la Virgen le ponen pronto
una corona nueva.
A primeros del mes de agosto,
cantan los niños en la plazuela.
Dicen que tiene de bronce
las ramas de una palmera,
con un letrerito pequeño
que para leerse, se lea,
“Aquí está la reina del cielo,
ser madre de Dios, ¡es alteza!
para que descanse la gloria divina
encima de su cabeza.
Así es y entiendo que debe ser este
Pregón con motivo de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Antigua,
Reina Madre y Patrona de Almuñecar. Solo así sabe pregonarlo quien os habla,
creedme si os digo, plasmando en cada verso y de forma especial, como un
sexitano más, el camino que os llevará hasta el próximo día seis de agosto para
júbilo de todos. Llegar hasta aquí no ha sido tarea fácil y eso lo sabéis, todo
es fruto del trabajo de una ciudad que caracteriza a sus gentes por sus formas
humildes y sencillas. Todo a de formar parte de un engranaje perfecto. La
devoción como forma de vivir y de sentir a la Santísima Virgen. El fervor sin cortapisas
aun a sabiendas que vivimos en tiempos complejos y que cada día debemos de
buscar el motivo para que nuestro compromiso cristiano nos haga fuertes y no
caigamos en tentaciones y egoísmos que acechan por cada uno de los rincones por
donde nuestro caminar se hace cotidiano. Una coronación es otra forma de haber
lanzado la voz con los sentidos y haber escuchado la respuesta en cada una de
las plegarias lanzadas y ofrecidas día a día ante su semblante. Burocracia en
los despachos, que ha de haberla. Designios e investigaciones de que no todo se
trate de una quimera. Trabajo desde el consistorio para cuantas necesidades
puedan ser cubiertas y puestas a disposición de la Hermandad formada por la
Junta de Gobierno con su Hermano Mayor a la cabeza. Noches de desvelo hasta la
llegada de la noticia final. Y después, preparativos para engalanar a una
ciudad que ya por si sola, sabe ataviarse como el más precioso engarce tropical
que sabe unir a todos los rincones costeros que bañan de sal nuestra provincia.
Una Coronación es saber que el cielo baja de vez en cuando a la tierra. Es otro
acercamiento entre lo mundano y lo celestial es obrar el milagro de hacer que
los sentidos vibren, que el corazón hable y las bocas expresen todo sin saber
si hablan o callan. Nuestra Señora de la Antigua, ha escuchado cada uno de
nuestros pensamientos. Se ha llevado nuestras súplicas y no en pocas ocasiones
otorgado la paz a nuestro desaliento. Ella es la Patrona. Refugio de quién le
llora y pañuelo para todas y cada una de las lágrimas que saben a desconsuelo. Ataviada
con su coraza de plata en la Iglesia de la Encarnación nos recibe, el niño en
brazos deseoso como tantas y tantas veces que su madre le otorgue el permiso para
salir a jugar a la playa. Qué seleccione con los deditos de sus manos las
piedras más brillantes que hay en la orilla y las introduzca en sus invisibles
bolsillos de vino y de pan. Más tarde, cuando la Virgen salga a buscarlo, Él,
le habrá llenado ahora a Ella los bolsillos introduciendo las mismas piedrecitas
que ha cogido momentos atrás, mientras le susurra al oído. “Madre en cada una
de estas piedras yace la sal del mar y los océanos. No llores cuando sea
grande, pues en cada una de tus lágrimas, se hallará la sal del universo de
todos los hombres y mujeres de buena voluntad.” Pero ella, por eso de que es
Madre, sabe que su hermosa advocación de Virgen con su niño en brazos la
mantendrá así por los siglos de los siglos, y será quien deposite nuevamente
sobre los bolsillos de su hijo cada una de las piedrecitas relucientes y
esplendorosas, mientras le replica. “Hijo, en cada una de estas piedras
preciosas yace cada una de las promesas que los pescadores nos hacen cuando
salen a la mar. De cada mujer que ve alejarse sus barquillas y sus velas.
Cuando me veas llorar, no habrá sal, ni en el mar, ni en las piedras.”
