miércoles, 28 de septiembre de 2016

Entrevista

Entrevista realizada con motivo de la asignatura de 
periodismo cultural.
Máster de Periodismo Multimedia del Grupo Vocento (Bilbao)

Por Álvaro Ramos Ruíz

martes, 27 de septiembre de 2016

VERSO La sonrisa de los girasoles. Antología.





SONETO DE LO PERDIDO

Rota estaba la piel sobre la escarcha,
de una sombra de cristal, que era la tuya.
Sobre una rama la savia y la grulla,
con la seda en la piel, de otra muchacha.

Te di mi caricia redonda en la almohada
cuando sonaba tu sí, sobre mi duda,
en la delicia de tu verso te hallé desnuda
otra noche blanca de mar inacabada.

Lloraste amargos recuerdos de lo perdido
con otra lágrima de sombra en el tintero
y la rúbrica en la carta de lo herido.

Escrito estaba en la sombra -yo te espero-
no importa mi amor, si tú te has ido,
si tú mueres de amor, por ti yo muero.



José Manuel Rodríguez Viedma
Cuadro; EL BESO de Thomas Saliot

lunes, 12 de septiembre de 2016

Poema de "Verso" La sonrisa de los girasoles. Antología (2.016)





CONSEJO SENCILLO DE LA VEJEZ


Siempre en la puerta sentado.
Lo mismo estaba el chiquillo,
con una varilla en la mano
y la sonrisa de trigo.

En sus ojos se dibujaban
universos recién estrenados,
y en las rodillas cantaba
entre una negra maraña,
un cardenal de cuidado.

El pelo a la brisa desnudo,
las manos al río en volandas,
y los pajarillos con disimulo
sentados en negras barandas.

¿Quién fuera aquel chiquillo?
que más que mirar te miraba,
como si en su grandeza de grande,
¡Tan grande se reflejara!
Con un puñado de años ¡ya!
clavados en las espaldas.

Que daría yo, porque no crecieras.
Porque siempre fueras pequeño,
para que aunque tú no lo quisieras
pudiera yo ser el dueño,
de hacer que no despertaras
de la infancia de tu cuerpo.

Ya ves niño, mis arrugas.
¡Rasgando piel al entrecejo!
Sin que tenga mi alma la duda,
en esta cabeza desnuda
de que soy un hombre más viejo.

En mi sabiduría yo hallo la fuente
y en ella tú bebes consejos.
Pues la vejez es como un barco
que siempre te lleva a buen puerto.

Un barquito de papel,
cargado de buenos remedios.
Tan dulce como la miel,
que se hunde con los dedos.

¿Para que quieres crecer?
Si al final el mundo entero,
no es más que un atardecer
que solo coge en el sombrero.

En tu infancia la nube se torna,
como una caracola de ensueño.

En la distancia una paloma
no es más que un cascabel pequeño,
que suena cuando se colma
de cientos de recuerdos buenos.

Crecer es solo llegar más alto.
¡Pero nunca llegar el primero!

Pues a veces  con un garabato,
aunque sea un garabato pequeño,
llegas a tocar con las manos
la senda sublime del cielo.

Yo también quise ser grande
y subirme a un molino viejo,
y desde allí ver el paisaje
de donde nacen los besos.

Yo también con mi rama joven,
quise poner en la hoguera leño
y llenar mis futuros presentes
con más de un millón de recuerdos.

Tan grande y tan holgado
que ya por más que los cuento,
alguno se me queda colgado
en otra rama del pensamiento.

Hacerte grande ¡es perder!
los principios de los cuentos,
aunque aprendas bien a leer
con los ojos del firmamento.

¡Yo no maldigo la vejez!
que bien merecido mi tiempo,
fue como un manantial
que poquito a poco me fui bebiendo.

Solo te pido ¡chiquillo!
que como tú también has de hacerlo,
bebe poquito a poquito
con cientos de sorbos pequeños.

Y hagamos un trato entre ambos
aunque en este trato la vejez,
sea un nuevo garabato
atado entre tu zapato,
como una cometa a los pies.

A cambio de tu sonrisa
yo te daré el mejor de los cuentos,
mientras dejo que entre la brisa
se duerman tus ojillos tiernos.

A cambio de tu mirada,
yo te daré mi sombrero
y en el hallarás la barca,
al timonel y al marinero.

¡Ambos en volandas!
se llevaron el vergel de mi tiempo.

Ya se ha dormido el chiquillo,
entre la savia de los almendros.
Mientras el aire le besa el flequillo,
¡yo velaré por sus sueños!

Ahora te acuno entre mis brazos.
¡Ya lo ves, que no me quejo!
solo apelo a nuestro trato,
pues en este campo sin riego
¡lo que yo daría por hacer…!

Seguirte viendo crecer,
sin yo hacerme más viejo.


José Manuel Rodríguez Viedma


Con otras miradas...

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La mitad del silencio

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