Presentación del Cartel anunciador, con motivo de la Expocisión sobre la Sábana Santa de Turín, realizada en el Colegio Salesiano de Granada. (Enero de 2.009)
La Sindone
¿Realidad o Ficción?
Excelentísimas autoridades, señor Director del Colegio Salesiano, estimado Padre Conciliario. Señores representantes de la Real Federación de Cofradías y Hermandades de Granada. Hermanos Mayores de Cofradías Hermanas. Representantes de los diferentes grupos de la Familia Salesiana. Cofrades y amigos todos. Hermano Mayor de la Real Cofradía de Penitencia y Hermandad Salesiana del Santísimo Cristo de la Redención y Nuestra Señora de la Salud. Amigo. Muchas gracias por tus amables y sentidas palabras sobre mi persona. Son ya muchos años, aquellos que nos conocemos y es por eso que el cariño y el afecto son mutuos.
Palabras que sin duda son doblemente agradecidas, pues si bien estas proceden producto de una sincera amistad, con ellas alivias de buena manera, el camino que separa el asiento reposado del cuerpo, hasta la firme presencia de este, una vez ya, alzado y frente al micrófono. Muchas gracias y felicidades a ti, a la Junta de Gobierno que presides, a cada una de las camareras, costaleros, cofrades, que celebráis los XXV años fundacionales de la Hermandad, de la que me honra pertenecer. Gracias a mi padre y a mi hermano, fundadores que me integraron en ella desde el principio. Y gracias y felicidades a todos, por permitirme seguir disfrutando de ella, día a día, paso a paso.
Quizás al encontrarme hoy tras de estos micrófonos, la voz, el sentimiento y la calma, no sean una fiel imagen que refleje lo que este presentador pretende con su lectura. No es cierto que las dudas me conmuevan. Simplemente porque las dudas hace ya tiempo que se quedaron totalmente disipadas. Quien os habla, no es la primera vez que lo hace para cantar a los cuatro vientos las maravillas de una Semana Santa que respira por si sola en cada tramo de una calle o sigilosamente dormida bajo la luna más bella de Granada. No es la primera vez que mi palabra acaricia los latidos de mi corazón a medida que los recuerdos se dibujan en mi mente como si fuera siempre la primera vez que los vivo. No es la primera vez, que dibujo un Cristo distinto con mi prosa, amarrado siempre al madero en forma de cruz. No es la primera vez que siento el dolor del clavo, en el amor de quien por amor murió anclado al madero del suplicio. No es la primera vez, que siento el aroma en los calvarios, donde duermen multitud de flores, rociadas por la divinidad de la madrugada fértil de nuestro cielo…
Palios acariciados, con el mimo escondido de un beso. Rezos atrapados en los labios entreabiertos que esperan. Luces que llegan apagadas al regreso, entre una marea de estrellas teñidas de dolor. Miradas perdidas, deseosas de ser encontradas por la Divinidad, antes de ser ligeramente maquilladas por el agua sagrada del llanto. ¡Habrá algo más hermoso que una lágrima concebida por amor!
No es la primera vez que quien os habla, ha tenido la osadía de presentar un cartel. En el que la imagen hacia diluir las palabras en el pozo del silencio, donde solo esta invitada a soñar la imaginación. No es la primera vez, que una instantánea sobrecoge mis sentidos para colmarlos de versos. Allí donde el ojo ve y el alma deja invisible la impronta para seguir soñando.
Que difícil hoy, que ironía… Si por una parte mis palabras dicen la verdad, que mentira piadosa siente el alma de quien os habla. No es cierto, solo me bastó fijarme en su rostro y ya está. Las frases comenzaron a escaparse de los impulsos de mis dedos hasta pintar de negro uniforme, el blanco inmaculado del folio. Vosotros ahora también lo veis…
Fijaros bien en la cara.
Pues bien puede ser, aquel que quiso
con la venia de Dios, hacerse hijo,
que de la Gloria bajara.
Fijaros bien, que os hable el alma.
Pues bien pudo ser, aquel que quiso
hallar la muerte en el suplicio,
de ver su muerte coronada.
Fijaros bien que fue el espino.
Mirar su sangre hecha de fragua,
como el triste cauce de un río
por donde no quiere danzar el agua…
¿Realidad o ficción?