Y así es. ¡Qué hermosura la suya! Ni
siquiera Velázquez, quién tantas veces dibujó sobre lienzos blancos los ropajes
tan excelsos de los Asturias, podría haber retratado con igual belleza la
impronta de sus pupilas solo advertidas en su grandeza y profundidad por quién
la mira. Con los ojos del alma y el sentido de la conciencia. Y así Señora se
explica como el amor de tu pueblo se hace latente cada día y en el mes de
agosto, explosiona cuando pones los pies en la calle. Así, solo se entiende
como tus horquilleros te portan con majestuosidad intentando subirte a los
cielos de donde procedes mientras descansas sobre sus hombros. Te han colocado
en el altar de los peces y estos, se han hecho de pan y de oro. Cada nardo que
crece en las esquinas de tu paso, forma parte de la oración que Almuñecar a
tejido para Ti en gloriosa ofrenda de flor y de beso. Y caminas entre el gentío
que no para de gritarte y de acicalarte con el mejor de los piropos. ¡Viva la
Virgen guapa de la Antigua! ¡Viva la Reina de todas la Reinas! y los cánticos
se hacen eco en las calles y las plazas y los balcones. Y los ojos se iluminan
de lágrimas y la noche de estrellas ensimismadas y tímidas ante el esplendor y
el brillo de tu semblante. Y vuelves a subir a tu barquita para recorrer los
mares cercanos, sin que una gota de mar salpique tus enaguas de anónima talla.
Y recorres los peñones poblados a la caída de la tarde por gaviotas reidoras, mientras
en la profundidad de sus rocas, astroides, octimias, peces de roca y alevines
de alta mar se dan cita en sus calados para ofrecerte con sigilo lo que son,
otra multitud de colores inapreciables creados únicamente por la divina mano de
Dios.
Y es entonces cuando las estrellas
deciden desprenderse del cielo para caer a tus plantas. Los cohetes llenan de
luces la esfera del universo agujereado por miles de alfileres de plata. Todo
es una bóveda, un semicírculo donde la realidad ya no se toca con las manos, ni
Santo Tomás hubiese necesitado introducir un dedo en yaga alguna para creer. En
este momento Señora de la Antigua es la imponente corona de la noche la que
baja hasta tus sienes antes de que navegues hasta la plaza del Altillo. Cada agosto
Señora, me viene a la mente que el cielo es menos cielo, y aquí, en esta tierra
costera de rezos sosegados, es tu paloma blanca la que desliza su vuelo para
posarse en cada baranda y estar cerca del requiebro, de quien con la voz te
canta, o te recita con el verso. Cada agosto Señora en tu proclamado
magisterio, enseñas didácticas nuevas con letras de terciopelo. Cada agosto
eres Asunción elevada desde el pueblo, repique de castañuelas y timón del
marinero. Cada agosto eres Señora, Piedad y Misericordia y en la hoguera de
leño, las ascuas con las que te llevas en humo blanco a los cielos, mis pecados
si al no quererte, presientes que no te quiero. Cada agosto eres Señora, mi
pincel y el lapicero con la que dibujo en mi mente mi pesadumbre de enero. Eres
calma en la tempestad de mi embuste primero, la almohada del arrepentido y la
gubia del carpintero. Eres Señora en agosto, la brisa, el aire y el viento. La
risa de todos los niños cuando ríe tu niño de nuevo, con cada mirada infinita a
la que vas llenando de besos. Eres Señora en agosto cantar de este pregonero,
la poesía, la rima y la prosa. Eres la fuente y el agua, eres la espina y la
rosa. Eres reina de todas las reinas, única madre y la intercesora, que ha de
llevarnos hasta el hijo cuando nos llegue la hora. Y tal vez rendidas cuentas,
al verte quizás de pastora, pueda decirte bien alto sin que se quede seca mi
boca. Fuiste Señora en agosto, mi rezo, mi guía y mi alforja. Reina de todas
las Reinas a la que no le hizo falta corona.
Pero es ahora cuando te muestras de
forma distinta. Lo decía hace un momento mientras el palpitar de mi corazón
apenas dabalugar a que las palabras escritas, no hace tanto en la soledad de mi
habitación, me embargaran en el día de hoy, cuando pronuncio con osadía a los
vientos de poniente, el día grande de Tu Coronación. Disculpen al hombre que
tras de estos micrófonos, encaja frases sin saber, si es el alma quién las
pronuncia para que las proclame el corazón, o es la nostalgia disuelta en
la métrica y musicalidad de los sueños
errantes del poeta ante el inminente día grande de su coronación. Querido
Hermano Mayor, cumplo con el encargo que me trasmitiste. Almuñecar, con ello
dejo mi alma buscando su mirada en el mar.
Cuenta la leyenda
que fuiste encontrada en un pozo,
en una calle poblada
de arenas de hierva y matojos.
Nadie habla de quién te encontrara,
quien pudo mirarte a los ojos
en esta vida primera,
con los que nos mirabas a todos.
Cuentan que fuiste traída
en monturas de reyes Católicos,
que evitaste guerras y males
entre cristianos y moros.
