¿Por qué no damos un paseo?
¡Apresuraros! Ataros bien los
zapatos. No los vamos a utilizar ni siquiera un momento, ni un solo metro, pero
conviene tenerlos fuertemente atados. No vamos a improvisar, todo está
meticulosamente dispuesto. Los caminos nos esperan con sus florecillas
silvestres (cuidado con no pisarlas) y a nuestra izquierda, con toda probabilidad
paseará junto a nosotros la rivera de un río. ¿Os salpica el agua en las
rodillas? ¡Bien! ya tenemos el río. Acomodaros en vuestras sillas o sillones,
cerrar los ojos, relajemos nuestros músculos, ¿Música? ¿Por qué no? Elegir cada
una la que más os guste, recordar el río… ¿La tenéis? ¡Es preciosa! Mirad lo
juncos, parecen que danzan entre los rizos del agua. De izquierda a derecha y
de norte a sur. Las piedras relucen en el fondo como pequeños tesoros
encarcelados, cuidado con sacarlas a flote pues perderían el esplendor de sus
brillos inmortales. Escuchar el silencio como grita vuestros nombres, navegan
en el agua y se lleva cada uno de vuestros secretos. Dejarlos que se marchen, (tenemos
más) y que pongan rumbo a lo desconocido. Cuando vuestros secretos lleguen al
mar, serán miles de secretos los que se confundan unos con los otros. Van
desnudos, sin prisas, sosegados… sin miedos. Dejarlos que lleguen al mar y no tengáis
mido de que los encuentren las sirenas. ¿Tenemos los ojos cerrados? ¡Bien!
¿Tenemos la música? ¡Estupendo! Ahora metamos los pies en el río…
El
agua abraza nuestros tobillos, sabe que somos extraños pero aun así, nos
corresponde con el abrazo del recién llegado. Intenta subir por nuestras pantorrillas
y nos besa el pantalón dejándonos la huella de su beso. ¡Cuidado con no caerse!
Crucemos el río de un extremo al otro, pero hagámoslo, multiplicándonos por dos.
¿Te has perdido? ¡Claro que no! Cierra nuevamente los ojos, se trata de un
juego. Pensemos por un momento que somos capaces de hacerlo, verás;
deja una parte de ti, en una rivera, y cruza
con el resto a la opuesta, ¿estamos? ¡perfecto¡ Una parte de ti, no ha llegado
a mojarse siquiera, ahora, la otra parte, te observa desde el otro frente,
tiene los pies mojados por el agua, ha caminado entre algunas piedras y se ha
sentado mirándote fijamente a los ojos… ¡Aquí comienza nuestro paseo!
El
camino que nos separa a nosotros mismos, de nuestros pensamientos y de nuestras
acciones. De lo que decidimos hacer y lo que en realidad somos capaces de
hacer. De nuestros miedos, de nuestras indecisiones, de nuestros silencios, de
nuestros secretos, de nuestras pasiones. Sentados en una orilla, hemos dejado
el alma y cruzado a la otra el corazón. Nos miramos frente a frente y nos
sentimos a veces desconocidos. Lo sabemos y lo intuimos, nos reconocemos y nos
amamos, que contrariedad, somos la única especie en el mundo, que viva con
tanta fuerza y a la vez, sea capaz de odiarse a si mismo. Tenemos el río, ¿lo
veis? una parte se queda sentada y la otra ha cruzado sin miedo. En la vida todo
es aparentemente igual, el río es el pensamiento que cruza justo por la mitad
entre los valores y la conciencia. Mientras el alma se piensa las cosas dos
veces, el corazón salta al precipicio, desciende de las alturas y pone sus
invisibles pies en el suelo, apenas sin un rasguño. Sí querido caminante, lo que realmente duele, es
el alma cuado piensa el daño que puede hacerle la vida al corazón.