El Sudario descansa en Turín. La Sabana Santa, la Sindone o el Santo Sudario que envolviera los restos de un hombre, marcados por el sufrimiento, pasión y muerte por la crucifixión. Que curiosidad, que al detallar los hechos de su muerte de Cruz, no pocas gentes, entre los que se encuentran expertos científicos, escritores e historiadores, ponen nombre propio al hombre, para llamarlo Jesús de Nazaret. La misma tela que lo cubrió en el Sepulcro y que hoy descansa en la Catedral de San Juan Bautista de Turín, en Italia. De la misma manera, otros creen que el Sudario, no es más que un fraude o falsificación medieval, que ha sabido llegar hasta nuestros días. Siempre con la interrogación escéptica, entre una ficción capaz de dejar atrás una realidad, quizás palpable ante nuestros ojos.
Una pieza de lino, cuyas dimensiones no sobrepasan en gran medida las de cuatro metros con treinta y siete, por uno diez. Que abren el debate de la realidad y la mentira.
Y aquí, quién os habla, quién os presenta el cartel que dará lugar a la magnífica exposición sobre la Sindone que nuestra Hermandad realiza con motivo de su XXV Aniversario Fundacional. No puedo por más que lo intento, dejar escapar una extraña sensación de miedo y de respeto. Miedo, simplemente a que la palabra de un poeta ante la realidad de tener, aunque sea una imagen lejana en el tiempo, el verdadero rostro, la verdadera imagen, de Cristo. Aquella por la que ninguna gubia se deslizara por la inspiración de un escultor, más que las manos de Dios. Sus rasgos, solo moldeados por la apariencia real del hombre hecho Cristo por el insulto y el látigo. Si amigos míos. Un miedo real ante la visión ficticia aún por reconocer ante siglos de silencio y de bocas calladas. De ahí que la propia mía, la de este poeta que os habla, no sea más que la resonancia que emite el eco de mis emociones. La Verónica de todos los tiempos, (quizás plasmada en forma de mujer, para hacer de ella la más hermosa leyenda y realzar aún más la belleza inmaculada de Tu faz.) Miedo, al pensar que puedas ser quién dicen que eres y que sin duda tienen razones que la ciencia les ha permitido dar, para ser firmes sus convicciones. Las mías, solo se amarran a la fe que hace de mi creencia, el ser la fuente dónde cada mañana, quisiera que mi hijos bebieran hasta saciar la sed de sus pequeñas bocas.
Miedo, al detenerme un segundo en el tiempo y pensar que has estado aquí en cuerpo y en alma. Miedo, al pensar que tus rasgos nos son tan familiares, que te hubiésemos reconocido en cada calle, en cada plaza, en cada rincón. Sólo nos hubiese bastado escucharte reír. Cuando las palomas de la plaza de las Pasiegas hubiesen revoloteado ante Ti, desplegando sus alas nuevas. Mientras la brisa hacía rizos con tu pelo y las campanas de las Torres más altas de Tu casa, emitieran el mismo sonido, que aquellas que bien pudiste sentir, hechas de barro en manos de otros chiquillos en las calles de Nazaret. Miedo sencillamente a no ser justo, Al llamarte Abba, de la misma manera con la que Tú llamaste al Padre grande del cielo. Miedo sencillamente a no acertar con el protocolo, porque a pesar de ser la única eminencia en la tierra, solo acierte por amor, a poder llamarte de Tu.
Respeto, por que mi palabra no se sustenta de pruebas confirmadas, para creer en Tu imagen. Y solo se alimenta de conclusiones que buscan en mi corazón, una necesidad nueva para seguirte. Bendito engaño si así lo fuera. Púes mañana Abba, al encontrarnos frente a frente. Cuándo el último aliento de mi voz quedara inerte, en la comisura de mis labios. Al toparnos, en Tu camino, permite que mi pecado, sólo fuera pecado de amor. Fruto de la mentira más piadosa, con la que alguna vez me consintieron, poder tener tan cerca Tus manos.
Aquí la voz que ciertamente tiembla al sentir Tu mirada atravesar mi espalda, cuándo suspiro en cada golpe de aliento. Sencillamente porque quiero pensar que si… Con mi miedo y mi respeto, con el silencio y la voz. Ambos amarrados a la prosa del tiempo descrita como bella metáfora invisible, en el pozo humilde de Tus ojos cerrados.