Que envainaste las espadas,
el hierro, codo con codo
para cambiar por caricias y amor,
odios en un mundo de lobos.
Y ahora engalanada de flores
cuando el tiempo pasa como si nada,
aún los odios y rencores
ponen gritos en las ventanas.
En esta vida Señora
donde agredir no cuesta nada
y el engaño es la forma sutil,
de vivir, sin mirarte a la cara.
Cuentan que hay niños que lloran
en otras tierras y en otras aguas,
que cruzan estrechos sin fondo
con sus barrigas hinchadas.
Y Tú que lo puedes todo
te los vas llevando en volandas,
al cielo de los niños buenos
para que jueguen con cometas blancas.
Cuentan que en esta vida
el valor con valor se paga
y para ello el abrazo cuesta,
lo que vale una moneda de plata.
Que hay hombres que no quieren
que agreden, que escupen; ¡Matan!
y no ven en las mujeres,
más amor que el que les puede
saber a dolor, a veneno y a rabia.
Y Tú que lo puedes todo
a pesar de tu sonrisa de escarcha,
en tu cielo le pones a todas
un niño Dios a sus plantas.
Pero en este mundo Señora
hay Dios, y lo proclaman,
otras voces que quieren
verte posarse en sus ramas.
No todo es mentira Señora
aunque esta tristeza nos mata,
que el mundo es un mundo de locos
y estar cuerdo no basta,
si no te tenemos presente
ni sabemos remar en tu barca.
Este es un mundo de amor
donde el beso no sale a subasta,
donde podemos ser más de dos
olvidando colores y razas.
Yo apuesto Señora a que todo
tiene cabida en tu playa.
Que tus ojos son la marea,
con solo mirarte me basta.
Que en tu semblante de madre
nunca volviste tu espalda
y que solo para encontrarte,
siendo valiente o cobarde
basta con guardarse la espada.
Te siento en cada caricia
cuando sueña, gime, enloquece el alma
y en la sonrisa del abuelo
con el nieto en volandas.
En el consejo del padre
del hermano y la hermana,
en la cruz de tu iglesia
y en el sonar de campanas.
Cuenta la leyenda Señora,
que en Almuñecar fuiste hallada,
entre un tropel de caballos
sin saber que te buscaban.
Este poeta que ahora
pone verso a tu plegaria,
vuelve a buscar tu semblante
ya Patrona consagrada.
Y ahora en viento de levante
gime, grita, escribe y te habla
que no puede haber otro cielo,
si no existe cielo en tus andas.
Cuida a tu pueblo Señora
pan de trigo, fuente y agua.
Da de beber al sediento
con la fuente de tu lágrima,
esa que tienes chiquita
junto al lado de tu alma.
Permíteme que tu sueño infinito
sea el Ángel que me guarda
y que tu niño sean los niños,
que juegan en todas las plazas.
Permíteme que me lleve
tu suspiro cuando me hablas,
en las noches cuando no pido
perdón por mis hazañas.
Déjame que me lleve
de tu pregón una palabra,
la más simple que te dijera
con esta voz
destemplada,
para quedar siempre en deuda contigo
al poner los pies en Granada.
Sentiros orgullosos sexitanas y sexitanos. Lo que ha
de llegar será parte ya de vuestra historia más reciente. La culminación, como
os decía en un principio, de la ardua tarea de hacer mucho más grande vuestras
creencias y vuestra fe. Con ello, no tengáis duda, pues además de ver construido
un nuevo altar, y de haber subido el peldaño, que de la tierra al cielo separa
lo inhumano de lo real siempre de la mano de vuestra patrona, de igual forma,
habéis enriquecido a vuestra Ciudad y llevada de boca en boca, elogiando sus
virtudes, sus parajes y su incomparable belleza por cada uno de los rincones
dentro y fuera de nuestra geografía granadina. Así se ha hecho eco la prensa
escrita y hablada. Así se ha escuchado en tertulias de micrófonos y de mesas
analíticas de nuestra reciente actualidad. Así queridos amigos, como lo hacéis
hoy, se escribe la historia del presente para que otros cumplan el deber de mantenerla
viva y con orgullo en el devenir del futuro. Todos y cada uno de vosotros
estaréis representados en la Gótica corona que ha de aferrarse por y para