En
un lado tenemos el alma y en el otro el corazón. El alma espera el beso y el
corazón sale al encuentro de los labios esperando encontradlos abiertos siempre
de par en par. El alma busca un rincón para soñar y el corazón el momento para
vivir. Sabe que cuando él se pare, cuando su tic-tac, guarde silencio, ya no
habrá alma que se mantenga viva. El corazón salta entre las piedras y busca los
tesoros entre las aguas sin ningún miedo, y sin embargo el alma, sabe que su
mejor recompensa la tiene al desnudo en su interior para quién venga a cogerla
con las manos limpias. El corazón se endurece con el tiempo, mientras el alma,
es como una pompa de jabón siempre presta a trepar por tus sueños. El alma nos
mira y el corazón aparta los ojos de las miradas furtivas. El alma aguarda, y el
corazón jamás se replantea el camino toda vez que cruza el río, incapaz de dar
marcha atrás. El corazón y el alma, el alma y el corazón. Somos
irremediablemente dos seres en la misma encuadernación rústica de la vida. Dos
libros con diferentes títulos amarrados en la misma biblioteca, casi en el
mismo estante, uno bajo la letra “A” de amabilidad, amistad, amar y amor y el
otro, en la letra “C” donde descansa la conciencia, la cordura, la ciencia y la
calma. Extrañas similitudes a bien sabido, que quien siempre cruza el río de la
vida, sin pensar lo fría que este el agua, sea precisamente el corazón.
El
corazón es un viajero que jamás saca billete para subirse al tren de las
emociones. ¡Míralo! apenas habla. Pasa directamente a la acción y después pregunta
por el precio del viaje. Nunca le parece gravoso. Fijaos en el alma, jamás cogerá
un vuelo sin tener el ticket por anticipado. El alma en cambio habla por los
codos, lo valora todo y no cambia nada por nada. El corazón atiende siempre a
la llamada, (¿corazonada?) el alma, que no es lo mismo, acude siempre a quien
llama. Corazón y alma, uno frente al otro, con contrato indefinido.
¿Continuamos
con los ojos cerrados? ¿Sí? Pues ahora crucemos el río nuevamente, tiende la
mano del alma al corazón y deja que vuelva tras de los juncos a sentarse junto
a tu alma. Volvamos a ser una sola persona, abraza a tus propios sentimientos y
siéntete vivo al cien por cien. Escúchate a ti mismo, tantas veces como desees
ser escuchado y recapacita en cada una de tus acciones. Cuéntale al alma, las
veces que has fingido que no te ha dolido el corazón, y deja que el corazón le
susurre al alma, cuantos caminos somos capaces de explorar sin levantarnos de
la silla. Escucha de uno el palpitar nostálgico de cada beso entregado, y del
otro, los remiendos que hubo de hacerse por no sentirse correspondido. Escucha
el alma como es capaz de abrazarse al latido y como el corazón es incapaz de
escuchar un solo latido, si no tiene alma. ¡Siente! ¡Vive! y sobre todo, jamás
tengas miedo de las imperfecciones.
¿Escuchas
la música? Los gorriones han vuelto a posar sus alas en las copas de los árboles
y buscan su rama donde posar el canto. ¿Escuchas el agua? El río ha tocado el
arpa una vez más, posando sus rizos en cada piedra. Se marcha buscado el mar
con tus secretos y los míos, algunos los ha dejado escondidos bajo las sombras
de los juncos… No tengas miedo a que sean encontrados por otro corazón u otra
alma. Nadie tiene porque asustarse de los besos que nos dimos y mucho menos, de
aquellos que alguna vez, fuimos incapaces de darnos.
XXXXXXXX
¡Despierta!
Abre los ojos… ¿Te ha parecido corto nuestro paseo? Recuerda que siempre hay
tiempo para caminar sobre un nuevo latido y volar, hasta donde quieran
llevarnos las alas del alma…
¿Y el río…? ¡La vida! solo la vida. (Ya hemos llegado.)
José Manuel Rodríguez Viedma