Quiero pensar que si eres Tú, quien cargó con la culpa de nuestros pecados y se los llevó a la Cruz, entre senderos que apuntaban al Gólgota de la muerte. Que si eres Tú… Hijo de carpintero bueno, al que el llanto oscuro y privado de su vida, tuvo que llenar de lágrimas las virutas de su mesa y las astillas de su pan. “A este Hijo mío me lo van a matar” Y así lo hicieron…Lo mataron, porque no existían leyes escritas plenamente para el Hijo de Dios. El se encontraba vivo orando en desiertos de arena, encomendándose al padre de la verdad. Quiero pensar que eres Tú… Quien cierra los ojos dos mil y pico años después, por qué aún no encuentras motivos para poder abrirlos y no encontrar el mismo mundo que dejaste de injurias y de mentiras. Quiero pensar que eres Tú… quién duermes detenido en el tiempo, en el lino sagrado de la piel que no vemos. Pero estas ahí… Pescador de sueños. A los pies de enfermos y necesitados. Jugando con los niños, mientras guiñas tus ojos ante el picaruelo que besa Tu bendito rostro. Como quién roba un beso sagrado de las mejillas del creador. Eres Tú… Quién muere mil veces más en distintas cruces, entre cientos de clavos, cada vez que la plegaria choca de frente en los cristales de nuestros balcones cerrados. Quiero pensar que eres Tú. Porque tampoco tengo razones para pensar qué no lo eres. Acaso… Abba, no nos enseñaste que la Fe es invisible y sin embargo se toca en cada beso. Acaso no estás en el tiempo impregnando la flor con el rocío de cada mañana. No eres Tú quién se refleja en el llanto de los niños que pierden la infancia a golpe de ultraje. No estás en los silencios cofrades de las madrugadas bajo el respiradero. Acaso no estás en las plegarias pérdidas y en los abrazos encontrados hallados en las esquinas del amor adolescente. No eres Tú, quién nos cobijas de la tormenta gris del desespero. No eres la voz callada del agua de los ríos. No eres la flor de la Alhambra hecho arrayán y aljibe de vida. No estás en las campanas altas e inalcanzables de las Catedrales… Abba, no estás siempre en la risa de los mayores cuándo desprenden sus páginas sabias y nos las meten en los bolsillos para no tropezar de nuevo. No estás acaso en la muerte qué no vemos y en el llanto de la despedida eterna. Acaso no eres Tú quién hace danzar el incensario cada Jueves Santo por las calles de Granada. Abba, no eres la lágrima en la mejilla de quién te observa. Acaso no eres el positivo de la propia vida, desplegada en el negativo de la propia muerte, aún hoy por entender.
Quiero pensar que eres Tú. Al verte hoy, coronado de espinas, aunque estas se muestren diferentes en las formas y pasen inadvertidas en la cárcel de Tu cabello. Quién escogió la corona del rosal y deshecho el oro de los Césares. Quién tras la muerte refleja en su costado, la herida de la lanza clavada una y mil veces más para cerciorarse que Tu muerte era aún más muerte. Eres Tú, porque aún Tu lienzo tiene atrapado el polen de aquellas flores que pisaron Tus pies, mientras buscabas el amor en la tierra y prometías el cielo a fuerzas de besos y caricias. Eres Tú… porque veo en ti el clavo atravesado en las muñecas que se hicieran miel entre la sabia del tronco. La nariz partida por primera vez. Los pómulos hinchados por el bastonazo de Anás. Tú barba empolvada, escupida y arrancada, al utilizarla de alzador de Tu sagrado cuerpo, en una de Tus tres caídas. Eres Tú… al ver la sangre derramada injusta, en esta Sábana de amores, seca como la flor insertada al libro más hermoso de la vida. Recostada en Tu cintura, sencillamente muerta como flor de primavera…
Quiero creer en ti…
Porque no creer, si así lo fuera,
seria dudar de igual manera,
de esta devoción sin fin
hacia mi Cristo hecho madera.
¿Y si no estuviera en lo cierto?
Qué acaso mentira fuera.
No es mentira mentir,
por amor en esta tierra
sin con ello al amar se ama,
sin con ello al morir se muera.
Pero siempre cerca de Ti.
Aúnque no encuentre una escalera.
Acaso no es de la vid,
el vino puesto en la mesa.
¡Quién me lo iba a decir!
que antes que se moliera,
fuera el fruto de una rama
que ni el viento lo moviera,
hasta poder acercarlo a mi boca
rebosando en vida… Tú sangre eterna.
Acaso no es de la espina,
la daga incrustada en la rosa.
Aquellas las más hermosas
que eligieran para Tu muerte,
hacerse presagio y corona.
Para posarla en Tu frente,
como una amarga aureola
de aceitunillas verdes,
que fueron vinagre a Tu boca.
Quiero creer en ti…
Aunque ya de por si me sobra
qué no me puedo arrepentir.
Pues al haber visto Tú obra,
ya solo al verte morir,
hiciste de mis noches de abril,
Sudario Santo de lino y de sombras.