siempre sobre las Benditas sienes de Nuestra Señora de la Antigua, Reina y Madre,
Patrona de Almuñecar. ¿Qué valor tendría pues, de no ser así? Hemos de ser el
ejemplo de los que no nos entienden ni comparten nuestra fe y la mejor forma de
hacerlo, es la de hacerles entender, que no todo el júbilo de nuestra creencia
se cincela artísticamente en cada detalle que pueda tener la corona en si. Que
lo material es solo la representación perfecta de nuestro arte sacro, pero que
para llegar a él, ha existido y existe, el compromiso cristiano de haber
llegado a Ella como fértil representación de lo que alma, corazón, sentimiento,
creencia y compromiso nos exige nuestro deber como personas de bien. Todo lo
demás es el júbilo incontrolable que nos hace estar vivos. ¿Qué origen tendría
el almendro sin la flor de primavera? ¿Para qué el agua del otoño sobre el
naranjo? ¿Qué aroma el azahar o la flor del nardo sin el jardinero que sobre
ellas dispense el cuido de su armónica luminiscencia? ¿Qué sentido el del amor,
si no ha de ser compartido y gritado a los cuatro vientos? ¿Qué sentido el del
abrazo improvisado? ¿Para qué el florecer de mayo, la hoja del otoño o el beso,
si hay olvido? No queridos amigos, la Corona que ha de ponerse sobre sus sienes,
nos lleva a todos consigo. Jamás pesaron en ella tantas plegarias, tantas
devociones, tantos susurros a solas, tanta pasión comprimida en los gestos
invisibles del ser humano. Tanta grandeza en las ilusiones cumplidas. Tanta
dedicación en fortalecer alma y espíritu. Tantos rezos sobre la arruga sutil de
la almohada. Tantos recuerdos dedicados entre lágrimas y suspiros por los que ya no están con nosotros y nos observan desde
el cielo de los justos y musitan ecos con sus voces inmortales con las que
parecen decir…
En vuestras manos están
las glorias de ahora hacerlo.
Yo ya camino en el mar,
yo ya no puedo hacerlo.
La corona que le vais a dar
la tiene ya puesta en cielo.
Tantas mañanas, tardes y madrugadas de
rezo por todas y cada una de las camareras que a su alrededor, forman en
perfecta conjunción entre alma, corazón y vida, y que alzan sus voces rindiendo
culto a Ella y al Santísimo Sacramento.
Tenedla
siempre mimada
como tierna
flor de cristal.
Es la Madre
de sonrisa callada,
Reina de la tierra y el mar.
Tantos rezos de sus Horquilleros
capitaneados por su Capataz Marcos Najarro. A los que no permitirá que ni un
solo soplo de brisa marinera enrede sus cabellos. Aunque así pretendan jugar
los Ángeles, con el niño que lleva en sus brazos.
Siempre al
sonido de la campana.
¡En alto al
cielo su impronta!
Gloria en Tu
mar veterana,
venga a
nosotros Tú Gloria.
Tantos rezos cantados por el grupo de
fandangos cortijeros en cuyas voces melódicas, Inés Alaminos hace clarividencia
de las más bellas armonías capaces de desprenderse de las gargantas, en otras
claves de sol, a cada paso inventadas.
¿Se puede
cantar llorando?
¡Claro que se
puede!
Hasta que
llegue el niño a su barco
y quede mi
llanto en sus redes.
Tantos rezos de los marineros a la voz
de Andrés Martín. De la tierra al mar, para que la inmensidad de los océanos
hasta donde ha de llegar su nombre, haga saber que la extensión del agua, no es
más que una gota salada, oscilación que navega en cada una de sus pupilas.
Mi virgencita
no llora nunca,
es la emoción
que le puede más.
Su barquita
está hecha de juncia
con ramitas
de un limonar.
Una
corona sí. En la que os encontráis cada una de vosotras y de vosotros. De los
que estáis y los que montaron en su barca un día y no volvieron al Altillo.
Todos los que hoy junto a San Cristóbal, ven el castillo de fuegos
artificiales, pero con la idiosincrasia divina de que ellos para mirar sus
esplendorosos juegos de colores y algarabías, como el Santo Cristobalón, solo
han de inclinar sus cabezas hacia abajo. Decidme pues, si existe duda, ¿cuánto
ha de pesar su corona?
