martes, 18 de septiembre de 2012

Poemas dormidos para almas despiertas. (Extracto.)




EL PRINCIPIO DE UNA CARICIA.

 
Estaban adormecidas…
Una tenue luz improvisada las unió de repente,
cuando la mañana las multiplicó por dos, entre suspiros cercanos
y la luz en la ventana de sus ojos, arañaba el cristal,
entre el espejo dubitativo de sus nombres.
XXXXXX
Estaban adormecidas… casi inertes, casi desechas.
La madrugada se había pasado toda la noche jugando con ellas
hasta dejarlas sin sentido, moribundas y calladas.
Estaban tronchadas entre sí, como dos racimos de uvas,
como las yedras de las verdes tinajas,
como el espino del amor, desventurado en medio de una sonrisa.
XXXXXXX
Cuando se miraron el uno al otro, las encontraron entrelazadas.
Aún olían a besos, a caricias recién estrenadas
y a pompas de jabón difuminadas con el roce precoz de sus cinturas.
XXXXXXX
Al verlas nuevamente y sentir su espina,
decidieron al unísono dar cuerda al motor de la locura.
Se amaron otras cien veces más y ya no hubo noche,
capaz de dejar otra vez, por un instante,
que sus manos ocultaran dar cuerda a los relojes de los besos.
XXXXXXX
En un instante de paz, sus almas multiplicaron las esencias de los jardines.
Las alondras callaron sus picos en las ramas, y a lo lejos…
presintieron que la aurora dibujaba otro astro en sus miradas.
XXXXXXX
Ya era tarde para contar de nuevo las estrellas.
El amor y la fragancia, la locura y el cuerpo,
las había dejado otra vez, adormecidas...
Tiernamente adormecidas…
Se habían mirado a los ojos.
¡Y amado locamente de nuevo!

 
José Manuel Rodríguez Viedma.

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