Y como las sombras… ¡Confusas! Pero no por ello deben de ser irreales. Siempre que he tenido la posibilidad de presentar un cartel. He afirmado con seguridad que estos, además de mostrarnos el arte plasmado, en la milésima de segundo que tarda un artista de la fotografía, en pellizcar el pulsador de una cámara y hacer la imagen inmortal. Adquieren la responsabilidad de anunciar y ser antesala de lo que está por llegar. Los propios carteles que en vísperas cercanas a la cuaresma, colgarán de nuestras bellas fachadas. No serán pregones muertos sin sonidos. Todo lo contrario. Cada cual entenderemos su mensaje de una manera particular. Para algunos, la Pasión esperando sigilosa tras del templo. Donde un Cristo se deja observar entre una marea de lirios. Para otros, la noche acariciada por la luna, en una de sus equinas. Ensayando una vez más, la letra cuidadosamente creada para ser espina de una saeta. La cera derramada lo mismo que una lágrima. Empeñada en seguir el cauce del río lloroso de unos ojos imaginarios. Un cartel amigos míos, es siempre un pregón que carece de tiempo y de medida. Es la noticia silenciosa capaz de gritar lo suficientemente alto, como para ser advertidos por nuestros sentidos. La proclama que nos adelanta el tiempo como por arte de magia. ¡Que nueva ironía! Casi siempre una imagen del pasado, será la reseña del futuro, mientras el presentador, rompe su virginidad a golpe de palabras inmortalizando la imagen del presente. Pasado, presente y futuro.
Pero… y la Sindone. La Sábana Santa. ¿Qué anuncia? ¿Qué proclama? ¿Qué nos pregona? Nuevamente me dirijo a Ti, como si en Tu efigie, me empeñara en encontrar las palabras que hoy me faltan. Me conformaría con hallar esas mil que valen menos que una imagen pero qué quizás aún no entendemos a ver reflejadas. Atendemos a Tu pasado expectantes y seguimos el camino que hasta hoy nos has hecho llegar hasta nosotros. D. José Manuel Pozas, Conciliario de nuestra Hermandad y miembro del Centro Español de Sindonología. Ha compartido con varios de nosotros hermosas horas y enseñado en gran medida el paso del tiempo desprendido del Lino que acoge Tu figura. Nos ha mostrado las investigaciones. He visto como juegas con la ciencia. Cómo si te divirtiera nuestro asombro y te hiciera reír las confusiones en las que nos haces caer, cada vez que el propio tiempo nos hace avanzar en nuevas reglas y tecnologías. Pasaron 1.898 años hasta que por primera vez Secondo Pía, fotografiara la tela sagrada de Tu rostro. Fue el comienzo de un final que se nos antoja largo, quizás infinito. Investigaciones, pruebas, carbono 14. Fotografías, ensayos, muestras… ¡Otra gran ironía! Padre como te gusta. En los siglos primeros, la posibilidad de que el hombre tuviera pruebas irrefutables de qué fueras Tú, el Cristo de hombres buenos y malos eran nulas. Siempre insuficientes, sin embargo, guardaban Tu reliquia y la defendían a espada, aquellos que la poseían. Otros murieron solo defendiéndose con la fuerza aplicada de la palabra. Hoy, más de 2.000 años después. Cuándo la inteligencia del hombre cuenta los astros por mil. Aumentan las dudas y se despiertan las inquietudes. Avanza la tecnología y retrocede la Fe. ¡Sabré que has resucitado, cuándo pueda meter uno de mis dedos, por la llaga traspasada del clavo entre Tus manos!
Te muestras… y estas aquí. Nosotros nos empeñamos en desacreditar aquello que vemos... Desechamos la imagen y nos quedamos con las palabras… aunque sean menos de mil.
Lo reconozco queridos amigos, no soy imparcial. Quiero pensar que Tu anuncio, no es diferente en gran medida, a los carteles cuaresmales qué anuncian las salidas de Penitencia en nuestra Semana Mayor. Pasado, presente y futuro. Tu pasado de hombre hecho Cristo para llegar a nosotros. Recordando la Pasión que acabó en muerte de Cruz en el Monte Calvario. Tu cuerpo maltrecho, dónde se observa el odio marcado en cada una de Tus cicatrices. Tus ojos cerrados, nuevamente cerrados. Pero sin llegar a depositar en ellos, la espuma blanca del sueño. Mucho menos la muerte. Estas ahí… escuchándonos una y mil veces más. Atendiendo a aquellos niños de barriguitas infladas qué comen moscas con arroz. Estas ahí… sintiendo nuestras plegarias y atendiendo nuestros suspiros como si fueran los únicos. Estás asomado a la ventana del tiempo. Sintiendo como los aromas de las estaciones se detienen y ponen olor a la primavera. Estas ahí… descalzo para no pisar las estrellas. Mudo, mientras observas como el gorrión te habla posado en Tus hombros doloridos. Estas ahí… con la eterna grandeza de Díos posado en Tus plantas y la perpetua y sencilla imagen de hombre, que se niega a abrir los ojos, para no volver a dejar escapar otra lágrima.