Permitidme
que en estos momentos quiera volver a buscar con mi palabra a Nuestra Señora de
la Antigua. Que ha Ella le dedique este tiempo de exaltación que ha de poner el
punto y final a este pregón que ya es vuestro. Qué busque la inspiración en la
grandeza que encierra su nombre y que lo recalque en estos papeles que no hacen
tanto se me presentaban en blanco y que solo la devoción a su semblante,
acompañándome por el camino de las letras, fueron llenándose de renglones a los
que hoy pongo voz, sujetando mis nervios a cada golpe de latido que con ellos
expreso. Pues la he buscando en cada segundo que mis dedos golpeaban el teclado
de la máquina. En cada giro de tinta con la que anotaba una idea en otros
papeles difusos y a veces ilegibles. En cada preámbulo sin medida y en la
medida del tiempo para pensar y dialogar con Ella en tan hermosa soledad,
tantas veces necesarias. En cada impulso acelerado de mis manos cuando las
palabras se vertían frente a mis ojos en la pantalla y en la brisa que a mi
ventana entraba casi de puntillas para no romper la magia de mi conversación ensimismada
y gramatical. En cada metáfora y en cada verso destinado a balancearse junto a
otro, en este columpio de ideas deshilachadas buscando la costura de los
propósitos inverosímiles. Solo Ella y ahora vosotros, supieron cuantas veces
pronuncié su nombre. Cuántas veces saboreé sus sílabas en mi garganta seca y
cuantas veces sacié mi sed con su mirada…
Antigua.
Nuestra Señora de la Antigua. Y volví a saber en tan inconmensurable cabida de
tiempo sin tiempo, que Tú eres el tiempo y la vida. Que tu nombre es la más
hermosa de las partidas porque tienes el poder divino de ser el mayor tesoro de
los reencuentros. Que llamarte Antigua es
llamarte sabiduría, garantía y la osadía de hallar en ti otro amor perpetuo.
Que no existe llama sin tu gesto, ni valentía si en tus ojos tiernos no prende
el fuego de estar un solo día absorto de pensamiento, por el que ningún
recuerdo pueda llevarme a tu bahía. Que una vez muerto, si al pensar que
moriría, ¿qué sentido podría tener mi muerte? y que aún vivo y presente, ¿qué
otro sentido la vida? Que son tus motivos tus gentes, Madre mía de la Antigua y
la Corona a tu frente acaudalada de piedras marinas, las que han de hacer de tu
agosto, el mes de las glorias escritas. Antigua porque eres incombustible para
poner tus manos sobre las mías. Porque suenan a cascabeles las golondrinas que a
mi tejado vienen cuan peregrinas, con sus olores inciertos de mandarinas.
Antigua porque eres sendero y calle de quien camina buscando el techo que le
cobija, de pinares y ramas de celosías. Antigua porque eres espejo y cristalería
y en tus miles reflejos, candelería, por donde el fuego prende y la seda hila.
Eres Señora Antigua por tus batallas de amor que cumple lo que decías,
proclamada Reina y Madre sublime y Santa en los Altares de avocadas letanías. Y
este poeta al nombrarte, ¿Qué otra palabra usaría? Que la de reina entre las
reinas, proclama de la noche y día. Un poeta que te sueña ya coronada este día
en el que las paredes se hagan de todas las casas más chicas y que la gloria de
tu gloria, por ventanucos y ventanillas entre por los balcones, recorra a
doquier las esquinas y llegue hasta los peñones a morir en sus miles de
orillas. Un poeta que ya escucha miles de voces sencillas, las voces de las
mujeres, de los hombres, de los cientos de niños y niñas. ¡Qué ya coronan a la
Virgen! ¡Qué ya la coronan! Y entre un vergel de coplillas, toda una corte de
palomas guardia real de cornisas, se posen en las barandas de forjas recién
fundidas. ¡Qué ya coronan a la Virgen! ¡Qué ya la coronan! Y toda Almuñecar
deprisa, corra hasta tus pies pequeñitos para rendirse a ti de rodillas. Que en
todas las calles blancas suenen palmas y risas, y en todas las barcas de vela izen
cabo y bandera, campanas y campanillas. ¡Qué ya coronan a la Virgen! ¡Qué ya la
coronan! No hay en el campo amapola ni por doquier, margarita, que plantada en
ningún vergel quiera perderse la cita, de ver Patrona tan grande en plata tan
pequeñita. No hay viento en las aceras, no hay lugar a mayor brisa, que el aire
de un soplo divino entre flores de manzanilla. ¡Qué ya coronan a la Virgen! ¡Qué
ya la coronan! Vengan horquilleros todos con chaquetas y con camisas, con la
reliquia en el pecho de llevar hasta el cielo a la más hermosa de las dichas…
¡Qué ya la coronan!
¡Qué ya coronan a la Virgen!
Escudad, ángeles lo que dicen…
De Almuñecar a su patrona,
Virgen de la Antigua.
A la Gloria por siempre. ¡A la gloria!
He dicho
(Muchas gracias)
José Manuel Rodríguez Viedma
Imagenes fotográficas
http://www.infocostatropical.com/noticia.asp?id_noticia=71072
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