POESÍA EN EL LAUREL
<< Se cerró el telón >>
Pasaban algunos minutos de las
nueve y media de la tarde, cuando Francisco Valenzuela, VALEN, entonaba al cielo de la Zubia sus
romances cantados. Algunas estrellas parecieron darse cita de una manera
especial en el sublime escenario de las constelaciones. Mientras la guitarra de
Pablo García vibraba entre trémolos apasionados, todas las flores de San Luis
el Real, desplegaban sus galas oscuras en el paraíso del Laurel. Y se hizo la
noche cerrada con el Arpa de Elisa Remón, abrazó las cuerdas con el alma y entonó
las palabras de amor traducidas al castellano de la dama del verso, Aicha
Bassry, que había dejado Marruecos en cuerpo y alma, para regalar sus poemas a
quien tuvimos la suerte de escucharla. Nos
dibujó a su hija robando un racimo de uvas en sus sueños y con ella, todos
saboreamos la vid de la dulzura. Suhail Serghini con su laúd árabe, nos
traslado al país de las mil y una noches. Se estremecieron los cimientos del
convento de las Mercedarias de la Caridad hasta el punto, que todas las flores temblaron
con sus pétalos y estíos difuminados entre aromas de otros tiempos.
Se cerró el telón de la Poesía en
el Laurel en su novena etapa. Cuando apenas nos habíamos llevado a la boca la
miel de la prosa que la brisa se había comido de un bocado cuesta abajo. Cuando
la Poesía desde Turquía, se posaba en los labios de Haidar Ergülen y un baño de
silencio besaba las mejillas de la calida brisa de unas cercanas doce de la
noche, que se despedía borracha de amor ante la tenue luz de las farolas. Se
cerró el telón con la voz del poeta Antonio Gil de Carrasco, que nos dibujaba
una España medieval en el recuerdo y un llanto apasionado ante la perdida de su
abuela. Sus versos se aclimataron a los ojos cuajados de lágrimas y un vendaval
de sentimientos, danzaron al unísono entre la pasión y el quebrando de su
palabra.
El catorce de agosto había
cerrado el telón de la cultura en el laurel. Los poetas afianzaron sus bocas a
la gubia del silencio y se tornaron en estatuas mudas para que solo el alma y
recuerdo hablara ya de ellos en la fragua lorquiana de los tiempos. Los músicos
guardaron los instrumentos en sus cajas de misterio y la abrazaron con dulzura
a sus manos, como quien el alma lleva fuera del cuerpo y la saca a pasear por
la rivera de los sueños cada madrugada. Los cantautores dejaron caer al suelo
sus pestañas y desprendieron sus
inspiraciones hasta los talones de sus zapatos, para seguir recorriendo el mundo
entre compases, inacabados versos y rimas, llantos y requiebros.
A poco menos de las doce de la
noche, cuando apenas la cenicienta de la Zubia había escuchado la campana de la
iglesia blanca de la cuesta…, se cerró el Telón. Se apagaron los enchufes de
las baterías de sonido y se durmieron las flores entre las encinas y los
laureles de los cuentos. Ahora solo quedaba en la blanda brisa de la huerta, un
cierto desasosiego de las personas condenadas a marcharse entre suspiros. Todos
fuimos víctimas para el recuerdo y fuimos protagonistas del presente más
inmediato. Cuando los poetas se callan, el alma se despierta y grita, cuando el
alma grita, el poeta es incapaz de comerse de un solo bocado, las palabras que
describen cuerpos y vida. Pero ya era imposible volver a escucharlos, al menos
entre aquella brisa que durante dos mágicas noches nos había besado la frente.
Desgraciadamente para los
mortales… de una forma incandescente, se había cerrado el telón.
EN OTRO MOMENTO
No habrá tiempo de imperfecciones
cuando nos miremos.
Cuando cara a cara
nos veamos el uno junto al otro.
El alma nos tenderá
la mano y nos besaremos junto al río
y la parra nos tenderá
la uva, para comerla con nuestros labios.
Nos sabrán a beso las
miradas furtivas de los necios
y a incienso la valentía
de quien nos niega.
Abriremos el telón, ¡de
nuevo! con nuevas rimas y nuevos versos,
y cuando veamos el
amanecer en los ojos cerrados del poeta,
nos miraremos de
nuevo…. y sonreiremos.
Ahora, ahoguemos en
profundas aguas nuestros besos,
en la huerta solo
queda Dios disfrazado de niño,
que busca entre las
flores, las sonrisas y los versos.
José Manuel Rodríguez Viedma
Mi más sincera
felicitación
al Ayuntamiento de la Zubia y en su nombre a D. Antonio Iglesias Montes, su alcalde, y a Ana Sáenz de Soubrier, Concejala de Cultura.
al Ayuntamiento de la Zubia y en su nombre a D. Antonio Iglesias Montes, su alcalde, y a Ana Sáenz de Soubrier, Concejala de Cultura.
Al Poeta Pedro Enríquez
por su más que acertada dirección, y a mi amigo Manuel Sánchez Salmerón, siempre
por su impagable compañía.