Eres el más hermoso pasado. ¡Quererte sin haberte conocido! ¡Amarte sin haber cruzado una palabra! ¡Creerte! y no poder verte, para aferrarme aún más a nuestras convicciones. ¡Sentirte! Y no escuchar Tus pasos cuándo vienes o te vas. Eres presente, el más hermoso de los presentes. ¡Escucharte! Y no distinguir para nada el tono de Tu voz. ¡Olvidarte! Y saber que estas ahí… cada vez que te recuerdo. ¡Hablarte! Y saber que nos escuchas. Eres el más hermoso de los futuros. ¡Echarte de menos! Y saber que jamás te has ido. ¡Besarte! A sabiendas que es Tu rostro y no otro al que ponemos el sello de nuestro beso. ¡Llorar! Sin saber a veces cómo y por qué. Qué hermoso cartel de cuaresma, si así lo fueras. Pasado, presente y futuro… Y Tú jugando al trompo, con una media sonrisa. Haciendo dar vueltas y vueltas a cada una de nuestras indecisiones.
Bendita ficción si así lo fueras.
Un engaño que el tiempo nos trajo,
envuelto en ramillas secas.
Púes también es una ficción,
decir que duele el corazón,
cuándo uno ama de veras.
Ficción el amor que no se toca.
El beso que duele y que encarcelas,
cuándo muere en otra boca
y hacen lucir las estrellas.
Ficción el abrazo que forma,
el calor de una candela.
La amistad que habita en el gozo
de cientos de frases sinceras.
Ficción todo aquello qué no se toca.
Ficción los sueños, las primaveras
y todos los versos ocultos,
que hacen nacer los poetas.
Ficción la música de querubines,
qué hacen tocar las trompetas.
Cuándo llegan otoños dorados,
desnudos todos, entre hojas secas.
Ficción la mirada de un niño
qué pregunta, qué ama, qué sueña.
Alzado en los brazos del padre,
alcanzado la luna llena.
Ficción todos los sueños.
Los que vienen, los que no llegan.
Ficción todas las lágrimas
y ficción son las promesas,
en tantas noches que el tambor
pone cresta a las saetas.
Bendita ficción, sí es de mentira,
este lino, paño o tela.
Si es mentira una oración
y que duela el corazón.
¡Que venga Dios y lo vea!
Que lejana al tiempo. Que libro inmenso, deshecho en tan complejas páginas jamás escritas. Inmensa la responsabilidad de acreditar al cien por cien, no la fiabilidad de que existieras, sino que estuvieses ahí. Destrozados Tus huesos, Tu piel y Tu alma. Qué enorme compromiso, certificar al cien por cien, no la desconfianza de que nacieras y vivieras hace más de dos mil años. Pero por lo contrario, que no fuiste Tú, quien estuvieses ahí. Con los ojos cerrados. ¡Sin querer ver! con la boca callada. ¡Sin querer hablar una palabra! Será el tiempo, apoyado en la ciencia, quién nos dedique la certeza, de quién es en realidad el hombre al que observamos en la Sindone. Quizás seas Tú, el que espera el momento justo y el instante infinito para abrir los ojos. Para volver a tendernos Tus manos. Cuándo la realidad sea la más pura de las ficciones y por lo contrario la ficción, no sea más que el preámbulo de una realidad palpable que nos haga abrir los ojos mientras nos preguntamos, una y mil veces… ¿Porqué no?¿Quién mantuvo los ojos cerrados más tiempo… nosotros o Tú?
otra mirada hacia el cartel
He de agradecer de una manera especial, el tiempo que he pasado junto a D. José Manuel Pozas Murcia. No sólo cómo Concialirio de nuestra Hermandad, sino como miembro del Centro Español de Sindonología con sede en Valencia. Han sido grandes momentos, escuchando el magisterio de su palabra. Bien es cierto qué para quién os habla, la Sábana Santa no ha sido una desconocida en mi vida. Algunos libros sobre tan compleja doctrina, han dormido no en pocas noches, como fieles compañeros de sueños, tras el cabecero de mi cama. Pero he de reconocer, qué tras las charlas mantenidas, dónde nos iba desgranando los avatares y misterios de esta. En mi interior se despertaba un interés propio, de quién absorto, descubre todo un mundo a su alrededor. Donde no todo lo que existe, conserva la garantía imperecedera de la lógica.
He mirado el cartel, cientos de veces. Cada rincón, esperando encontrar en el, un atisbo qué me indicara un camino a seguir. La empresa no era fácil. Lo sabía desde el primer momento que se me otorgaba la responsabilidad de presentarlo. En realidad, me dije; - Sólo se trata de un cartel, el cuál anuncia el acontecimiento previsto de una genial exposición y no menos interesante charla coloquio. No es para tanto. Quizás sólo basten unas palabras qué no cansen al personal y ya está. Un compromiso más que sin duda me agradaba, sobre todo. Y no podía ser para menos, si dicho encargo provenía de D. José Manuel. – Ciertamente me equivocaba. En la soledad de quién escribe, el tiempo se diluye lo mismo que el humo hasta desaparecer. No en pocas ocasiones, sin haber redactado sobre el papel la suave caligrafía dónde se forman las palabras. En la cabeza se forman ideas que no llegan jamás a plasmarse, bajo el impulso de los dedos qué deben posarlas sobre la hoja en blanco. En más de una ocasión, mi aliado, el tiempo… Sólo permitía que las miradas, hasta entonces fugaces sobre el cartel, se hiciesen cada vez más intensas. En ellas, la lógica desaparecía y comenzaban a nacer nuevas formas con las que llegar hoy aquí y desgranarlas una a una. ¡Efectivamente! Es sólo un cartel. Un trozo de papel duplicado en varios cientos que colgarán de las fachadas. Cómo si fuesen cometas que el viento ha posado tristemente sobre los cristales y no encuentran el hilo que mantenían sujeto el rumbo de sus sentidos. La gente pasará delante de ellos y dependiendo de sus llamativos colores, de la indecisión y del escaparate. Dejarán escapar por un instante sus pupilas hasta recorrer, quizás de un plumazo, su contorno y sus letras.
¿Qué verán en Ti…? En un cartel el motivo está muy claro. La imagen debe llamar la atención y el texto, dar la información necesaria en tan breve mensaje, para que el anuncio y la comunicación hayan tenido sentido. Fue aquí, dónde nuevamente me detuve. ¿Qué nos muestras…? ¿Quién eres…? ¿Qué quieres…? ¿Qué nos dices…? Y noté como mi piel comenzó a erizarse por momentos. Una cierta melancolía paralizó mis sentidos y sentí la necesidad de conocer más y mejor Tú semblanza. Al fin y al cabo… yo sería también, uno más de los viandantes que navegan calzados por la mar de nuestras calles. Deteniéndonos en cada puerto de cristal, cuándo la imagen nos asalta entre las ofertas y las demandas.
Me negué a pensar que fueras una imagen vacía detenida en el tiempo. Una mancha ilegible, que necesita de la lejanía para hacerte presente. Tus rasgos se acentúan aún más, cuando la distancia se hace camino. ¿Será quizás otra de Tus ironías? ¡Que hermoso cartel! Volví a repetir.
Queridos amigos. Un cartel, qué no anuncia la salida extraordinaria de ninguna Hermandad. No se distinguen insignias que personalicen a nada, ni a nadie. Ningún costalero, podrá sentir sobre sus hombros la imagen fotografiada. No será su peso, la carga improvisada del amor hecho talla con pasiones de gubia. No existe ninguna luna, que se asome tímida a la tribuna del cielo. Ninguna estrella, pone su adiamantado chisporroteo, sobre el cielo real qué nos cubre noche a noche. Ninguna calle se deja ver. Ningún barrio, ninguna fuente, ninguna esquina. No existe lugar reconocido, dónde el caminante pone su mente amarrada a la nostalgia. Ninguna vela tiembla, mientras su aureola de fuego arde, dibujando colores morados y azules. No se escucha ningún tambor. Ningún redoble. Ninguna melodía pone compás a zapatillas ni costales. De ninguna baranda se amarran las manos de algún saetero, derrochando su plegaria al viento de la madrugada. Ninguna Cruz y ningún madero. Ninguna astilla deshilachada del tronco. Ni siquiera hachones o tulipas. Ninguna Luz. Ninguna talla nos hace reconocer el paso. ¿Quién eres?... No existe en el cartel, ninguna capa. Nada ondea a través del viento. No hay penitentes, ni rosarios. No hay capillos espigados, ni caras ocultas que muestren las pupilas ocultas entre telares de colores. No tiemblan bambalinas de costado a costado. Ni caídas de Palios cuándo se alzan hasta alcanzar la proeza del cielo. ¡A esta es! Ningún llamador rompe el silencio con su aldabonazo, dónde se rompen los sueños, bajo la única condena dulce de volver a soñar siempre una vez más. Ningún capataz grita. No existe ninguna torre que dibuje en su cabeza una campana. No se forjaron el plomo, ni el acero. No hay puertas abiertas. Ni Cruz Guía. El humo de los acólitos turiferarios, no improvisa ninguna niebla celestial con sus inciensos. No hay monaguillos. Ni costales, ni fajas amarradas a la cintura. Ni siquiera un rostro nítido, no se distinguen las lágrimas. No hay ninguna Madre eterna que lo siga a los lejos. No se escucha el llanto. Pero esta ahí. No existe escultor a quién adjudicar su talla, ni escuela que la siga. No se distingue la Alhambra ni de cerca… ni a lo lejos. No está Granada vestida en sedas de Alhamar, cortejada por bellas estampas inmortalizadas en colores de azucenas. No hay arrayán… ni surtidores. ¿Dónde está el agua? No existe el lirio bajo Tus plantas… ni sobre ellas. No hay palmas, ni gentío rodeando Tu semblanza. No existe una brisa que permita apagar las velas para volver a encenderlas en el interior de su cueva amarilla, dónde habitan las promesas. Existes nada más que Tú. En la soledad de la muerte, ¿Qué nos muestras…? ¿Quién eres…? ¿Qué quieres…? ¿Qué nos dices…? Quizás otra de Tus ironías…
¡Nos muestras lo que eres y acaso sólo quieres, que entendamos, todo aquello que nos dices!
Que imagen tan completa,
qué mueve el viento y no la rama.
Fíjate que al verte de cerca,
al poder mirarte la cara.
Sueño que al despertar quisiera
que fueran cientos de estrellas,
las que en Tu cielo brillaran.
Y cómo no hay luna en Tu pelo
y cómo no es miel Tu mirada.
En ella sueño que quiero
poder ser costalero
que te llevara en volandas.
Qué imagen tan completa,
que mueve el viento y no la rama.
Fíjate que al verte de cerca,
hasta distingo en la nada,
alguna fuente llorona
con versos chicos de Alhambra.
¿Y es qué soñar no puedo?
¡Acaso poner palabras!
Si al soñar solo pretendo,
que al ver Tu cara en un lienzo,
fuera como si hablaras.
Y en aquello que yo no entiendo,
se hiciera presa mi lamento,
de una voz hecha plegaria.
Qué imagen tan completa,
qué mueve el viento y no la rama.
Fíjate que al verte de cerca,
he sentido en la garganta.
El pecado inocente
de quién puso ante la gente,
un suspiro muerto en el alma…
No hay trompetas de acero.
Paso, gubia, madera, talla,
insignias, monaguillos costaleros,
plomo, metal, ni campanas.
Sólo un rostro deshecho,
entre el lino de una sábana.
Ninguna luna, ninguna estrella.
Ningún rincón, ni una plaza.
Ningún saetero cantando,
ni voces, ni barandas.
Velas, aureolas, fuegos.
Llamador, bambalinas, plata.
Orfebrerías qué entre barales,
sostienen martinete y fragua.
Qué imagen tan completa,
qué mueve el viento y no la rama.
Pero Fíjate que al verte de cerca,
al poder mirarte la cara.
Aún pretendo seguir soñando.
Que esta ciencia que nos separa,
pueda añadir al milagro
de Tu Sindone anhelada,
el que tengan Tus ojos cerrados
el perdón a los pecados,
escritos en fusta a Tu espalda.
Déjame seguir soñando,
porque soñar no cuesta nada.
En esta imagen completa
qué mueve el viento y no la rama.
Tal vez tras de Tu lienzo,
quiera soñar que se apreciara
una mar hecha universo,
con cientos de torres altas.
¡Ya sé qué no es cierto!
Qué sólo es musa mi palabra.
Qué sólo es lino perpetuo,
no arcilla hecha muralla.
Ya sé que no existe fuente,
por la que lloran las aguas.
Sino espinas en Tu frente,
silencio, odio, martirio, calma…
Pero que imagen tan completa,
sería el sueño de quién te habla.
Una ironía, una quimera
qué mueve el viento y no la rama.
Saber que Tus pies descalzos,
en primaveras de escarcha
anduvieron por estas tierras,
dónde se alza Granada…
¡Ya lo sabes, es un sueño!
Ante Tu Sábana Santa…
Capaz de arrancarle al tiempo,
aquello que tienes de viento
y quiso posarse en la rama.
Es así y no de otra manera, como veo, siento y puedo llegar a describir, el sentido del cartel que hoy se ha presentado. Que dará origen a la magnifica exposición los días siete, ocho, nueve y diez de enero próximo. El día diez tendrá lugar la mesa redonda qué sobre la Sindone, presidirán; D. José Manuel Fernández–Figares Pérez (Catedrático de Biología Celular de la Universidad de Málaga.) D. Ignacio Villar Revilla, (Licenciado en Teología, en la pontificia Universidad Salesiana de Roma y Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia.) D. Jorge Manuel Rodríguez Almenar (Profesor del Departamento de Derecho Civil de la Universidad de Valencia) y Presidente del Centro Español de Sindonología. Y D. José Manuel Pozas Murcia. (Salesiano, Conciliario de nuestra Hermandad y gran amigo,) que junto con todos los anteriormente mencionados, ejercen como miembros del Centro Español de Sindonología.
Así acontecerá Dios mediante. En un año 2.009 recién estrenado. Cuándo casi, aún resuenen en nuestros oídos los llantos de Tu Divino nacimiento en Belén. Cuándo la figura de tres Reyes Magos aun nos regale sus sombras a lo lejos entre paños blancos sacromontanos. Cuándo las luces apenas hayan apagado sus colores y los dulces, todavía se deslicen sobre nuestras gargantas, entre almendras y alfajores.
Así Abba… Así puedo verte hoy y lo he descrito. De la manera más personal y sensible qué ha podido sentir mi alma. En la más profunda de las soledades qué siente aquel qué cuándo escribe. Más que imaginar sueña, para poner en negro sobre blanco la materia gráfica de un suspiro. Así lo he sentido, vivido y añorado. A medida que pasaban las horas acariciando con mi mirada, cada una de las facciones de Tu rostro y Tu cuerpo. Impregnadas en la medida exacta de cuatro con treinta y siete, por uno diez. La Sindone. La Sábana Santa. Bendito lino que bien pudo ser el que envolviera Tu cuerpo y Tu muerte, hace ya más de dos mil años.
Así lo he sentido y vivido. Recordando las palabras de Juan Pablo II, quién en más de una ocasión visitó Turín y reconociera a Tu lino como un “Icono Sublime”. Perdóname mi osadía, si hoy este humilde orador emplea el sinónimo de; excelso, eminente, elevado, noble, glorioso, extraordinario, grande y sobrehumano. Porque solo aspiro a tener dos conclusiones. Si bien fuiste aquel Cristo, crucificado por amor, no mereciste tal castigo. Si fuiste el Hijo de Díos… Dime ¡Quien soy yo, para poner en duda Tu imagen y Tu rostro! Aúnque tan solo te nos muestres real en Tus perfiles, sobre un trozo de tela. Y si no lo fueras… Bien merece mi respeto, el hombre a quién le hablo. Pues compartió como Tú, el mismo castigo de muerte; la cruz, los clavos, el látigo, la herida de lanza, las espinas en la frente, el bastonazo en la nariz y el pómulo. El insulto qué no se escucha y el odio que grita en cada una de sus heridas.
Ante el me arrodillaría, púes compartió más contigo al padecer Tu misma muerte… qué más de miles de vivos aún hoy. Incapaces de compartir contigo, un sólo segundo de Tu vida.
Dejaremos púes que sea la ciencia, la que siga tirando de los hilos. Hasta buscar cada vez, más respuestas a las preguntas que nos asaltan día a día si así las hubiera… Qué nueva ironía la tuya… Abba… Quizás jamás nos las muestres todas. Sería demasiado fácil para quién ofreciera la vida a cambio de una muerte en la Cruz. Si bien unos ya no tendríamos la férrea misión de creer en Ti sin poderte ver. Otros, bien pudieran perder la mitad de su vida, volviendo a colgar los crucifijos y Tus iconos, sobre las blancas y lúcidas paredes, de tantas aulas donde se reparte el magisterio laico de sus colegios.
Cada cuál, emplee el tiempo en sacar sus propias conclusiones. Cada cuál ame a su manera. Cada cuál sienta y predique con su ejemplo. Cada cual viva y muera como está escrito.
Yo prefiero seguir soñando… a veces y sólo a veces, queridos amigos, el corazón ve más allá de los sentidos… Sólo basta tener los ojos cerrados, mientras el alma busca sin reparo, como siempre… el eco oculto de una campana.
Te he mirado,
y me has hecho acercarme a ti.
No he tenido miedo al engaño,
púes mereció la pena sentir
que fue preferible vivir
y pensar en haberte soñado.
Qué Tú te acercaste a mí
que ironía… yo al otro lado.
Coronado Tú, de espinas mil
y tan solo en medio de ambos,
una tela de lino gris.
¡Quién me lo iba a decir!
Qué fuera sangre de Tu Sudario.
Muchas Gracias.
José Manuel Rodríguez Viedma
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